Amalia Bueno Zamora: «Ellos van a ser el cambio»

Amalia Bueno Zamora, presidenta de la ONG Zerca y Lejos. Foto de Javier Sánchez Salcedo / Mundo Negro

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Amalia Bueno Zamora tiene 30 años, nació en Madrid y es médica. Trabajadora, organizada, tranquila, casera y lectora voraz. Actualmente es presidenta en la ONGD Zerca y Lejos. Hablamos con ella después de pasar un año en Camerún y poco antes de su regreso al país africano.

 

 

 

Por Javier Sánchez Salcedo

 

¿Por qué te decantaste por Medicina?

Amalia Bueno Zamora, presidenta de la ONG Zerca y Lejos. Foto de Javier Sánchez Salcedo / Mundo Negro

Amalia Bueno Zamora, el día de la entrevista.

Siempre he querido ser médica. Desde pequeña todo el mundo me regalaba juguetes y libros relacionados con la medicina. Cuando llegué a la selectividad le dije a mi madre: “Si no hago medicina, no hago nada”. Mi formación ha ido paralela a mi evolución en la ONGD, a mis viajes a Camerún y a Etiopía. Estudiar se me hizo fácil porque veía la aplicación.


Tu primer viaje a África.

Fue un mes, en Camerún. Ayudaba a los médicos en las curas y repartía medicamentos. Me marcaron dos casos. Un niño con una osteomielitis en una pierna y otro con una infección en el codo. A pesar de las curas que les hacíamos, de todo lo que sufrían, de que éramos blancos y raros, nos cogieron muchísimo cariño. Y me marcó.

¿Actualmente cómo son tus días de trabajo en Camerún?

Mis días se debaten entre reuniones, coche y acompañar a los voluntarios. Como superviso proyectos en varios sitios, llego a hacer medias de hasta 1.000 kilómetros a la semana en coche. Me da mucho tiempo para pensar en los proyectos. Como médica me dedico a aquellos casos que se salen de lo normal. Me gusta compartir tiempo con los enfermeros locales, ver qué carencias tienen y aprender de ellos sobre enfermedades o tratamientos que desconozco.


¿Cómo es la situación sanitaria allí?

Muy precaria. La sanidad en Camerún es una sanidad pública no financiada. El Gobierno paga los salarios a los trabajadores, mantiene las infraestructuras, pero el enfermo tiene que abonar todos los tratamientos. Nosotros vivimos en una zona rural. Mucha de la población con la que trabajamos es pigmea baka y no tiene prácticamente recursos económicos. Pueden costear el tratamiento de pequeñas enfermedades, pero cuando en la familia algún miembro sufre una enfermedad grave que requiere un mayor aporte económico, las familias enteras se arruinan.

¿Se puede hacer algo con tan pocos medios?

Tenemos nuestras manos, nuestros oídos con fonendoscopio, test rápidos de malaria, VIH y hepatitis, y para hacer tiras de orina. Es todo lo que disponemos. Para una simple radiografía tienes que desplazar al enfermo a la ciudad más cercana, que son dos horas de viaje de ida, y luego de vuelta. Lugares como Camerún te enseñan a confiar más en ti, a diagnosticar sin pruebas y a aprovechar mejor los recursos. En España, al tener un sistema sanitario gratuito que se cubre a través de los impuestos, no es tan evidente lo que cuestan las cosas. En general nadie piensa cuánto va a costar una analítica, si 30 u 80 euros. Allí sí, porque los que gestionamos el dinero somos nosotros. La analítica la tenemos que pagar, sabemos lo que nos cuesta o lo que le va a costar al paciente.

¿Qué cambios se están produciendo en vuestra zona?

En las comunidades con las que más trabajamos, que son bakas y badyelis, el proceso está siendo muy lento. Han salido de la selva hace 50 años, están sufriendo un proceso de marginación y les están quitando su cultura. Intentamos dar formación a gente local que esté interesada y trasladar todas las competencias posibles. Que sean ellos los responsables de los proyectos, que nosotros cada vez hagamos menos, más labores de supervisión y de gestión, y no tanto trabajo directo de campo. Ellos van a ser el cambio.

Tenemos ya un montón de gente local responsable de los proyectos, personas que trabajan como voluntarios, dentistas, oftalmólogos que vienen una vez al mes y atienden a la gente sin cobrar. Les interesa el desarrollo de su pueblo. Yo creo que ese es el cambio que tenemos que provocar, y es un trabajo que solo se puede hacer día a día, estando allí con la gente compartiendo vivencias y conversaciones.

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