Apasionado elogio de Malí

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Donato Ndongo Bidyogo
¿Qué mató al joven Abdoulayé Cissé?

Ediciones Sequitur

Madrid 2023, 446 págs.



Puede que el azar no sea más que necesidad y que a la hora de entregarse al resplandor de los libros uno padezca el síndrome del extraviado en el desierto, que confunde el deseo de agua fresca con un espejismo. Pero es que, sin haberlo buscado, al menos conscientemente, me encuentro con que la caudalosa última novela de Donato Ndongo Bidyogo (Niefang, 1950), ¿Qué mató al joven Abdoulayé Cissé?, parece un navegable delta de ficción para quienes antes se hayan aventurado en Los grupos armados del Sahel, de Beatriz Mesa, y Países al anochecer, de Camille Lefebvre. Porque Malí, su tan glorioso como desconocido pasado y su asendereado presente, es la encrucijada de este Sahel que debíamos leer con atención.

Hay algo que seduce y sorprende a medida que seguimos las peripecias de ­Abdoulayé Cissé, y sobre todo de su abuelo, Makan Cissé, que combatió contra los nazis formando parte de los afamados tiradores senegaleses –no todos eran senegaleses, y derramaron mucha sangre por la libertad de una Europa que ahora levanta muros contra ellos–, sufrió infinitas penalidades, incluido el paso por un campo de concentración alemán, sobrevivió y dejó huella indeleble en su nieto. Pero lo más admirable es el conocimiento y la devoción hacia Malí de un escritor nacido en la ex Guinea española. Lo que más lamento al sumergirme en esta obra es no haber viajado a este país que enamoró a Miquel Barceló antes de que el yihadismo, las drogas y los neocolonialismos francés –«escondieron el látigo, pero no soltaron la batuta»– y ruso –ahora con el implacable grupo Wagner– incendiaran la región.

Ndongo se sirve de un impresionante dominio del idioma en una novela que no solo es una ambiciosa cata histórica, geopolítica y humana, sino que sabe mezclar el pasado y el presente con un sutil giro de muñeca verbal que nos obliga a detener la lectura para frotarnos los ojos y pasar de una escena a otra, de una mente a otra, de un cuerpo a otro, entre las calles de Madrid –donde no vemos a los Abdoulayé– y las de Bamako, la capital maliense, los movimientos políticos y la desgracia de militares convertidos en salvapatrias, la conciencia de los jóvenes y su anhelo de dejar huella sobre la Tierra, o el reverbero de un amor que relata como si esculpiera una rosa del desierto –Yélé Silué merece ella sola una novela–. Y sin caer en lugares comunes ni en la autocompasión, elevando la prosa en español a una exigencia máxima que fascina enriquecida por raíces, humores y sabores africanos.

La mente de Donato está al servicio de la complejidad de los personajes que pueblan este libro insólito y arrebatado, y al que me temo que le sobran páginas porque el autor parece en ocasiones afiebrado por el Níger, río interior de sus criaturas. Pero eso no es óbice para abrazar esta novela como guirnalda de bombillas de colores, libros que iluminan la gran noche del continente. Ah, y las páginas en las que glosa la participación del Ejército español en la misión en Malí –España no es françafrique– dicen mucho de su falta de prejuicios, de su verdadera condición de escritor que sabe compaginar belleza y verdad a la hora de construir una novela cuya lectura nos proporciona conocimiento y emoción a manos llenas.

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