Amal Hussein: «Contra la MGF se lucha hablando de ella»

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Amal Hussein, politóloga


«Tengo 25 años. Nací en Somalia y vine a Madrid a los nueve años como refugiada con toda mi familia. Soy graduada en Ciencias Políticas y Gestión Pública y estoy comprometida con Save a Girl Save a Generation en la lucha contra la mutilación genital femenina». 





De Somalia a España pasando por Kenia. ¿Por qué este recorrido?

Vivía con mi familia en el sur de Somalia, aunque era muy pequeña y no tengo casi recuerdos. Debido al impacto de la guerra y a la decisión de mi madre de que yo no pasara por la mutilación genital femenina (MGF) tuvimos que desplazarnos a Kenia. De allí sí tengo bastantes recuerdos. Y después, cuando ya tenía nueve años, nos trasladamos a Madrid.

¿Cómo recuerdas aquella infancia?

Fue una experiencia muy bonita con mi familia, mis hermanos, mi madre… Ella nos protegía y se aseguró de que tuviéramos solamente buenos recuerdos, que la experiencia para sus hijos no fuera traumática. Con el tiempo, fui descubriendo todo lo que en realidad supuso para ella salir de Somalia, la inseguridad y las complicaciones de tener que desplazarse con nosotros sin saber muy bien hacia dónde íbamos y si lo que encontraríamos iba a ser mejor o peor que donde estábamos. Ser una migrante desplazada forzosamente, sola y con siete hijos fue un gran reto para ella.

¿Por qué evitar que te practicaran la MGF pesó tanto y motivó vuestra salida del país?

En Somalia, la educación de los niños y las niñas pertenece a la comunidad, y que mi madre decidiera que yo no pasara por la mutilación, cuando allí todos creen que la práctica es lo correcto, supuso una gran presión. Pensaban que se había vuelto loca. Pero ella lo tenía claro, no había vuelta atrás y decidió que nos moviéramos. En aquel momento yo no entendía por qué mi madre era tan cabezota negándose. Yo pensaba que la MGF era algo bueno, e incluso suplicaba a las vecinas que me la hicieran porque todas mis amigas habían pasado por ella y yo no quería ser diferente. Cuando crecí, ya con 11 o 12 años, mi madre se sentó conmigo y me explicó todo lo que realmente pasaba con la MGF. 


Amal Hussein el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Debió de ser muy difícil para tu madre rebelarse contra una tradición tan arraigada.

Es tan fuerte el tabú en relación a la MGF que aunque mi madre y todas sus hermanas habían pasado por ella, nunca lo habían hablado. Pero cuando mi tía tuvo a su primera hija, se sentaron y, por primera vez, se contaron lo que había supuesto para ellas. Y empezaron a cuestionarla: «¿Por qué tenemos que pasar por esto? ¿Qué tiene de bueno? ¿Por qué no podemos hablar de ella?». Investigaron y no encontraron ninguna razón para continuar con esta tradición.

 

Cuando llegasteis a España, tu madre y tu tía decidieron seguir luchando por su erradicación. 

Así es. En 2007, mi tía decidió fundar la ONG Save a Girl Save a Generation con el apoyo de mi madre como cofundadora. Se dieron cuenta de que la mejor forma de luchar contra la MGF era hablar de ella, como ellas mismas habían hecho en su día, para sensibilizar a la gente y que entienda por qué no hay que llevarla a cabo. 

¿Qué se puede hacer aquí?

Cuando empezaron su vida en España se dieron cuenta de que los principales agentes sociales, la Policía, el personal sanitario… ignoraban todo sobre la MGF. Es importante que conozcan en qué situación se encuentra una persona que ha pasado por ella y la que está en riesgo de pasarla, para que puedan establecer protocolos adecuados tanto de prevención como de actuación una vez que ya han pasado por la mutilación. En muchos casos se practica en sus países de origen aprovechando vacaciones o algún viaje allí. 



Amal Hussein el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿En qué momento decides que te tienes que sumar a esta lucha?

Desde pequeña iba todos los fines de semana a las charlas de formación que daban mi madre y mi tía. Y a los 16 años empecé a hablar a mis compañeros de instituto sobre el tema. Yo, que podría estar en riesgo de pasar por la MGF, tenía unos compañeros de clase que no sabían nada sobre ello, y necesitaba compartirlo con las personas que serían los futuros agentes sociales. Les di una charla y fue una experiencia muy positiva y participativa. Algunos de ellos aún hoy siguen el trabajo que hacemos y están muy concienciados. Incluso tengo compañeras en el mundo del periodismo que escriben artículos sobre la MGF, sumando sus voces a la lucha. 

Además de sensibilizar, ¿qué hacéis a través de Save a Girl Save a Generation?

Desde diferentes entidades nos derivan a personas que podrían estar en riesgo de sufrir la MGF o que ya han pasado por ello, y nosotras generamos un espacio seguro para ellas. Trabajamos con grupos de mujeres de diferentes países y, a través de sus experiencias, también aprendemos. La MGF es una práctica que tiene lugar en todos los continente, y estos espacios que hemos generado nos han permitido conectar a diversas mujeres para que hablen entre ellas sobre el impacto que les ha supuesto. -Actualmente trabajamos también en cinco comunidades de Kenia, con un grupo de agentes a los que estamos formando para que después ellas hagan este trabajo de concienciación y sensibilización en sus propias comunidades. Además, tenemos una casa refugio con mujeres mayores de edad que vienen de diferentes partes de Kenia, que han decidido que no quieren pasar por la MGF y no pueden quedarse en sus casas, o que han pasado por otros tipos de violencia de género. Ofrecemos este espacio seguro donde pueden -quedarse, a la vez que damos -formación y sensibilizamos en sus comunidades. Y también estamos intentando entrar en la agenda política para incluir mecanismos de intervención social, de sensibilización y de apoyo a estas mujeres. 

¿Cuáles son las claves para hablar con una persona convencida de que la MGF es una buena práctica?

Lo primero, entender y conocer bien en qué consiste, los diferentes tipos de MGF que se practican, qué razones llevan a las personas a hacerlo, dónde se realiza, quiénes lo hacen… Todo esto te ayuda a entender a la persona. No es lo mismo una mujer de la comunidad masai de Kenia que una que viene de Colombia. En cada lugar la MGF se hace por diferentes motivos y cada caso es un mundo. Conocer y entender las razones ayuda a poder entablar una conversación, y una vez que lo haces puedes explicar tu posición, contarles por qué consideras que se trata de una práctica muy dañina para el cuerpo de las mujeres. Esa conexión ayuda a que la persona se empodere y cuente con las herramientas necesarias para decidir que no quiere pasar por la MGF, o que no pase por ella su hija ni las mujeres de su entorno. Es un proceso lento que hay que trabajar poco a poco, porque hablamos de una tradición de muchos años. Actualmente, en casi todos los países donde se da hay leyes estrictas que la prohíben, pero aun así se sigue practicando. Hay que llegar a las comunidades para conocerlas bien, y ese es un trabajo que lleva mucho tiempo. Una vez que las personas deciden que no quieren practicarla, ya están empoderadas para que la siguiente generación no continúe con ello.



Amal Hussein el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Por qué cuesta tanto rechazar la práctica de la mutilación? ¿No les asusta?

Las razones por las cuales una persona permite la MGF son muy fuertes. No hacerlo significa atentar contra su cultura, contra una tradición familiar de cientos de años. El miedo a que tu hija muera por practicarle la MGF está ahí, pero el temor a que esa niña sea una marginada, a que se la catalogue como una puta, a que no tenga la posibilidad de ir al colegio, a que los familiares la aparten y quede totalmente fuera de la comunidad, sin recursos, puede ser aún mayor. También influyen ciertas creencias, como que la niña a la que no se le practica se va a transformar en un hombre, o que el día de mañana no va a poder tener hijos. Tomar la decisión de negarse a la MGF es muy difícil y necesita una adecuada red de apoyo. Conocemos casos de mujeres que han decidido que su hija no sea mutilada, pero que lo ocultan. Dicen que sí que la ha pasado para que todo el mundo las acepte y ellas puedan seguir dentro de la comunidad. 

¿Qué te mueve a dedicar tu tiempo y energía a esta lucha?

El hecho de que hay muchas mujeres en mi familia que han sufrido la MGF de tercer grado, que es la más grave. Yo podría haber pasado por ella, podría haber muerto desangrada, podría haber tenido alguna infección y arrastrar la enfermedad el resto de mi vida. Podría haber tenido muchos problemas si no fuera porque mi madre tomó la valiente decisión de decir que a su hija no se le haría. Necesito contribuir al trabajo que han empezado mi madre, mi tía y muchas otras mujeres.   


Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

Con ella

«El logo de nuestra ONG es una niña que tiene las manos levantadas. Salvar una niña es salvar una generación. Es la decisión que mi madre tomó: que yo no pasara por la MGF. Si el día de mañana yo tengo una niña, ella tampoco pasará por eso. La decisión de mi madre rompió la cadena de lo que se hacía tradicionalmente». 


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