Publicado por Gonzalo Gómez en |
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13 años después, tras superar un cáncer de garganta y 580 días en la cárcel por corrupción, Luiz Inácio Lula da Silva volvió a ser el presidente de la República de Brasil el 1 de enero de 2023. La anulación de las sentencias contra él por parte del Tribunal Supremo, que cuestionó la independencia de los jueces que lo condenaron, abrió el camino para que el antiguo obrero y sindicalista alcanzara una presidencia que ya ejerció entre 2003 y 2010 con altos índices de popularidad.
En su investidura, Lula destacó como prioridades de su política exterior la cooperación con los países africanos y reivindicó los derechos de 120 millones de brasileños afrodescendientes, muchos de los cuales están entre los más pobres de un país «construido –dijo Lula– con el sudor y la sangre de nuestros ancestros africanos». Aunque las cifras sobre afrodescendientes son resbaladizas, la población negra de Brasil, según Lula, es la segunda más grande del mundo, solo por detrás de Nigeria.
La visión africana del presidente de Brasil contrasta con la mirada hacia otro lado de su antecesor, Jair Bolsonaro, que no visitó ningún país del continente y que se caracterizó por sus declaraciones altisonantes y por limitar sus relaciones diplomáticas que, en todo caso, se centraron en socios como los Estados Unidos de Trump, Rusia, China o Israel. A la anterior presidencia de Lula –en la que hizo 12 viajes a África y visitó 21 países–, le siguieron Dilma Roussef, también del Partido de los Trabajadores (PT), y Michel Temer. Con ellos, la relación Brasil-África se debilitó, pero no tanto como durante el mandato de Bolsonaro.
Si hay una frase que Lula ha repetido estos últimos meses es la de que «Brasil ha vuelto». Como un eslogan acuñado para fijarse en el consciente colectivo, el político lo ha repetido allí donde ha estado. Junto a su destacada participación en la reunión de los BRICS celebrada en Sudáfrica, Brasil regresó en 2023 a grupos que había abandonado, como la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), asumió la presidencia de Mercosur con el objetivo de negociar comercialmente con la Unión Europea y trató de revitalizar UNASUR. En 2024, Brasil asume la presidencia del G20, que culminará en noviembre con la cumbre en Río de Janeiro. En ella, junto a sus 19 miembros y la Unión Europea, participará la recién admitida Unión Africana.
Con todo, fuentes que conocen la administración brasileña cuestionan que el Gobierno se haya movido fuera tanto olvidando la necesidad de ordenar primero los temas de casa. Brasil ha vivido un contexto convulso, como puso de manifiesto la toma del Congreso por parte de seguidores del expresidente Bolsonaro días después de la toma de posesión de Lula.
En su primer Gobierno, el actual presidente construyó un liderazgo regional caracterizado por fortalecer las relaciones entre los países del Sur. La pujanza de Brasil le sentó junto a China, India y Rusia, que después, con la incorporación de Sudáfrica, completaron el grupo BRICS, de gran potencial para equilibrar los pesos internacionales.
En el protagonismo brasileño confluyeron factores como la expansión de sus empresas, pero no se puede subestimar la influencia de la personalidad de Lula y su visión política centrada en el multilateralismo y el ejercicio de la diplomacia. La doctora Gladys Lechini, experta en relaciones internacionales, señala la importancia de la «diplomacia cultural en la que ciertos símbolos de la cultura brasileña fueron utilizados como agente de sus relaciones internacionales». La reivindicación de la cooperación Sur-Sur por parte de Lula y su referencia a una tarea conjunta entre África y América Latina fue constante en sus mandatos. Ejemplos de esto fueron la creación del Foro Brasil-África y sus visitas al continente. En sus primeros años de Gobierno se creó la Universidad de Integración Internacional de -Lusofonía Afro-Brasileña vinculada al Ministerio de Educación, se introdujo de manera obligatoria el estudio de la historia y la cultura africana y afrobrasileña en todos los niveles de enseñanza, y se creó la Secretaría Especial de Políticas de Promoción de la Igualdad Racial. Hay que destacar también el trabajo de la Agencia Brasileña de Cooperación (ABC), centrada en el intercambio de experiencias, así como la ayuda a pequeños campesinos africanos en tierras similares a las del nordeste de Brasil.
La cooperación Sur-Sur, la invocación y defensa de las raíces africanas de parte de la población brasileña, así como la de los derechos indígenas, y el uso del portugués como acercamiento a los países africanos lusófonos fueron elementos marca Lula. El entonces presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, calificó en 2005 a Lula como «el primer presidente negro de Brasil». «Considérese un africano», añadió.
En julio de 2023, Lula pasó por Cabo Verde a la vuelta de la cumbre de la CELAC y la UE en Bruselas. Lula dijo que era «solo una escala», pero aprovechó para entrevistarse con el presidente José María Neves e hizo unas declaraciones, retransmitidas en directo por la televisión nacional, sobre su inclinación por África. Su primer viaje oficial al continente fue a finales de agosto con motivo de la cumbre de los BRICS en Sudáfrica, que continuó con una visita oficial a Angola y terminó en Santo Tomé y Príncipe, donde acudió al encuentro de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP), también integrada por Angola, Cabo -Verde, Guinea-Bissau, Guinea Ecuatorial, Mozambique, Portugal y Timor Oriental. Lula puso empeño en hacer llegar el mensaje del regreso y dijo que una de sus prioridades con África era crear nuevos y más intensos lazos comerciales. Brasil quiere diversificar sus exportaciones y hacerlas más complejas tras haber perdido espacio con otros competidores.
En Angola, Lula dijo que Brasil compartirá con África las tecnologías agrícolas que permitieron convertir la sabana brasileña en tierra de cultivo. El mandatario destacó el potencial de África para crear sus propios alimentos y hasta de ofrecerlos a nivel global. «Es un lugar donde todo está por hacer, por eso estoy obsesionado por trabajar por África», dijo en un encuentro con empresarios brasileños en Sudáfrica. Además de la economía, Lula aprovechó el viaje para pedir la reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. «¿Qué representación tiene África en el Consejo de Seguridad?», preguntó el presidente brasileño en Angola. También habló del Fondo Monetario Internacional (FMI), al que criticó por mantener una deuda imposible de pagar por las economías africanas. El brasileño pidió al organismo que transforme esa deuda en infraestructuras para que puedan hacerse cargo, después, de sus obligaciones financieras.
El momento fuerte de la gira africana del brasileño fue la XV Cumbre de los BRICS en Johannesburgo, que llevaba por título «BRICS y África: asociación para un crecimiento mutuo acelerado, desarrollo sostenible y multilateralismo inclusivo». En la reunión participaron el anfitrión y presidente sudafricano, Cyril -Ramaphosa; el primer ministro indio, Narendra Modi; el presidente chino, Xi Jinping; y el propio Lula da Silva. Vladimir Putin, señalado por el Tribunal Penal Internacional, no acudió, pero sí Serguéi Lavrov, su ministro de Exteriores. Lo más destacado fue que se anunció que en 2024 se incorporarían al grupo Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Argentina y dos países africanos, Egipto y Etiopía. Sin embargo, es previsible que Argentina no acabe uniéndose tras la victoria presidencial de Javier Milei. Aunque los BRICS son un grupo heterogéneo y mantienen tensiones que dificultan su funcionamiento como bloque, suponen un contrapeso al poder occidental representado por el G7 (-integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) y concuerdan, en teoría, con el concepto de cooperación Sur-Sur que preconiza el dirigente brasileño.
Ante los BRICS, Lula fue prolijo en menciones al continente. «Nos une el pasado, pero también compartimos una visión de futuro», dijo. También destacó que África está construyendo «un ambicioso proyecto de zona de libre comercio con 54 países, 1.300 millones de personas y más de 3.000 millones de dólares de PIB. En este continente, que es el más joven del mundo y será el más poblado en 2100 –añadió–, hay innumerables oportunidades para productos brasileños como alimentos y bebidas, petróleo, hierro, vehículos y productos siderúrgicos. África alberga el 65 % de la tierra cultivable disponible en el mundo y tiene una fuerte vocación de ser una potencia agrícola». Lula mencionó la importancia estratégica de colaborar con el Banco Africano de Desarrollo y destacó algunos temas en los que el continente crearía oportunidades de negocio; entre otros, la cobertura de Internet y los centros tecnológicos, la salud o los minerales estratégicos como el litio y el cobalto, claves en la transformación energética.
En Angola, país de habla portuguesa, el dirigente se mostró cómodo. «Es la primera visita de Estado que hago a un país africano durante este mandato. Es un momento especial que simboliza el regreso de Brasil a África». El brasileño calificó Angola como un «puente» con el continente «hermano». Lula tuvo palabras para la comunidad brasileña en Angola, la mayor en el continente, y asistió a un foro empresarial de la Cámara de Comercio en el que participaron inversores de ambos países. Allí incidió en la intención de trabajar con África: «Tenemos que soñar grande y soñar muy lejos». El presidente João Lourenço, que le acompañaba, aprovechó para animar a los inversores brasileños a que confíen en las posibilidades de Angola. Lula anunció su idea de abrir un consulado general en Luanda y de reeditar las Conferencias de Intelectuales de África y de la Diáspora, un evento que se celebró en 2004 en Dakar (Senegal) y en 2006 en Salvador de Bahía (Brasil).
Una de las primeras cosas que hizo Lula en 2023 fue asociar Brasil a Indonesia y República Democrática de Congo para proteger los bosques tropicales, y es que la agenda climática será uno de los escenarios en los que confluyan los intereses de África y Brasil, aunque falta ver cómo se concreta. En la apertura del XI Foro Brasil-África, que reúne a autoridades, expertos y empresarios para hablar de las relaciones entre país y continente, el exministro brasileño y consejero jefe de la Presidencia, Celso Amorim, dijo que 2024 sería el año de África en la política exterior brasileña: «En el primer año [de la legislatura] era necesario que el país se reinsertara en el mundo, por eso, nuestro jefe de Estado asistió a eventos internacionales de diversa índole, pero habrá más atención a África», prometió. Amorim precisó poco, quizá en la línea de lo que ha sido el tiempo de Gobierno de Lula respecto a África: un año de declaraciones y gestos expresivos con no demasiados hechos.
La llamada cooperación Sur-Sur, en la que se sitúa la relación entre Brasil y África, no responde a los mismos retos que hace dos décadas, cuando Brasil estaba en pleno auge. El Gobierno brasileño está hoy más condicionado por temas presupuestarios, pero también por la polarización política interna y externa. La propia África ha cambiado y la competencia entre chinos, europeos, estadounidenses, rusos o indios es mayor. «La versión 2.0 de Lula tiene muchos inconvenientes y el nuevo reparto de África deja menos margen a Brasil», dice Lechini a MUNDO NEGRO. Brasil ha cedido peso económico y, como señala la edición brasileña de Le -Monde Diplomatique citando a Stephen -Deveraux, la cooperación Sur-Sur brasileña «tendrá que demostrar que su compromiso con el aprendizaje mutuo es más que palabrería y que el país está interesado de verdad en aprender de las innovaciones de los países africanos». En este sentido inciden comentarios de académicos brasileños que comentan que además de la cuestión política, Lula siempre fue a África por una cuestión mercantil. El núcleo duro del comercio brasileño es el agronegocio, y sus intereses están representados en la política de un presidente que sabe que los gobiernos pueden decidirse por la influencia de ese sector en las votaciones.
Lula debe actuar para reconstruir la credibilidad de Brasil y en 2023 lo ha hecho en el plano de la comunicación. Habrá que esperar para ver en qué se materializan esas asociaciones en pie de igualdad con los africanos en 2024 por parte de un presidente que, como sintetiza -Lechini, tiene «más debilidades y menos fortalezas que el primer Lula».
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