Asaari Bibang: «Necesitaba un poco de comedia en mi vida»

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Asaari Bibang, actriz y cómica

«Nací en Guinea Ecuatorial, me crie en Barcelona y vivo en Madrid. Soy actriz y cómica. No era la graciosa de mis amigos, pero siempe he tenido un humor ácido, sarcástico, contundente. Soy dulce, inteligente y visceral. Muy familiar. Escribo muchísimo por trabajo y por afición. Me gusta cocinar y me encanta leer».







Te encanta leer. Algún libro que te haya impactado.

África llora, de Alberto Vázquez Figueroa, fue el primero que me marcó profundamente. Yo era muy joven. Cuando leí la última página en el metro, cerré el libro y me eché a llorar. Esa es la sensación que me gusta tener cuando leo un libro, cerrarlo y sentir como si hubiera acabado una etapa de mi vida. Ahora estoy leyendo Mujeres, raza y clase, de Angela Davis. Lo estoy disfrutando un montón, pero voy muy lenta porque me empapo en cada página, la leo dos o tres veces, la subrayo, busco la bibliografía… 

¿Qué estás descubriendo?

Lo que hace Angela Davis es poner palabras adecuadas y explicaciones  a sentimientos relacionados con ser consciente de mi negritud. Es un libro de pedagogía y reflexión que recomiendo a todo el mundo, incluso al que no está interesado en el tema, porque puede aprender mucho. 

Si pudieras elegir el trabajo de tu vida…

No sabría qué decirte. A partir del arte puedes hacer una cantidad inmensa de cosas. Soy actriz. De ahí pasé a hacer comedia. De la comedia a la escritura. Me gusta mucho escribir para los demás. Estuve incluso escribiendo votos de boda para otros. La gente me explicaba lo que querían expresar, me hablaban de la relación con su pareja y les ayudaba a poner palabras a esos sentimientos. Decantarme por una sola cosa me cuesta. 

¿De dónde viene tu vocación artística?

De niña hablaba en fang con mi familia, pero una de las primeras palabras que aprendí en español fue «pizpireta». Yo era una niña que iba saltando, literalmente, a los sitios. Siempre supe que tenía inquietudes artísticas. Recuerdo que cuando tenía tres años fuimos a misa a un pueblo cercano de donde vivíamos, en Guinea, y desaparecí. Todo la gente se puso a buscarme, mis padres histéricos, mis hermanos desesperados… Cuando la gente empezó a entrar en la iglesia para el comienzo de la misa salió el coro y allí estaba yo, al final, saltando y bailando.



Asaari Bibang el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Y desde entonces hasta hoy.

Vine a España con seis años y estuve haciendo gimnasia rítmica mucho tiempo y luego danza urbana. Con 15 empecé a hacer teatro y con 20 ya me había iniciado en la interpretación en varias obras. Con 23 me inicié como actriz en televisión y cine, y con 24 protagonicé mi primera película. 

¿Lo mejor de ser actriz?

Poder meterme en la piel de otros personajes. Quizá por eso acabé un poco harta de la ficción, porque al final siempre interpretaba los mismos estereotipos. Fue una decepción no poder interpretar personajes con distintos matices y experiencias. 

¿Sigue sin abrirse la oferta de personajes para actrices y actores negros?

Se han producido pequeños cambios, pero demasiado ligeros y superficiales. No hay aún una conciencia real para un cambio que es necesario. No está mal que se represente a una mujer negra como prostituta, porque las hay. Merecen ser representadas y que sus historias sean contadas de la forma más realista posible. El problema no está en que esos personajes existan, sino en que sean los únicos, porque en el imaginario colectivo se inserta la imagen de que las mujeres negras son prostitutas. Si cada vez que muestras a una persona negra en una película, el personaje aparece hablando con acento, se refuerza la idea de que una persona negra no puede ser española. Hay una reticencia casi enfermiza a mostrar la multiculturalidad que ya hay en España. Llegar a la gente es el mayor poder que uno puede tener, y creo que los medios de comunicación están colaborando de una manera nefasta a que vuelvan a cobrar fuerza muchos comportamientos racistas que pensábamos que, a estas alturas, estarían erradicados. Esos comportamientos ponen en peligro a muchas personas que vivimos en España. 

¿Te sientes en peligro?

Últimamente siento miedo. Es una sensación que no había tenido nunca, ni siquiera cuando estaba en el colegio, con siete años, y me insultaban por ser negra. Ahora tengo la sensación de que cualquier circunstancia que para otra persona no racializada se quedaría en una anécdota, con nosotros se puede desmadrar. El otro día en la pescadería una mujer marroquí le pidió con educación a una señora que no se colara y respetara su turno. ¿Tú sabes cómo se salió eso de madre? ¿Cómo empezó a ser atacada incluso por gente que no sabía de qué iba la historia? «Es que venís aquí a hacer lo que os da la gana», le decían. Y esto ocurre continuamente. 

¿Cómo llegaste al mundo de la comedia?

Me cansé de hacer de puta y me dije que necesitaba un poco de comedia en mi vida. Parece que como actor o actriz negra solo puedes hacer dramones porque nuestras vidas son un drama, no tenemos sentido del humor y nos pasamos el día bajando de pateras o haciendo reivindicaciones. Yo ya escribía poesía y siempre le ponía un toque cómico. Una amiga que organizaba un concurso de comedia me invitó a participar y quedé finalista. Ahí conocí a otros cómicos que me animaron a explorar esta vía. 

El humor del que te sirves es muy reflexivo.

La comedia es un código de comunicación muy potente que destruye muros que de otra forma no caerían. Pones a la persona que está frente a ti en disposición de escuchar. La gente en general se siente muy atacada si le hablas de racismo, si le dices que es racista. Hace falta un tiempo de reflexión, de autoconocimiento y de autocrítica –de deconstrucción– para llegar a un punto en el que ya no te ofende y lo utilizas para mejorarte y hacerte preguntas. La comedia, desde esa bondad que transmite, ayuda a llevar a la gente a ese punto, a pensar que no es un reproche, sino una realidad de la que es partícipe y de la que, si escucha, puede aprender. Cuando me subo a un escenario a hacer un monólogo no soy una activista, soy una cómica, y mi cometido es que la gente se ría. He tenido que aprender cómo hacer que mi discurso se convirtiera en algo que haga reír a la gente. 



Asaari Bibang el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Eres la única persona afroespañola que conozco haciendo comedia en vivo. ¿Te sientes un referente? 

Hace dos semanas conocí a una chica negra que me dijo que quería ser cómica por mí. ¡Uf! Eso es muy heavy. Me escribe gente diciéndome que me ha visto en televisión –hay muy pocas personas negras en la tele– y que se siente representada, que han vivido lo que yo cuento. No quiero ponerme la etiqueta de referente porque tengo 35 años y muchas contradicciones, pero me halaga profundamente que haya personas que se vean reflejadas positivamente en mí y que piensen que pueden llegar a espacios donde antes no llegaban. Como mujer negra tengo la responsabilidad de decir algo más aparte de que quiero actuar en el Albert Hall. Me parece responsable y coherente explicar cómo he llegado hasta aquí. 

¿Te consideras activista?

Admiro mucho a mis compañeros y compañeras activistas que están todo el día haciendo pedagogía. Muchos de ellos han recibido amenazas y lo han pasado mal porque es muy agotador. Yo lo he vivido como cómica, pero a otro nivel. Equipararme a lo que hacen me parece una aberración, pero creo que con mis acciones sí hago una especie de política activa. Soy una artista negra en un país en el que todavía tienen que cambiar muchas cosas y que necesita urgentemente un discurso antirracista. Y cuantas más voces haya, mejor. Es necesario que apoyemos desde otros espacios y desde otras artes lo que ellos hacen. 

¿Cómo ves el futuro?

Todas las mañanas hay un momento en el que me digo que no hay nada que hacer. La gente, en general, se hace eco del racismo que hay en España cuando alguien escribe un artículo cebándose con el futbolista Ansu Fati. Pero yo además me entero de lo que le ha pasado al vecino, de lo que ocurre en Nigeria, del actor al que le han dicho que no le cogían porque no quieren negros en la película. Recibo una cantidad de racismo al cabo del día apabullante, y hay días que siento mucho desasosiego. Pero luego pienso en mi niño y me digo que hay que seguir. Te alimentas de otras cosas buenas, de la gente que realmente intenta deconstruirse. A mis monólogos viene mucha gente joven y están mucho más deconstruidos de lo que lo estábamos nosotros, de lo que lo estaba yo misma, siendo negra. Ahí es donde veo la esperanza.   


Fotografía: Asaari Bibang


CON ELLA

«Estos pendientes me los regaló mi madre y me los pongo mucho para actuar. Yo no soy nada supersticiosa, pero me gusta decirle que me los he puesto. Ella dice que me dan suerte. Trabajo mucho, escribo todos los días, mejoro mis chistes… Pero la suerte también juega un factor bastante importante». 



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