Enock es africano y chino

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El documental Buddha in Africa se proyectará en la edición 2020 del FCAT


Los miedos marcan el relato de este documental: el de los africanos que creen que los chinos se los van «a comer», y el de los asiáticos que temen contagiarse con alguna de las enfermedades del continente. En medio está Enock, un huérfano educado en mandarín, que come con palillos, practica el kung-fu y ha abrazado el budismo.



«Quería contar la situación desde la perspectiva de los niños. Tenía curiosidad por saber cómo les encontraban el sentido a sí mismos y al mundo que crece y se desarrolla entre esas dos culturas, plagado de contrastes. Es lo que cuenta la historia de  Enock, que se enfrenta a ese dilema y, al mismo tiempo, quiere aprovechar la oportunidad que le ofrece la cultura china, y no sabe cómo asumir el coste que eso significa para su identidad y su sentimiento de pertenencia a la comunidad», explica Nicole Shafer, directora del documental, a MUNDO NEGRO. 

Fotogramas de Buddha in Africa. Hui Li con varios niños del orfanato. En la imagen superior, Enock con su maestro de kung-fu. Fotografías: Thinking Strings Media


Esta escritora, productora, directora de cine y fotógrafa sudafricana vivía en Malaui cuando estaba realizando un reportaje para el «African Journal» de Reuters. Tras acudir por primera vez al Amitofo Care Center (ACC), que dirige el monje budista Hui Li, comenzó a trabajar en el proyecto, al que dedicó cinco años de grabación. La excusa de actualidad fue la segunda adopción que había realizado la cantante Madonna, que recogió a su hija Mercy en un orfanato malauí. Shafer se dio cuenta de que era una oportunidad para mostrar la presencia de numerosos hospicios extranjeros como los de los musulmanes turcos, los cristianos reformistas alemanes, la organización kabbalística judía o los orfanatos budistas chinos. 

«Seguí el crecimiento de Enock durante los cinco años de instituto. Estaba fascinada por la historia de este orfanato budista chino, porque pensé que sería una metáfora perfecta para explorar alguna de las complejidades que rodean la relación en auge entre China y África, ese llamado poder blando. Me recordaba a los misioneros cristianos que trajeron la civilización occidental a África en la época de las colonias», explica Shafer después de justificar la figura del maestro Hui Li diciendo que «hace simplemente lo que hacen los monjes… se inspira en los elevados niveles de pobreza de un país como Malaui donde cree que, al traer el budismo y la cultura china, ayudará a mejorar las vidas de algunos de estos niños, ofreciéndoles oportunidades que no podrían alcanzar».

La vida en el orfanato

Pero, como muestra el documental –premiado como mejor trabajo documental en el Durban International Film Festival (2019), entre otros galardones en Japón, EE. UU. e Italia–, el precio es muy alto. Los menores se levantan antes del amanecer para seguir los rituales que se emprenden en el lejano oriente, cumplen con rigor las disciplinas tanto en los estudios como en las prácticas cotidianas. Menores huérfanos de todas las edades se adaptan de forma sumisa a ese ambiente entre el miedo y el respeto, y entran en un mundo ajeno en el que se les obliga a adoptar un nombre chino y casi a olvidar que nacieron en el continente.

«A través de esta organización, los menores tienen la posibilidad de acceder a una bolsa de estudios en Taiwán al acabar Secundaria. Enock casi ha terminado su licenciatura en Artes Marciales y regresará a Malaui junto a algunos de sus compañeros este año. Algunos menores dejaron los estudios, pero otros prefieren quedarse allí y hacer un posgrado en ingeniería o negocios», continúa Shafer, quien asegura que la película ha tenido una buena acogida tanto en países africanos como entre la audiencia china. En cambio, ha sido en los países occidentales donde las reacciones han sido de «bastante choque, porque la cultura china es como un extraterrestre para ellos, por lo que a menudo les pregunto si estarían tan impactados si los niños fueran educados en inglés, acudieran a la iglesia y aprendieran ballet».

ACC es una organización no gubernamental, que cuenta con un amplio apoyo internacional, fundada por el maestro Hui Li, un respetado monje budista de Taiwán conocido como el Monje africano. Centrado en el apoyo a los menores más vulnerables del sur de África, su misión es «difundir el budismo y la cultura china en cada país africano». Fundada en 2003 en Malaui, cuenta con sedes en Lesotho, Suazilandia, Mozambique, Namibia y Botsuana.

En 2008 Malaui estableció relaciones diplomáticas con China –lo que significó dejar de reconocer a -Taiwán– y el ACC pasó a ser reconocido como «una institución budista china» que sigue la política de una China en la que no se contempla la independencia taiwanesa. De esta forma, los voluntarios chinos que enseñan mandarín y artes marciales en el ACC pasan por una formación en el templo budista Nan Hua, igual que el personal africano de países como Kenia, República de Congo o Zimbabue, además de los de Malaui. El maestro Hui Li visitó por primera vez este último país en 1998 y le impactó el elevado nivel de pobreza y el número de huérfanos.



Nicole Shafer durante la grabación de Buddha in Africa. Fotografía: Thinking Strings Media


Enock y el kung-fu

Shafer asegura que le costó varios años lograr que Enock fuera él mismo. «Cuando empecé a grabarle estaba muy acostumbrado a estar delante de una cámara, era una de las estrellas del centro para las promociones con las que recaudaban fondos en el extranjero. Había ensayado mucho. Fue un reto porque, al mismo tiempo, estaba creciendo y yo quería contar su historia completa». La película recoge varias secuencias en las que Enock conversa con sus compañeros de habitación sobre lo que significa para ellos estar viviendo en su propio país una realidad cultural tan lejana. Reconocen que no son capaces de hablar en el dialecto de su comunidad y sienten el peso de tener lejos a la familia, la que les entregó al orfanato chino cuando llegaron a la aldea, para devolver el favor de que se les haya proporcionado la posibilidad de progresar. Algo que no les permiten olvidar porque son la inversión de esas familias de la aldea para, ellos también, tener una vida mejor.

Enock tenía aptitudes para el kung-fu y miraba con admiración las películas de Jackie Chan, Jet Li y -Bruce Lee, queriendo ser uno de ellos en el futuro. La relación afectiva entre Enock y su maestro de kung-fu,  Xioa Bei, del que llega a decir que le considera como un padre, evoluciona a pesar de las contradicciones que siente el protagonista. Al tener que tomar la decisión de ir a -Taiwán para no regresar en, al menos, un lustro a su aldea, Enock llega a decir: «No quiero ir a Taiwán, quiero tener mi propia vida aquí, seguir conectado con mis familiares».

Shafer, quien asume que como sudafricana blanca sus antepasados representan al colonialismo en el continente, siente que la película es una espejo de su propio contexto y se pregunta «hasta qué punto el monje será capaz de “salvar” África sin perpetuar las etapas del pasado». 

Buddha in Africa es un documental ambicioso, capaz de plantear el gran dilema del futuro del desarrollo en el continente africano dentro de un mundo globalizado, porque habla no solo de China, sino de África y sus relaciones exteriores. 

 

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