Publicado por Enrique Bayo en |
En Sudán, el 10 de octubre es conocido como el ashara ashara, el diez del diez, en alusión a la unión del día y el mes. Pero también no son pocos los que aluden a esa jornada, en la que se celebra la fiesta de San Daniel Comboni, como el Comboni day. La Iglesia católica sudanesa reconoce en él a su más importante padre fundador y celebra su fiesta litúrgica como solemnidad en todas las comunidades cristianas de las dos diócesis del país: Jartum y El Obeid.
Comboni llegó a Sudán en 1857 y se convirtió en 1871 en el primer obispo del vicariato del África Central, con sede en Jartum, puesto que ocupó hasta su muerte. Monseñor Michael Didi, actual arzobispo de Jartum y sucesor de Comboni, reconoce en él «su enorme tenacidad ante las dificultades, frente a las que nunca retrocedió a pesar del abandono de tantos de sus colaboradores. También es admirable su acierto al fundar los institutos misioneros que continuarán su obra». El obispo auxiliar de Jartum, Monseñor Daniel Adwok, responsable de la zona pastoral de Kosti, también ve en Comboni «un hombre infatigable en un país hostil al cristianismo, que no se dejó desanimar por los que lo invitaban a abandonar la misión, incluido el organismo vaticano de Propaganda Fide». Y añade: «En su busca perseverante por la autonomía de los africanos, vino a dar vida y dignidad». Por su parte, el obispo de El Obeid, Yunan Tombe, insiste en la confianza total que Comboni depositó en los africanos como primeros protagonistas de su propio desarrollo.
Ciertamente, Comboni siempre buscó lo que él llamaba la «regeneración» total de los africanos, es decir, su promoción integral en todos los aspectos de la vida, algo que los católicos que integran la Iglesia sudanesa siempre le han reconocido. En su mayoría, estos católicos son negroafricanos, sobre todo sursudaneses y nubas originarios de la provincia sureña de Kordofán, pero diseminados hoy por todo el país. La vida nunca fue fácil para ellos, tantas veces humillados por los esclavistas, los colonizadores y considerados en muchas ocasiones como ciudadanos de segunda categoría en un mundo fuertemente islamizado. Peor es incluso la situación de los sursudaneses que perdieron sus derechos de ciudadanía tras la división del país en 2011. Celebrar a Comboni significa para todos ellos que nadie puede quitarles su dignidad de hombres y mujeres libres.
Comboni no es celebrado solo en las iglesias ni únicamente por los cristianos. Muchos otros sudaneses también estiman a Comboni y asocian su nombre al de escuelas con buena calidad educativa. De hecho, todas las escuelas católicas de Sudán, incluso aquellas que no son administradas por combonianos y combonianas, son popularmente conocidas como Comboni schools (escuelas de Comboni). Detrás de este hecho hay una larga historia.
Según el P. Jorge Naranjo, comboniano español que trabaja en Jartum, «allá donde Comboni había fundado una misión, surgía inmediatamente una escuela», lo cual es coherente con su interés por la promoción humana de los africanos. Sin embargo, la revuelta islámica conocida como la mahdya que sacudió Sudán a finales del siglo XIX arrasó por completo todas las fundaciones de Comboni. Cuando, años más tarde, los misioneros y misioneras combonianos pudieron regresar al país y continuar con la misión sudanesa, lo hicieron con la misma mentalidad que les había inculcado su fundador, dando a la educación un puesto relevante. No obstante habrá que esperar hasta 1929 para la fundación del Comboni College Khartoum (Colegio Comboni de Jartum; CCK, por sus siglas en inglés), una escuela secundaria que, de manera ininterrumpida, ha sido administrada por los Combonianos y que ahora celebra sus 90 años de existencia. Actualmente el centro acoge a unos 800 alumnos, chicos y chicas que cursan sus estudios en árabe o inglés. Si bien el CCK es la escuela católica más antigua de Sudán, con el tiempo y no sin dificultad, han ido naciendo otras muchas que ofrecen calidad educativa abierta a todos. El servicio que las escuelas de Comboni han aportado y aportan al país es bien reconocido. De hecho –explica Jorge Naranjo– cuando en 1964 el Gobierno sudanés decretó la expulsión de todos los misioneros extranjeros del sur del país, fue la presencia en el Ejecutivo de graduados del CCK lo que frenó que se decretara también la expulsión de los misioneros del norte.
La educación es la gran prioridad pastoral, no solo para los misioneros y las misioneras combonianos, sino para toda la Iglesia sudanesa. Solo en la archidiócesis de Jartum funcionan 48 escuelas católicas en las que cristianos y musulmanes de diferentes procedencias aprenden a convivir en un ambiente intercultural y multiétnico.
Llegó por fin el día diez del décimo mes, el ashara ashara, el día de Comboni 2019. Los católicos sudaneses y todos los estudiantes de las escuelas católicas del país estaban invitados a la fiesta. Un equipo de MUNDO NEGRO pudo vivirla en tres de los principales centros educativos de Jartum: el CCK; la vecina escuela primaria masculina, también llamada Comboni School desde su fundación en 1952; y la Sisters’ School, una escuela para chicas administrada por las misioneras combonianas.
En la escuela primaria, desde muy temprano, se podían escuchar las risas y los gritos de tantos niños que sabían que aquel día, a pesar de ser jueves, era especial y no habría clase.
Revoloteaban en torno al preocupado P. Diego Dalle Carbonare, misionero comboniano y director de la escuela, que veía cómo los actos iban a comenzar más tarde de lo previsto porque durante la noche el gran toldo montado en el patio para protegerse del fuerte sol de Jartum se había caído y había que reinstalarlo. Por fin, una oración para los cristianos y otra para los musulmanes abrieron los actos. A continuación se escuchó el himno nacional sudanés y enseguida se dio paso a los juegos para los más pequeños, todo dentro de un ambiente distendido y festivo.
También en el patio del CCK se había instalado un gran toldo para protegerse del sol. Además del P. Norberto Stonfer, director del colegio, y del claustro de profesores, muchos padres de alumnos asistían a esta fiesta a pesar de su marcado ambiente juvenil. May, una musulmana madre de dos alumnos no dudó en definir al CCK como «la mejor escuela de Sudán». Abdullah, un profesor de árabe que lleva 11 años enseñando en el CCK, afirmó lo mismo. En el escenario se sucedían la música, pequeñas representaciones teatrales y las danzas tradicionales. De repente, un grupo de alumnas sursudanesas interpretaron un baile moderno despertando la atención de todos.
La fiesta de Comboni en la Sisters’ School comenzó a las 10 de la mañana, tras dos horas lectivas. Esta escuela acoge a 850 jóvenes, de entre las cuales 144 son cristianas y el resto musulmanas. También la mayoría de sus 70 profesores son musulmanes, pero todos celebraron a Comboni como una gran y única familia. Para su directora, la comboniana etíope Weynshet Tadesse, el centro es un lugar donde se vive el diálogo intercultural cada día. Respecto a la fiesta afirmó: «Para mí, el momento más significativo ha sido cuando las chicas, muchas de ellas musulmanas, han presentado la figura de Comboni como alguien que ha venido a África para nuestro bien y que ha mostrado siempre una gran confianza en la mujer. Ellas lo han comprendido y eso me ha impactado mucho. Estoy contenta de ser comboniana y de poder vivir la misión en este centro».
Si bien las directrices pastorales recomiendan que la solemnidad de San Daniel Comboni sea vivida en todas las parroquias y comunidades cristianas de Sudán, sin concentrar la celebración en ningún lugar en particular, lo cierto es que muchos cristianos van este día a la catedral de Jartum. Según el misionero comboniano P. Giuseppe Puttinato la explicación hay que buscarla en la necesidad de los cristianos de sentirse parte de una comunidad consistente y numerosa en medio de un mundo mayoritariamente musulmán.
La catedral de Jartum fue construida durante los años 30 por los combonianos. A pesar de la belleza del edificio, sus dimensiones son pequeñas para celebraciones importantes, que deben tener lugar en el exterior, bajo un hangar instalado de manera permanente. Como el arzobispo de Jartum, monseñor Michael Didi, presidió este año la fiesta en la ciudad de Dongola, al norte del país, la celebración en la catedral estuvo encabezada por el cardenal Gabriel Zubeir Wako, arzobispo emérito de Jartum.
Una enorme imagen de Comboni presidía la celebración, en la que participaron más de 800 personas. Todo arrancó con las palabras de bienvenida: «Celebramos hoy a Comboni, que nos ha hecho pasar de la ignorancia al conocimiento, de la esclavitud a la libertad», y la música y los cantos comenzaron a sonar mientras se iniciaba la procesión de entrada. Toda la ceremonia fue en árabe, lengua litúrgica de los católicos sudaneses desde que fue definida como tal por el propio cardenal Zubeir. Le llovieron las críticas, pero el tiempo le ha dado la razón porque así todos los católicos de Sudán, en su diversidad, puedan orar juntos y sentirse en comunión.
El cardenal Zubeir es un gran admirador de Comboni. Durante su ministerio al frente de la archidiócesis de Jartum, entre 1981 y 2016, tuvieron lugar la beatificación y la canonización de Comboni, que él animó y apoyó con determinación. Las primeras palabras de su homilía fueron para recordar al santo italiano y las dificultades que afrontó para ser fiel a su vocación misionera, y que solo consiguió apoyado en su amor por Cristo y por los africanos. A continuación invitó a los presentes a tener, como Daniel Comboni, una visión en la vida que les ayude a saber por qué hacen las cosas. También el P. Jorge Naranjo tomó la palabra al final de la celebración para recordar que la mirada de Comboni sobre África no era la del colonizador o la del comerciante, sino una mirada desprovista de egoísmo, capaz de descubrir en los africanos a hermanos y hermanas en espera de que se manifieste para ellos el amor de Dios. Al final, el P. Naranjo formuló una pregunta que quedó sin respuesta: «¿Y tú, hijo de Comboni, con que ojos miras la realidad que te circunda?».