«La justicia restaurativa es una justicia que cura»

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Fania E. Davis, líder internacional en la lucha por los derechos de las personas negras

La abogada y activista estadounidense Fania E. Davis habla en La Casa Encendida (Madrid) sobre la justicia restaurativa, un enfoque de resolución de conflictos inspirado en ideas indígenas y alternativo a un sistema carcelario que «daña a la gente para mostrar que dañar está mal».


«¿Por qué no podemos ir a la feria y montar en la montaña rusa?», preguntaban Fania y sus hermanos a su madre. «¿Por qué tenemos que usar estos libros viejos y andrajosos que se caen a pedazos, heredados de las escuelas de los blancos?». Las primeras palabras que aprendieron a leer los hermanos Davis fueron white y black. Todo estaba segregado en Birmingham, Alabama (Estados Unidos), donde nacieron y crecieron. Las escuelas, las iglesias, las tiendas, los teatros, los parques, las piscinas, todo. Y esa separación se sumaba a la violencia. Por eso la localidad fue apodada «Bombingham» y su barrio «Dynamite Hill», debido a los numerosos atentados racistas contra familias afroamericanas que se mudaban allí y contra quienes luchaban por los derechos civiles entre finales de los años 40 y mediados de los 60.

El suceso que más afectó personalmente a Fania y a su hermana Angela ocurrió el 15 de septiembre de 1963: la explosión de una bomba en la iglesia baptista de la calle 16, antes del servicio religioso, que mató a dos de sus mejores amigas.

Esta historia, que tanto Fania como Angela han contado infinidad de veces, la escuchamos el pasado 25 de junio un reducido grupo de periodistas en la planta más alta de La Casa Encendida, en Madrid. Fania E. Davis, activista social y abogada por los derechos de las personas negras, ya jubilada, ofreció al día siguiente la conferencia «Justicia restaurativa: un compromiso radical con la sanación social e individual». Sentada junto a su traductora, con voz sosegada, amable y recorriendo con la mirada a cada uno de los que la escuchamos, Davis recuerda que cuando le preguntaba a su madre por qué tenían que vivir en un lugar donde sus amigas eran asesinadas, su madre, que era activista, le decía que el mundo no debería ser así, que no siempre sería así y que «seréis vosotras las que crearéis ese nuevo mundo». Fania se lo tomó en serio y acabó participando en el Movimiento por los Derechos Civiles, en el Black Power, en las Panteras Negras, en el movimiento feminista, en el que se opuso al apartheid y en muchos otros. «Me convertí en una guerrera de la justicia», dice.

Fania E. Davis junto a la traductora durante el encuentro con la prensa. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo




Disminuir el conflicto, no aumentarlo

Siguiendo el ejemplo de los abogados que defendieron a su hermana Angela, se hizo abogada y luchó contra el racismo y la opresión desde los tribunales durante más de 25 años. Pero le pasó factura.  «Después de todos esos años llena de rabia, empecé a enfermar, y sentí que necesitaba traer más energía curativa a mi vida. Había demasiado fuego, el fuego de la ira, y necesitaba equilibrarlo con las aguas de la curación». Durante un viaje por Sudáfrica contactó con sanadores indígenas, aprendió de ellos y descubrió en qué consiste la justicia restaurativa. «Fue una epifanía para mí. Sentí que podía ser tanto una sanadora como una guerrera. La justicia restaurativa es una justicia que cura, que no trata de que nos venguemos, sino de que nos recuperemos. Una justicia que busca disminuir el conflicto comunitario en lugar de aumentarlo».

Inspirada en ideas indígenas, la justicia restaurativa se basa en un enfoque de resolución de conflictos centrado en la reparación del daño causado por conductas delictivas, no solo en el castigo. Busca reparar las relaciones rotas encontrando soluciones que involucren a víctimas, infractores y a toda la comunidad, bajo la idea de que cuando alguien resulta perjudicado, todos resultan perjudicados de alguna manera. Howard Zehr, profesor emérito en el Center for Justice and Peacebuilding de la Eastern Mennonite University y un referente en este campo explica en El pequeño libro de la Justicia Restaurativa que «frente a la justicia punitiva, surgió como una forma de tratar los delitos considerados de menor gravedad, como robos y otros delitos contra la propiedad. Sin embargo, hoy en día, algunas comunidades cuentan con alternativas restauradoras para tratar formas más graves de violencia criminal (…). A partir de la experiencia de la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica, se han desarrollado iniciativas para aplicar un modelo de justicia restaurativa a situaciones de violencia masiva».

Fania E. Davis en La Casa Encendida (Madrid). Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



Justicia restaurativa en las escuelas

Davis puso en práctica estos principios, creando y dirigiendo durante 15 años la fundación Restorative Justice for Oakland Youth (RJOY), cuyo principal objetivo es la interrupción de los ciclos de violencia y encarcelamiento, que afectan mayoritariamente a la población afroamericana, a través de prácticas de justicia restaurativa en escuelas, comunidades y el sistema de justicia juvenil. «El trabajo que hicimos cambió totalmente la cara de Oakland. Demostramos que la justicia restaurativa puede detener la violencia en las escuelas y mejorar los resultados académicos», explica Davis. Tras los programas piloto de justicia restaurativa aplicados por la RJOY en una decena de escuelas de Oakland, los datos mostraron que la violencia y las expulsiones se redujeron significativamente y el rendimiento de los estudiantes mejoró. «Los estudios muestran que las expulsiones en los centros escolares aumentan la probabilidad de que esos jóvenes acaben siendo encarcelados. Lo que necesitamos es acercarles, no alejarles. Si son expulsados dejan de tener supervisión adulta y se van a las bandas callejeras. Pero cuando los estudios mostraron que éramos capaces de reducir el encarcelamiento, así como la violencia, el distrito escolar decidió aplicar la justicia restaurativa como política oficial para todos los estudiantes, no solo en las escuelas donde nosotros tenemos programas». Davis describe con un ejemplo la aplicación de esta filosofía, que ha llegado a aplicarse en más de 40 centros escolares. «Podemos detener el ciclo de la violencia con este trabajo de curación. Les enseñamos a hablar en lugar de luchar debido a sus diferencias. Una de las cosas que decimos a los que han cometido algún delito es sawubona, un saludo zulú que significa “te veo”. Pero no se refiere a que te vea físicamente. Lo que quiere decir es: “Te veo y eres importante para mí. Veo tu espíritu. Veo el regalo que eres para el mundo”. Creamos un espacio en el que ellos se sienten vistos y escuchados y tienen un sentimiento de pertenencia. Eso permite a nuestros jóvenes sacar de su mente la respuesta de lucha o huida cuando todo lo que uno ve son amenazas. A través de estos procedimientos y técnicas somos capaces de mostrarles que les amamos. Esto crea un profundo sentido de comunidad».

Fania E. Davis visitando la exposición «Un réquiem por la humanidad» con su comisaria, Tania Safura Adam, en La Casa Encendida. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Una cultura generadora de trauma

La justicia restaurativa tiene muchas formas y aplicaciones, pero generalmente implica reunir a todos los involucrados en un conflicto para buscar colectivamente una solución. «El sistema de justicia actual, el sistema de justicia carcelaria, daña a la gente que daña a la gente para mostrar que dañar a la gente está mal. Hace precisamente lo que dice que está mal. Es una represalia. Y eso lo único que consigue es aumentar el daño en el mundo», insiste Davis, que se dedica actualmente a escribir, viajar y dar conferencias sobre justicia restaurativa y raza, mientras la fundación que creó sigue creciendo con nuevas iniciativas como el Proyecto Nacional de Verdad y Reconciliación basado en la justicia restaurativa para abordar la violencia contra los afrodescendientes en Estados Unidos. «Nuestra cultura es una colosal generadora de trauma, especialmente para la gente negra. Esta cultura nació sobre la esclavitud, el comercio de esclavos, el robo de tierras y el genocidio. Y, en muchos sentidos, el sistema de justicia actual, el encarcelamiento masivo, es un descendiente directo de esos sistemas de daño en los que nacimos».

La justicia restaurativa requiere que la persona que causa el daño asuma su responsabilidad. Sin una disculpa auténtica no se puede llevar a cabo un proceso de reparación. El sistema que defiende Davis da la oportunidad de aprender de los errores. «Cuando están encarcelados, lo único que hacen es pensar en cuándo los van a soltar. Nunca piensan en lo que han hecho y en las consecuencias que sus actos han tenido sobre las personas dañadas. Y esa es la verdadera responsabilidad, aprender de tus errores. Nosotros no nos limitamos a hacer daño a alguien porque haya hecho daño a alguien metiéndole en una cárcel donde no aprenderá nada. Le traemos a la comunidad y le enseñamos».

Antes de que finalice este encuentro con la prensa, enmarcado en el ciclo anual «Mujeres contra la impunidad», que organizan La Casa Encendida y la Asociación de Mujeres de Guatemala, y podamos hacerle unas fotos, la activista lanza un mensaje de advertencia y esperanza que vuelve a incidir en la importancia de facilitar la reintegración de los infractores en la comunidad, promoviendo su rehabilitación y reduciendo la reincidencia: «Nuestro planeta no sobrevivirá hasta que aprendamos a convertirnos en sanadores. Tenemos mucho que aprender de los pueblos indígenas, y la justicia restaurativa se basa en las enseñanzas indígenas de sanación. Son culturas de curación y también culturas de responsabilidad».

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