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Por P. Antonio Guirao, desde Rangau (Kenia)
Hace unos meses tuve la inmensa alegría de regresar a Kenia, mi país de misión, después de diez largos años. Aunque todavía estoy adaptándome a los cambios que me he encontrado y refrescando el inglés y el suajili, ya me han confiado la nueva misión de Rangau. Situada a unos kilómetros de Nairobi, la capital del país, pertenece a la diócesis de Ngong. Aquí formo comunidad con el P. Mose Chrisantus Keengwe, un joven comboniano keniano de 35 años que conoce bien los caminos que yo estoy empezando a recorrer. Entre los dos hacemos un buen equipo.
Hemos alquilado una casita cerca de la capilla central de Rangau, y aunque jurídicamente formamos parte de la comunidad comboniana de la casa provincial, en Nairobi, solo vamos allí los lunes y los martes para encontrarnos con los compañeros y descansar un poco; el resto de la semana vivimos y trabajamos en la misión.
Rangau es una zona árida y bastante seca, sobre todo estos últimos años en los que las lluvias están siendo escasas y los pastos no crecen. Estamos en zona masai, aunque desde hace décadas se asientan personas de otras comunidades en busca de terrenos para construir sus casas y tener un campo que cultivar. El parque nacional de Nairobi no está lejos y hace apenas unos años era común ver pasar animales salvajes migrando hacia el parque. Sin embargo, ahora apenas se ven porque las personas han vallado sus propiedades y hacen imposible su paso.
Esta misión no es desconocida para los combonianos porque estuvimos a cargo de la vecina parroquia de Ongata Rongai, también en la diócesis de Ngong, y algunos combonianos, como el P. Santiago Jiménez, solía visitar a los masais en esta zona cuando era el párroco. De hecho, ahora que vive en Nairobi, sigue viniendo algunos domingos y festivos para ayudarnos con las misas.
Hace unos meses, Rangau formaba parte de un territorio que atendían los misioneros de Don Orione, pero el obispo consideró que era mejor dividirlo y nos pidió a los combonianos que nos hiciéramos cargo de la parte de Rangau. Las carreteras son de piedra y tierra, con lugares de cotton soil (suelo algodonoso) y cuando llueve se embarran y no puedes moverte.
El P. Mose Chrisantus y yo estamos contentos de trabajar en una comunidad cristiana que está creciendo. Los misioneros de Don Orione nos han dicho que el porcentaje de católicos ronda el 25 % y que al año se bautizan unas 600 personas en los tres centros de la misión que hemos asumido.
La capilla central es una construcción pequeña de hojalata dedicada a san Juan Evangelista, pero afortunadamente disponemos de un solar muy grande donde esperamos construir la iglesia parroquial. Ya hemos empezado a hacer harambee –que traduciríamos como «todos a una»– para que la gente contribuya según sus posibilidades. Luego nosotros contribuimos proporcionalmente a la generosidad de la gente.
El centro de Nompopong puede que sea el más pobre, pero la gente está empeñada en construir su capilla. Han conseguido levantar las paredes y ahora nosotros les ayudaremos a completar el resto. Mientras, en Emmakoko ya tienen capilla, aunque bastante rudimentaria y sin objetos litúrgicos para celebrar la misa, que nosotros llevamos cada vez que vamos allí.
Me siento feliz de ser sacerdote misionero en Kenia y agradezco enormemente que, a mis 80 y pico años, hayan confiado en mí para un servicio pastoral tan apasionante.
En la imagen superior, el P. Guirao con un grupo de personas en Nompopong, una de las capillas de la misión de Rangau, en la diócesis de Ngong. Fotografía: Archivo personal del autor.