Publicado por Chema Caballero en |
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Se puede decir que los diamantes han marcado la historia y la trayectoria de Sierra Leona desde que fueron descubiertos en la década de 1930. En la región de Kono, en el este del país, se cuenta que cuando los primeros misioneros británicos llegaron a la zona en aquellos años, los niños kono jugaban a las canicas con diamante y que las casas relucían en las noches de luna llena porque entre el barro de sus paredes estaban atrapadas decenas de estas piedras, tanta era la abundancia de ellas y el poco valor que los habitantes de la región les daban a las mismas. Pero una vez que los colonizadores mostraron interés por ellas, la cosa cambió.
En Sierra Leona los diamantes suelen encontrarse en los lechos de los ríos por lo que cualquier persona que disponga de una pala y un tamiz puede acceder a ellos. En el resto del continente, la forma de extracción suele ser diferente. Se lleva a cabo, principalmente, a través de empresas mecanizadas a gran escala, que controlan las reservas que están escondidas en las profundidades de la tierra.
Esta peculiaridad ha propiciado que el distrito de Kono atraiga desde siempre a mineros artesanales llegados de todos los puntos del país y, en la última década, también del extranjero. En su mayoría, como suele suceder en todos los casos de minería artesanal en África, se trata de jóvenes solteros, sin educación y desempleados que buscan fortuna. El Banco Mundial estima que este sector es el que más trabajos (informales en su inmensa mayoría) proporciona tras la agricultura, empleando a entre 300.000 y 400.000 personas.
Prácticamente, un cuarto del suelo de Sierra Leona contiene diamantes. Además, el país es rico en otros recursos naturales como oro, hierro, bauxita o rutilio. Pero toda esta riqueza no se ha traducido en una mejora en la vida de los sierraleoneses. Más de la mitad de la población vive bajo la línea de la pobreza, según datos del PNUD. El desarrollo económico se ha visto frenado en los últimos años debido a la mala gestión y a la epidemia de Ébola que sufrió el país (2014-2016) y que hundió los esfuerzos realizados para superar las consecuencias de la guerra (1991-2002). En esta última, el contrabando de diamantes, los conocidos como diamantes de sangre, financió a los grupos armados y prolongó la contienda.
El profesor de la Universidad británica de Bath, Roy Maconachie, lleva años estudiando los desafíos de la minería artesanal de diamantes y los problemas de su explotación y la pobreza en Sierra Leona. Su último proyecto investiga los desafíos de la buena gobernanza de los recursos naturales y cómo hacer para que sus ingresos reviertan en el desarrollo sostenible del país.
Maconachie ha documentado cómo los comerciantes internacionales y los intermediarios obtienen grandes recompensas del negocio de los diamantes, mientras que la pobreza y las dificultades caracterizan la realidad de la mayoría de los mineros artesanales. Muchos de estos excavan en zonas remotas, fuera del alcance de los controles de las autoridades gubernamentales que intentan aplicar los requisitos del llamado Proceso de Kimberly (sistema que garantiza que los diamantes no proceden de países o zonas de conflicto bélico) y controlar el sector, además de recaudar impuestos por sus transacciones. Estas ubicaciones suelen estar cerca de las fronteras con Guinea y Liberia, lo que facilita su salida ilegal del país.
Normalmente, los diamantes son extraídos por pequeños grupos de mineros que trabajan en un área delimitada cerca de algún río. Allí excavan la grava, la transportan y la lavan y tamizan. Personas ajenas a la pandilla les suministran los alimentos y herramientas que necesitan. Son compras a crédito, ya que no se realiza ningún pago hasta que no se encuentran diamantes. Estas personas son comerciantes, muchos de ellos extranjeros, que se llevan la mayoría de las ganancias de los trabajadores que han generado grandes deudas con ellos, lo que les lleva a vivir en un régimen de casi servidumbre.
Por otro lado, el precio que reciben los mineros por la mercancía que les compran los intermediarios es muy bajo, comparado con el que esta alcanza en los mercados internacionales. Al final, entre comerciantes e intermediarios, la riqueza que generan estas piedras nunca se queda en las comunidades en las que se producen, que siguen sumidas en la pobreza y el abandono. Si se lograse cambiar esta situación, los diamantes podrían desempeñar un papel esencial en el desarrollo económico de las zonas rurales de Sierra Leona.
El hecho de que el sector de la minería artesanal no esté regulado por ley y se realice de manera ilegal da pie a que muchos buscadores de diamantes terminen en relaciones de explotación o semiesclavitud con los compradores e intermediarios. Explica Maconachie que los mineros se quedan atrapados en lo que él denomina «ciclos de pobreza y endeudamiento». En los últimos años, algunos proyectos han intentado cambiar esta situación y empoderar a estas personas, y a sus familias, que se encuentran en el fondo de la cadena de suministro, pero todavía los esfuerzos realizados se quedan cortos. Posiblemente, la clave para revertir esta realidad y hacer más sostenible y justo a este sector pase por su regularización y una mejor gobernanza local.
Pero, todavía la mayoría de la actividad minera artesanal se lleva a cabo de manera informal. Estas condiciones benefician a muchas de las personas que están en los escalones más altos de la cadena de suministro del diamante. A ellas les interesa que nada cambie y por eso hacen todo lo posible para mantener la actual situación del sector.
Maconachie explica que, si el Gobierno y los encargados de formular políticas en Sierra Leona desean abordar la pobreza y la desigualdad en el sector de la extracción de diamantes, necesitaran conocer de manera más profunda la realidad de estas comunidades mineras para luego abordar los desafíos de la gobernanza en el ámbito local y entender cómo se ejerce el poder sobre la gestión de los diamantes. Esta es la única fórmula que puede garantizar que una mayor parte de la riqueza que genera este sector se quede en las comunidades donde se extraen los diamantes.
Pero, por ahora, todo indica que no existe esta intención. Por eso, es de suponer, que la minería artesanal realizada de forma informal seguirá siendo una industria dominante en Sierra Leona por muchos años más. Consecuentemente, la explotación y la pobreza seguirán primando en el sector.
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