Burna Boy y la sombra de Fela Kuti

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El artista nigeriano, entre los escenarios y el activismo político


El cantante nigeriano, uno de los 100 africanos más influyentes en 2023, según la revista New African, no es recibido de forma unánime por sus compatriotas. Mientras que unos se quedan con el impacto de su música, otros quieren ver a un activista comprometido con su sociedad, como hizo en su momento Fela Kuti. El debate está servido.



Diciembre de 2019. En una habitación están ­Damini Ebunoluwa Ogulu; su madre, Bose Ogulu; y el padre de esta, Benson Idonije. Citados así, podrían ser ciudadanos corrientes, pero el primero es el mayor artista de la música africana actual, el nigeriano Burna Boy, y el último, el mánager del mayor cantante del país, Fela Kuti. La cadena VICE los juntó para unir ambas épocas de la música del país. A mitad de la entrevista, cuando el abuelo se refirió a los músicos actuales, la cosa se torció.

«Quieren ganar dinero, pero no les importa la música. Solo unos pocos tienen verdadero talento y lo viven como algo espiritual», explicó Idonije al reportero.

«Esto va a ser un capítulo muy aburrido, hermano», contestó con desdén un Burna Boy repantingado y sin mirar a su abuelo.

«No lo es», contestó entre risas el reportero.

Lo que parecía una broma del artista acabó peor. A Burna Boy le cambió el semblante y contestó serio: «No, es aburrido hermano. Créeme, vámonos y hagamos algo». Burna se levantó y, sin mirar a su abuelo, pidió al reportero que se fuera con él, pero este se resistió. «No creo que sea aburrido, creo que es fascinante». El reportero quería quedarse, pero eso no estaba en los planes del cantante.

«Sí que lo es. Que les den a las historietas, vámonos», zanjó Burna Boy ante la incómoda mirada de su madre, su abuelo y el reportero.

El vídeo corrió como la pólvora por redes sociales. El desplante a su madre y a su abuelo hizo que le llovieran críticas de todo tipo. Entonces, su disco African Giant, publicado en julio de 2019, era el más escuchado en Spotify –Love, Damini, su último trabajo, tiene más de 600 millones de reproducciones en la plataforma–. Otro disco suyo, Twice as Tall, le llevó a ganar el Grammy a Mejor Álbum de Música Global en 2021. «Burna Boy es irrespetuoso y orgulloso, pero todavía vibramos con él. Es una relación tóxica», acertaba a contestar en la red social X la nigeriana Jessica Onuoha.


Una mujer se manifiesta en Londres, el 21 de octubre de 2020, contra la violencia policial en Nigeria. Fotografía: Leon Neal / Getty. En la imagen superior, Burna Boy durante el primer día del Afro Nation Detroit Festival, el pasado 19 de agosto. Fotografía: Aaron J. Thornton / Getty

Comparaciones polémicas

La figura de Fela Kuti trasciende las fronteras de Nigeria como símbolo de la oposición a las dictaduras del siglo XX y como un activo político esencial para la resistencia callejera. Sus letras y su estilo musical han influenciado a todo el que viene detrás, y Burna Boy no es una excepción.

«Cuando Burna empezó, copiaba a Fela un poco. Puedes ver un poco de Fela en él, su gloria, pero ha evolucionado», comenta, desde un estudio musical en Lagos, Kingsley Adaoji, conocido como Spenta, uno de los jóvenes nigerianos que quieren labrarse una carrera musical y admiran a Burna Boy.

Las conexiones familiares con Kuti y su éxito no han hecho más que aumentar las comparaciones, algo que él mismo ha espoleado. En 2020 tuiteó: «¡Es un HECHO! (sic). Siempre supe que era y soy EL MEJOR (sic). Todos los que creen que son los mejores saben que yo soy el mejor desde Fela Kuti». Días después borró el mensaje tras las críticas recibidas por su arrogancia.

Sin embargo, la realidad es que Burna Boy dista mucho de su ídolo. «Al principio de su carrera buscó a Fela, estaba rehaciendo su música, adoptando su lenguaje debido a la relación de su abuelo con él», explicaba en una entrevista Wilfred Okiche, periodista y crítico musical nigeriano. Okiche contaba en un artículo en African Arguments cómo en la canción «Collateral Damage», literalmente replicaba dos estrofas de «Tears and Blood», una canción de 1977 de Fela Kuti. Con ella, Burna buscaba criticar la apatía de la ciudadanía ante la corrupción gubernamental, pero sus acciones no acompañaban a sus palabras. «Fela era un tipo que se arriesgaba una y otra vez. Cuando decía que su gente estaba sufriendo, él sabía lo que era sufrir, estaba en la calle, perdió propiedades, lo golpearon y detuvieron. Burna Boy no tiene ningún derecho a acusar a la gente de ser apática o de no estar lo suficientemente enfadada porque no ha puesto nada en juego», dice Okiche. Para el crítico, su compromiso social es solo una máscara para vender más. «La historia va acompañada de excelentes relaciones públicas y Burna ha logrado contar la suya», explica. Sus letras distan de su presencia en momentos duros de la vida nigeriana.

En las protestas contra la violencia policial en Nigeria –que se extendieron en la calle y en las redes sociales con la etiqueta #EndSARS–, muchos le recriminaron no ser el referente de lo que cantaba en sus canciones. Pero Burna Boy estaba en Londres, desde donde se acabó sumando a la protesta. Al final, publicó el single «20 10 20», en referencia al asesinato ese día de al menos 12 manifestantes en el peaje de Lekki. «Con #EndSARS prácticamente le obligaron a hablar. Fue intimidado antes de hacer una declaración patética, lo mismo que con las elecciones de este año [en relación a las presidenciales del año pasado]», comenta Okiche.

En 2023, los nigerianos estaban ilusionados ante la oportunidad de elegir a un candidato fuera del bipartidismo tradicional. La Comisión Electoral había prometido transparencia y resultados en directo en su web, pero nada de eso funcionó y las acusaciones de manipulación salieron por todo el país, con muchos centros electorales cerrando tarde. Era un fracaso, pero Burna Boy no se refirió a ello.

Dos días después de los comicios, lo hizo en su cuenta de Instagram, pero en lugar de tomar conciencia como con la violencia policial, se extrañó de que le preguntasen por eso. «No sé por qué es tan importante para algunos nigerianos que no haya hablado de las elecciones. Personalmente no tengo un candidato en el que crea. Nunca he apoyado a ningún partido político o candidato porque no quiero haceros votar y que luego me culpéis cuando la persona meta la pata como siempre. Dicho esto, espero que todos los votos cuenten y que gane el mejor».

Burna Boy no quiso posicionarse públicamente, pero lo que no comprendió es que sus fans no buscaran el respaldo a algún candidato, sino que condenara los abusos electorales por parte de una dirigencia política sobre cuyas críticas había construido su carrera musical.

Una estrella a la americana

Los que le critican dicen que no está cerca de la calle y que entra en contradicciones con el fin de vender más en Occidente, como cantar con un británico blanco –Chris Martin, vocalista de Coldplay– una canción que incluye frases contra el colonialismo de autoras panafricanistas como Aminata Ama Aidoo.

Otra de las críticas es que, a pesar de cantar los problemas de la gente y criticar a los poderosos, admira al multimillonario nigeriano Aliko Dangote, el hombre más rico de África, y adora la fama y el lujo.

Para Okiche, los fans no deben mirarle como alguien socialmente comprometido, porque él no quiere ser un referente como Fela: «No es una persona que tiene eso dentro. Es alguien que quiere estar en la Gala MET, usar joyas, salir con Rihanna, y eso está bien. De esa manera, los nigerianos pueden identificarse con alguien a quien pueden admirar».
A pesar de sus polémicas, Burna Boy es una estrella internacional al alza. El artista ha labrado su éxito cantando en las lenguas locales yoruba e ibo, así como en inglés pidgin nigeriano, una mezcla local.

Spenta, que le pudo conocer en 2020 en uno de sus conciertos en el Hotel Eko, en Lagos, lo describe a la perfección: «En la vida no todo el mundo te amará. Algunas personas creen en Burna, otras dicen que es violento. Incluso si no te gusta su música, te gustan sus vibraciones». Pero Burna Boy gusta a cada vez más gente. La clave no está en sus letras, sino en su música. «Tiene canciones que son increíblemente pegadizas y las interpreta bien», admite Okiche. Separar al artista de la persona es complicado, aún más cuando ha cimentado su carrera en la crítica social. Burna Boy se parece más a Justin Bieber que a Fela Kuti, aunque muchos esperen de él un compromiso social que realmente no busca.





Para saber más



Por Óscar Mateos



El continente africano protagoniza una inagotable ola de protestas políticas desde hace más de una década. Las «primaveras africanas», sin embargo, han recibido una escasa atención mediática. Pocos medios nacionales e internacionales han tratado de entender las causas estructurales de estas movilizaciones sociales y, sobre todo, los significados e implicaciones que tienen para el presente y futuro de los sistemas políticos y democráticos africanos. Pero lo cierto es que estas movilizaciones son relevantes para entender las transformaciones de fondo que se están produciendo en multitud de países.

Para contextualizar de forma rigurosa este fenómeno hay que acudir a dos obras referentes por su profundidad, por la diversidad de casos que abordan y, sobre todo, por la solvencia de los autores y autoras que las firman. La primera de ellas es ­Africa Uprising: Popular Protest and Political Change (Zed Books, 2015), libro escrito a cuatro manos por Adam Branch (Universidad de Cambridge) y Zachariah Mampilly (Universidad CUNY, de Nueva York). A través del estudio de los casos de Nigeria, Sudán, Uganda y Etiopía, el trabajo sitúa la actual ola de activismo social en un contexto histórico amplio, reconociendo la larga trayectoria de activismo que ha impulsado todos los procesos políticos africanos a lo largo de su historia, y analizando también la interacción de factores globales –como el papel de África en la economía mundial– con factores de tipo doméstico –el errático rumbo de muchos gobiernos africanos o el papel de la cultura popular africana, por ejemplo–. Un libro que, por su solidez, bien merecería ser traducido al castellano. La segunda referencia viene firmada por la profesora Lisa Mueller, del Macalester College (EE. UU). Political Protest in Contemporary Africa (Cambridge University, 2018) es también una excelente disección de las causas, los actores y los efectos de la ola de protestas políticas en diversos países africanos. A través de un extenso trabajo de campo, la autora considera que las protestas vienen impulsadas por una «clase media emergente» cuyos miembros desean tener influencia política y aspiran a una cierta renovación democrática, así como por sectores sociales que viven en condiciones mucho más precarias y que están motivados por preocupaciones materiales más que por cualquier agravio contra el régimen gobernante.

Un aspecto ineludible en el contexto de las protestas africanas es, sin duda, el papel de los medios digitales. El uso de los teléfonos móviles y de las diferentes plataformas o redes sociales –YouTube, X o Facebook– han configurado una forma de activismo digital que confronta las estrategias del poder político –que en muchos casos ha recurrido a intentar «apagar» Internet o a neutralizar el acceso a las redes sociales– de forma cada vez más innovadora. Las referencias podrían ser también numerosas, pero vale la pena destacar dos perfiles a los que no hay que perder de vista y dos iniciativas africanas especialmente sugerentes. En cuanto a los perfiles, los trabajos del periodista Carlos Bajo (@cbajo) y de la activista de origen gambiano Aisha Dabo (@mashanubian) son ineludibles. A través de sus crónicas sobre las diferentes iniciativas de activismo digital, sobre todo en África occidental, Bajo nos ayuda a entender las características y el potencial de la dimensión digital en el contexto de las protestas, mientras que Dabo ha sido una de las figuras visibles en la articulación de la plataforma de activistas digitales Africtivistes (@AFRICTIVISTES, africtivistes.com) que aglutina y coordina el trabajo de decenas de activistas digitales, sobre todo de África central y occidental. Junto a esta, una segunda iniciativa a tener en cuenta es Afrikki (@­AAfrikki), que pone en contacto el trabajo del activismo local con las respectivas diásporas.

Estamos ante un fenómeno en plena efervescencia, cuya comprensión necesita mayor visibilización mediática, así como trabajos que profundicen en sus motivaciones e implicaciones, en el corto, medio y largo plazo, para las sociedades africanas.

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