África se levanta

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EDITORIAL DEL NÚMERO DE FEBRERO DE MUNDO NEGRO


En febrero nos gusta recordar a nuestro lectores que estamos en el mes de la Campaña contra el Hambre de MANOS UNIDAS, la ONG católica española que, como los misioneros sabemos bien, tanto ayuda con sus proyectos en países en vías de desarrollo. Un ejemplo concreto son las niñas angoleñas de nuestra portada, que este curso están estudiando en una buena escuela, el colegio Santa Teresa de Luanda (Angola), gracias a que la organización financió gran parte de su construcción. Colaborar con esta ONG es garantía de ayuda para quienes realmente lo necesitan.

Ojalá los niños y niñas de África pudieran ir a la escuela, crecer rodeados de sus seres queridos y desarrollar todas sus potencialidades, pero desgraciadamente no es así. Como leemos en el reportaje que firma Javier Sánchez Salcedo con fotografías de Ana Palacios, más de 80 millones de niños y niñas africanos siguen sufriendo situaciones de explotación laboral. Afortunadamente, en esas páginas se nos muestra la otra cara de esta tragedia y se da voz a personas que se están entregando para recuperar a algunos de estos niños en lugares como el Centro de la Alegría Infantil de Cotonú (Benín).

La situación de extrema pobreza que afecta a buena parte de la población africana está detrás de la explotación laboral infantil, de la necesidad de implementar proyectos de desarrollo y de que algunos africanos y africanas decidan no quedarse en África y emprender la ruta migratoria. Pero ¿por qué África es pobre? Y ¿por qué continúa siéndolo después de tantos decenios de ayudas al desarrollo? ¿No será que hay intereses inconfesables para que África siga estando empobrecida? ¿No será que el juego está trucado? Son preguntas incómodas. Para contestarlas, tal vez ayude la lectura atenta de la entrevista al periodista Jaume Portell Caño, donde se leen cosas como esta: «Los flujos de capital son suficientes para poner de rodillas a cualquier país».

El neocolonialismo económico que sufren África y otras muchas regiones y grupos sociales del mundo es tan sutil y escurridizo que resulta enormemente difícil desenmascararlo. A veces deslumbra anunciando altos porcentajes de crecimiento en algunos países africanos que difícilmente escaparán de la pobreza y otras habla de crisis mundiales inevitables y de apretarse el cinturón. Todavía no hemos encontrado la manera de afrontarlo y, mientras tanto, muchos africanos siguen queriendo salir del continente y Europa sigue aumentando los obstáculos, como demuestra el reciente Pacto Europeo de Migraciones y Asilo. ¿Hasta cuándo será posible esta dinámica?

Los problemas le llegan a África incluso desde Roma. Sin entrar a juzgar el contenido doctrinal de la Declaración Fiducia Supplicans, que aborda la controvertida cuestión de las bendiciones a las parejas del mismo sexo y en situación irregular, parece evidente que la Curia romana ha mostrado un cierto desconocimiento de las culturas africanas y se ha visto sorprendida por la contundente reacción de buena parte de la Iglesia africana. Como muy bien señala el misionero comboniano zambiano P. Andrew Bwalya, la máxima Roma locuta causa finita (Roma ha hablado, el caso está cerrado) no ha funcionado esta vez y «la declaración y la postura adoptada por los obispos africanos han sido revolucionarias». Equivocadas o no –¿quién lo sabe con certeza?–, África se levanta y quiere ser tenida en cuenta. Un buen motivo para la esperanza.


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