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P. Moses Samuel Hiruwella desde Chikowa (Zambia)

Después de 13 años de misión en Togo y Ghana, este mes de julio cumplo mi primer año en la parroquia de Chikowa, en la diócesis zambiana de Chipata, pero situada muy cerquita de la frontera con Malaui, mi país natal. La parroquia fue fundada en 1941 por los misioneros de África y en 1983 los combonianos asumimos la gestión. Actualmente soy el párroco y, si tengo que ser sincero, diré que la misión aquí no es nada fácil porque son muchos los desafíos que tenemos que afrontar.

Enclavada entre valles, nuestra área parroquial está bastante aislada y no nos ayuda el mal estado de las vías de comunicación, que durante la estación de lluvias se vuelven intransitables. El Gobierno ha tenido abandonada esta zona durante muchos años, lo que se refleja tanto en las vías de comunicación como en otros aspectos de la vida.

El número de escuelas es insuficiente y las cifras de escolarización son escandalosas: menos del 30 % en Primaria, aunque los datos todavía son peores en las poquísimas escuelas de Secundaria de la zona. A pesar de que, como misioneros, hemos intentado intensificar la escolarización, tenemos que enfrentarnos a las reticencias de muchos padres que no ven sentido a la escuela y no quieren enviar a sus hijos, y menos todavía a sus hijas. De hecho, muchas niñas se quedan atrás en los estudios, lo que tiene consecuencias para ellas, como la proliferación de embarazos de adolescentes. Otro desafío es la escasez de profesores y el bajo nivel educativo.

La salud es otra de nuestras preocupaciones. La lista de enfermedades que sufren las personas es larga. Son frecuentes los casos de malaria, las anemias, la tuberculosis, la desnutrición y las heridas que tardan mucho en cicatrizar. Además, al menos en esta zona, el VIH está aumentando. Otro problema es el abuso del alcohol. A pesar de todos mis esfuerzos por predicar contra su consumo y advertir de sus efectos perversos, veo pocos cambios de comportamiento. Muchas personas, jóvenes y mayores, hombres y mujeres por igual, beben en exceso.

Las condiciones de saneamiento son otro de los retos que tenemos en Chikowa. La gente consume el agua de los ríos y de los estanques, que no siempre están limpios. Nosotros, igual que ellos, tenemos que hacer lo mismo cuando hacemos visitas largas a los poblados para las diferentes actividades pastorales.

La poligamia está muy arraigada entre nuestra gente, lo que provoca que muchos matrimonios sean inestables y los hogares disfuncionales. Algunos niños no reciben los cuidados adecuados por falta de atención de sus padres, y muchos terminan convirtiéndose en pastores que cuidan los rebaños en los bosques.

Respecto a la vida de fe, a pesar de la presencia de la Iglesia católica y de otras confesiones cristianas, la gente sigue muy apegada a sus creencias tradicionales. Incluso aquellos que han aceptado el cristianismo profesan su fe en Dios al mismo tiempo que practican sus creencias tradicionales. Es evidente que, a pesar de nuestra dilatada presencia en la zona, todavía tenemos que trabajar mucho la inculturación de la fe.

A pesar de todos estos retos, sigo viendo buenas oportunidades de crecimiento humano y espiritual. El pueblo akunda, mayoritario en la zona, se está mezclando con la llegada del pueblo achewa y se están enriqueciendo mutuamente en términos de cultura y de cambio de mentalidad. Un ejemplo lo vemos entre los akundas, que antes eran más reacios a enviar a sus hijos a las escuelas y ahora comienzan a hacerlo poquito a poco. Como misionero, acepto todos los retos que la realidad social me presenta, y con amor y paciencia intento adaptarme al nivel de comprensión y a los puntos de vista de la gente, siempre desde el respeto a su cultura.

En la imagen superior, el P. Moses Samuel Hiruwella durante una celebración en Chikowa, donde trabaja.

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