Publicado por Javier Sánchez Salcedo en |
Compartir la entrada "Becha Sita Kumbu: «Soy de aquí»"
Todo corazón. Honestidad. Y privilegiar a la persona que tienes cerca. Es lo que siempre he visto en mi madre. Aunque nos faltara, ella siempre daba a quien más lo necesitaba.
Era una niña que vivía en Kinshasa en una familia de nivel medio. No pasé momentos muy difíciles. Mi padre era camionero, mi madre vendía y yo iba a la escuela. A veces ayudaba a mi madre a vender. La decisión de mi salida fue de ella, porque no veía futuro para mí. Había mucha gente que había estudiado y no trabajaba. Yo era la hija mayor, así que tenía que buscar una vida mejor.
Es una costumbre ir a Europa o a Estados Unidos y enviar remesas. Todas las familias quieren que su hijo o su hija haga ese esfuerzo. Yo salí muy pequeña, con 16 años.
Bien y mal. Al ser la primera hija estaba muy protegida por mi madre y por mi abuela. Pero sentía también felicidad por ir en busca de algo mejor. Estuve tres años en Angola. Era el camino de las personas congoleñas que querían ir a Europa porque era fácil conseguir visado. Cuando llegué a Barajas me acogió un amigo de mi padre. Estaba muy contenta viendo el aeropuerto, tantos edificios, tantos blancos, el metro… Era impresionante. Un momento muy bonito.
Sí. Después de una semana de estar en casa relajada, empezó a cambiar porque mi visado de turista de un mes se acababa y tenía que buscar otra forma de conseguir la documentación. Llegaron los momentos difíciles y me topé con el racismo. Recuerdo que entré en el metro, me senté y vi a una señora mayor de pie. Le ofrecí el sitio pero ella no quiso sentarse. Cuando otra persona, blanca, le ofreció su sitio, lo aceptó. No quería sentarse donde se había sentado una negra. Aquellos fueron momentos de aprendizaje, de entender que eres extranjera, que eres negra, que este no es tu país. Fue un proceso muy duro, pero ya lo tengo superado. Ahora me considero de España. Puedo hablar lingala, pero ya pienso en español. Soy de aquí.
Tengo 34 años, pero en mi mente es como si tuviera 80. He aprendido mucho. He conocido a mucha gente de diferentes nacionalidades: dominicana, mexicana, india… Por eso me encanta Madrid. Al estar lejos de mi padre y de mi madre, me he hecho más fuerte y ahora puedo compartir mi experiencia y ayudar a otros. Experiencia negativa solo una: que no estoy con mi familia. Siempre está la necesidad del abrazo a la madre, al padre, a la hermana. Siempre. Vengo de una familia muy unida. Gracias a Dios tengo a mis hermanos en Francia, y cada vez que me da un bajón voy a verlos para que me den consuelo. Y aquí está mi hija, que es la que me da fuerzas para poder seguir adelante.
Viajar no es difícil. Pero tengo un proyecto que quiero llevar a cabo en Congo y aún no tengo el dinero para poder hacerlo. Quiero volver cuando ya esté terminado.
Yo estudié costura en Congo antes de salir. Mi idea es crear una fundación que imparta allí clases gratuitas a madres solas para que produzcan ropa que podamos vender aquí. Y, por otra parte, ofrecer alojamiento a los niños que duermen en el mercado. Hay muchos niños huérfanos, niños a los que llaman brujos, o que han salido del pueblo y van a Kinshasa a buscarse la vida porque no tienen nada. Duermen en el mercado, sobre las maderas donde se pone la mercancía. Quiero construir un alojamiento para ellos, darles estudios y comida. Tengo la fundación registrada, Fundación Beshawear, y seis máquinas de coser. Allí está mi hermana, que también es modista, y hemos contratado a un maestro de costura. Ya hay tres mujeres que están aprendiendo. Mi padre, en su tiempo libre, se dedica al papeleo, pero me falta comprar un terreno para construir el edificio donde dar las clases y acoger a los niños. A ellos ya les ayudamos comprándoles ropa y comida, pero mi idea es sacarlos del mercado. Voy a luchar con todas mis fuerzas para llevarlo a cabo, y cuando esté terminado y mi corazón esté tranquilo volveré para ver a mis padres. Por el momento tengo que trabajar.
De mi familia. En casa de mi abuela siempre había más de 20 o 30 personas. Y en casa de mi madre igual. Ella hacía la comida para todas. Es lo que he vivido siempre. Y aquí en la tienda ocurre lo mismo. Ahora porque es pronto, pero a las cinco de la tarde se llena de gente. Siempre estamos muchos, aprendiendo y creciendo juntos. Creo que mi vida será siempre así, acogiendo. Hay que dar una oportunidad a los que no tienen.
Esto es África. Cuando llegas a la puerta, cruzas la frontera. Ha sido uno de mis objetivos cumplidos. Cuando llegué me pregunté qué podía aportar a este país. Desde pequeña le decía a mi madre que quería ser modista. Ella quiso serlo pero no pudo terminar sus estudios porque se quedó embarazada de mí. Cuando terminé el Bachillerato obtuve mi diploma de costura. Aquí en Madrid empecé a hacer bragas de cuello y a venderlas en las discotecas. Después, en la Asociación La Cúpula, donde estábamos gitanos, latinoamericanos y africanos, me dediqué a la parte de cultura africana textil. Conseguí una beca de la Fundación Mujeres por África y fui a la Universidad de Granada a hacer un curso intensivo sobre emprendimiento. Ahora difundo la cultura africana en España y a nivel internacional, y tengo esta tienda desde hace dos años.
Lo digo con orgullo: a la gente le gusta mi trabajo. Aquí encuentran calidad y estoy encantada con la respuesta. El 30 % de los clientes son africanos, el 30 % turistas y el 40 % españoles. Valoran el esfuerzo que hago cada día, y estoy muy agradecida por ello. La gente sabe todo lo que sufro para pagar este local, todas las horas que dedico. Ahora me he permitido no trabajar los lunes, pero durante 2019 he estado aquí de lunes a domingo, a veces desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche. No vendo mucho, no voy a mentir. En verano hay tres meses en los que puedes vender para pagar y quedarte con un poco, pero cuando se pasan es horrible. Solo te da para pagar el local y comer. Por eso tengo que estar tantas horas.
Por haber participado en muchos festivales multiculturales me he convertido en referente de la cultura africana. Mucha gente recién llegada a Madrid que necesita orientación viene a mí porque alguien le dice «Ve a Lavapiés, donde Becha, que te va a decir lo que tienes que hacer». Y yo les digo que vayan a Sercade o a Karibu, pero que antes se queden un rato a tomarse algo y a relajarse. Y al final hemos creado aquí un grupo de jóvenes que nos reunimos semanalmente y nos organizamos para ayudarnos entre nosotros. Algunos no tienen papeles o no tienen dónde dormir. Nos juntamos para hablar en libertad, para compartir una oferta de trabajo o apoyarnos cuando alguien pierde a sus padres en África. Un grupo de personas que intentamos tirar hacia adelante. Si alguien nos quiere ayudar, aquí hay muchos chicos y chicas que saben limpiar, pintar y cuidar, y que no tienen empleo. Quien quiera ayudar, que se ponga en contacto conmigo. Y que pasen a comprarnos, porque la persona que compra ayuda a Congo y nos ayuda a nosotros.
«Este es mi collar. Lo compré en Gambia y significa mucho para mí. Una calabaza con el mapa de África y árboles de ébano natural. Soy congoleña, pero he venido para cambiar un poco la historia de este continente que tiene tantas culturas y tanto que ofrecer. Soy una de esas personas que creen en la unión de África».
Compartir la entrada "Becha Sita Kumbu: «Soy de aquí»"