Tensión entre Eritrea y Yibuti

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Nadie esperaba que la reciente crisis de los países del Golfo y la ruptura de relaciones con Catar tuviera un impacto directo en África. Pero así ha sido. Una vez más el territorio africano se convierte, involuntariamente, en el tablero de ajedrez donde se dilucida una partida que poco o nada aporta a los hombres y mujeres del continente.

El viernes 16 de junio, el ministro de Asuntos Exteriores de Yibuti, Mahamoud Ali Youssouf, acusaba a su vecino, Eritrea, de ocupar un territorio en disputa a lo largo de frontera de los dos países, justo después de que las fuerzas de paz cataríes desplegadas en la región abandonasen la zona. Desde entonces, las tropas yibutianas están en alerta y dispuestas a intervenir si el Ejército eritreo persiste en la ocupación. Igualmente, el Gobierno ha presentado una queja ante Naciones Unidas (ONU) y la Unión Africana (UA). Esta última institución ha instado a las dos naciones a mostrar moderación. Sin embargo, después de dos semanas la tensión no deja de crecer y se teme que el conflicto tome derroteros violentos.

El territorio en disputa se llama Doumeira y está situada en el noreste de Yibuti y este de Eritrea, cerca de la franja de Bab el-Mandeb. Se trata de una planicie costera terminada en una pequeña elevación y una isla, del mismo nombre, de un kilómetro cuadrado de tamaño y deshabitada, que los dos países se disputan desde tiempos coloniales.

En 1900, se firmó un acuerdo que establecía la división entre el Sudán francés (Yibuti) y Eritrea, ocupada por Italia y fijaba las actuales fronteras. Las dos potencias europeas establecieron una línea que comienza en Cabo Doumeira (Ras Doumeira) en el Mar Rojo y se extiende 1,5 kilómetros en el mar. Este tratado especificó que a la Isla de Doumeira y a sus islotes adyacentes no se les asignarían soberanía y permanecerían desmilitarizados.

A pesar de ello, Francia e Italia siempre tuvieron roces por el control de la región. Finalmente, París se la cedió a Roma en 1935 tras la firma de un nuevo acuerdo franco-italiano, que nunca ha sido reconocido por Yibuti.

Una vez que Eritrea consiguió el reconocimiento de su independencia de Etiopía en 1993, comenzó una escalada de tensión entre el nuevo país y su vecino del sur, que tuvo su momento más tenso en 1996 cuando casi se llega a la declaración formal de guerra. En 2008, hubo de nuevo enfrentamientos entre las tropas de las dos naciones, que tuvieron como resultado la muerte de al menos una docena de soldados yibutianos. La intervención de la Liga Árabe, la ONU y la UA, junto con la diplomacia francesa y estadounidense, consiguió que el conflicto durara no más de tres días.

Tras conseguirse el alto el fuego, el Consejo de Paz y Seguridad de la UA invitó a las dos partes a dialogar y para ello propuso como moderadora a una misión nombrada, con tal propósito, por la propia organización, que nunca fue aceptada por Eritrea.

Una vez que falló esta vía, Catar, dada su buena relación con los dos países, intentó mediar y desplegó una misión de paz compuesta por 450 efectivos. Desde entonces la situación se encontraba relativamente tranquila en la zona. Equilibrio que se ha visto recientemente salpicado por el nuevo conflicto del Golfo que ha terminado con la retirada del contingente catarí. Algo que en un primer momento no se podía prever.

A principios de junio, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Egipto y Bahréin, anunciaron la ruptura de relaciones diplomáticas con Catar, tras acusar a este de apoyar a grupos terroristas. Eritrea, que siempre ha mantenido muy buenas relaciones con Catar, publicó un comunicado el pasado 5 de junio en el que informaba de su alineamiento con las tesis de Riad y rompía relaciones con Doha.

Detrás de esta decisión puede estar el hecho de que Arabia Saudí y los EAU usan el puerto eritreo de Assab en su guerra contra los rebeldes Houthi de Yemen. Egipto también ha declarado su intención de construir una gran base militar en la isla de Nora, en el archipiélago de Dahlak, perteneciente a Eritrea, en pleno Mar Rojo. Por su parte los EAU han optado por construir su base en Somaliland. Finalmente, unos 400 efectivos eritreos apoyarían a las tropas saudíes en Yemen, dato que el gobierno de Asmara nunca ha querido confirmar. Evidentemente, Eritrea no podía actuar de otra manera debido a todos los lazos que tiene con el gobierno de Riad y sus aliados.

Dos días después de su vecino, Yibuti también hacía público su apoyo a Riad. Este pequeño estado es miembro de la Liga Árabe y posiblemente se ha visto presionado por los países del Golfo, que mantienen fuertes inversiones en él, a posicionarse. Igualmente, pude ser de peso las conversaciones en curso entre Yibuti y Riad para el establecimiento de una base militar saudí en el país del Cuerno de África, que se sumaría a las ya existentes de Estados Unidos, Francia y China.

Pero Catar es desde hace bastante tiempo un donante muy generoso de Asmara, y no solo a través de la misión de paz, por eso se sintió traicionado por la postura de esta. Igual le ha sucedido con la decisión del Gobierno de Yibuti. Su primera reacción ha sido la retirada de sus tropas de Doumeira, ejercicio que tuvo lugar entre el 12 y el 13 de junio. Esta acción dejó un vacío en la zona que fue inmediatamente ocupado por el Ejército eritreo, según alega Yibuti. Eritrea ha negado esta afirmación y declarado que no pretende apoderarse de ningún territorio yibutiano.

Finalmente, la UA, tras sus recomendaciones de moderación, ha decidido enviar una delegación para investigar la situación, comprobar lo que realmente sucede sobre el terreno y trabajar con las dos partes en busca de una solución pacífica del conflicto. El anuncio fue realizado por Moussa Faki Mahamat, presidente de la Comisión de la Unión Africana, el 17 de junio, pero hasta el momento, debido a las trabas impuestas por Asmara, la propuesta no ha podido implementarse.

Mientras, Etiopía, el país más poderoso de la zona, económica y militarmente, está a la espera de ver cómo evoluciona la situación. Después de años de lucha con Eritrea, todavía los dos países sostienen una disputa fronteriza que ocasionalmente amenaza con elevar el tono. Addis Abeba mantiene buenas relaciones con todos los países del Golfo pero todavía no se ha decantado por ninguna de las partes. Es posible que el Gobierno etíope quiera mantener su neutralidad para sacar buenos réditos de la situación. Por un lado, hará todo lo posible para demostrar la belicosidad de su enemigo, Eritrea, que desde su independencia ha mantenido disputas con todos sus vecinos. Esto puede ayudarle a ganar puntos ante las instituciones internacionales a favor de sus tesis y reclamaciones y presentarse como un país pacífico acosado por la codicia de Asmara. Al mismo tiempo mantiene sus buenas relaciones con Yibuti cuyo puerto se ha convertido en la principal vía de entrada y salida de bienes para Etiopía que carece de acceso al mar tras la separación de Eritrea. De hecho, compañías chinas llevan a cabo un importante plan de construcción de infraestructuras para comunicar el puerto con el interior de Etiopía por ferrocarril y carretera, lo que supondrá un gran impulso para la economía de este país.

Addis Abeba ha declarado que apoya la postura de la UA de enviar a la zona una misión para esclarecer los hechos y ha pedido el respaldo de Naciones Unidas a esta iniciativa.

El miedo que existe en la región es que si la tensión entre los dos países escala, Etiopía podría verse arrastrada ya que tiene firmada una alianza de defensa con Yibuti. De ahí que se aprecie que esté optando por la neutralidad a pesar de las presiones recibidas por diplomáticos cataríes y del resto de los países del Golfo, todos ellos embarcado en una actividad frenética de visitas a las distintas capitales africanas para atraer fidelidades usando los lazos existentes en cada caso.

En los últimos años, el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), una organización regional formada por Bahréin, Kuwait, Omán, Catar, Arabia Saudí y los EAU, han vuelto sus ojos hacia África. Aunque el comercio entre las dos partes todavía es bastante modesto, la inversión extranjera directa procedente del Golfo va en aumento en suelo africano. Igualmente, cada vez más compañías africanas se ven atraídas por por las ventajas que ofrecen estos países y establecen sus sedes en ellos.

Entre 2005 y 2014, las empresas del CCG inyectaron al menos 9.3 mil millones de dólares en África Subsahariana, más otros 2.7 mil en el primer trimestre de 2015, según recoge el informe Beyond commodities. Gulf inverstors and the new Africa realizado por la Economist Intelligence Unit (EIU) de la Cámara de Comercio e Industria de Dubai. El estudio indica también que en 2016 y 2017 estas inversiones van en aumento y señala nuevos campos donde hacer negocios. Este documento pone de manifiesto que estos países sienten predilección por las regiones árabes o de mayoría musulmana del continente y hacia ellas encaminan el grueso de sus inversiones.

Paralelamente a este proceso económico, las dos partes han desarrollado y fortalecido vínculos diplomáticos. Algunos países africanos han abierto embajadas en los países del Golfo. También se ha producido un aumento de las visitas de estado entre representantes de los dos bloques.

Ahora estos lazos diplomáticos son utilizados por Catar y el resto de los países del Golfo para atraer aliados. Además de Egipto, Yibuti y Eritrea, otros países han optado por Riad. El más importante de ellos es Senegal que en 2015 envió 2.100 efectivos a Yemen para apoyar la coalición liderada por Arabia Saudí. Comoros, Gabón, Níger y Chad han tomado la misma decisión. Mientras que Somalia ha decidido permanecer neutra. Sin embargo, hasta ahora no parece que ningún gobierno africano se haya manifestado públicamente a favor de Catar.

Una vez más África se ve envuelta en un conflicto del que poco se va a beneficiar. Es utilizada simplemente para defender los intereses de terceros.

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