«El bilingüismo es un reto para la educación en África»

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Hna. Teresa Amayuelas, misionera concepcionista


La preocupación de la Iglesia por la educación en República Democrática de Congo (RDC) es antigua. Hoy, un tercio de su alumnado estudia en centros de titularidad eclesial. La Hna. Teresa Amayuelas, misionera concepcionista, es testigo de las transformaciones sociales en el país y del impacto de las nuevas tecnologías en la educación.


Ha vivido 38 años como misionera en África ¿Por qué África? 

No escogí África, sino que me envió la congregación. Cuando hacemos la profesión religiosa, dejamos el campo abierto para que nuestras superioras nos envíen según las necesidades, aunque siempre nos consultan. A mí me propusieron ir a RDC y mi primera reacción fue decir que no porque me daba miedo el francés, que me era desconocido. Después confié en la providencia y acepté. Con el tiempo me enamoré de África, de sus gentes y de su cultura. 

¿Cuáles fueron sus primeras impresiones en 1981?

Recuerdo que llegué a Kinshasa el 24 de octubre. Había una manifestación y, cuando salimos del aeropuerto, vi que había muchísima gente por la calle. La imagen que se me quedó grabada es la de las mamás con sus niños en la espalda. Aún sin saber en qué condiciones vivían estas mujeres, esta imagen me encantó. Me dije que estos niños debían crecer con un sentido de seguridad muy grande porque están en contacto permanente con su madre. Esta imagen me llenó de esperanza desde el primer momento, y no la he olvidado. Creo que la sonrisa y la alegría del pueblo africano nacen de este contacto materno de los primeros años, viendo el rostro de su madre, que le da la vuelta, que le sonríe, que le tiende la mano… Es bellísimo.

Fotografía: Lwanga Kakule Silusawa
En 2001 volvió a España, donde estuvo durante un tiempo. Luego trabajó en Camerún y Guinea Ecuatorial, y en 2011 regresó a RDC. ¿Qué cambios notó diez años después de su marcha?

Percibí una mayor conciencia ciudadana. Durante el primer período, me daba la impresión de que el pueblo congoleño no mostraba interés por asumir el mando de su destino. Me costaba entender esto. Pero era normal, porque con la dictadura de Mobutu el pueblo tenía miedo de manifestar su opinión sobre lo que ocurría; estaba como encogido. Por el contrario, cuando volví, noté que los congoleños tenían ansia de liderar el cambio y de ser artífices de su futuro. Este pueblo es muy creativo y tiene un dinamismo interior muy fuerte, por eso los admiro, aunque no es menos cierto que la influencia de otras culturas ha perjudicado su mentalidad, especialmente entre los jóvenes. En la televisión, a través de películas, telenovelas, o de otros programas, abundan los contravalores. Se habla, por ejemplo, de parejas destruidas, metidas en infidelidades, rencillas, rivalidades, -celos, -venganzas… Es una especie de basura de la que nos alimentamos a veces. Se precisa de una buena formación para discernir lo adecuado de lo nocivo. Sin embargo, no cabe duda del gran valor de los medios de comunicación para favorecer el intercambio cultural entre los pueblos. 

Cuando hablamos de RDC, nos fijamos en los conflictos armados del este. Se sabe, sin embargo, muy poco de lo que ocurre en otras partes del país. ¿Qué nos cuenta del oeste, donde más ha trabajado usted?

Cuando mi familia escuchaba malas noticias del país, me llamaban para preguntar por mí, por las hermanas y la gente. Estaban preocupados por la situación. Yo les contestaba que estábamos muy tranquilos, lejos de la zona de conflicto. En nuestra zona, gracias a Dios, no hay grupos armados. Los recursos naturales en el lugar donde yo trabajaba son, básicamente, la agricultura y la pesca. No hay minerales, y casi podríamos afirmar que esto nos evita conflictos como los que ocurren en el este, en la zona de los Grandes Lagos, donde mucha gente muere por problemas generados en torno a la explotación del oro, los diamantes y el coltán que se encuentran en el subsuelo.

Pero tenemos otros males como la malnutrición, las enfermedades y la falta de medios para combatirlas. Las carreteras son casi inexistentes, nos faltan la electricidad y el agua potable. Cuando vas a Kinshasa, ves la avenida 30 de junio muy bonita… Sirve justo para que la contemples cuando llegas del aeropuerto y te diriges al hotel. Pero si sales de la 30 de junio, te das cuenta del mal estado de las calles en la misma capital. Si esto es así en Kinshasa, imagínese en el interior del país. Y los conductores congoleños son tan artistas que, en medio de baches, viento y marea, se apañan con estas carreteras. Esto influye negativamente en el comercio, porque la gente en los poblados cultiva pero, debido al mal estado de la red viaria, los productos llegan estropeados a su destino. Para que se desarrolle el comercio creo que la primera necesidad es contar con buenas comunicaciones. Y esto, sin carreteras, es imposible.


Un profesor y un grupo de alumnos en la escuela Lugo, del barrio de Kindele (Kinshasa). Fotografía: Enrique Bayo



Su labor se ha centrado sobre todo en la educación ¿Qué opina del sistema educativo congoleño?

Los padres tienen un gran interés en la educación de sus hijos, tanto en las zonas urbanas como en las rurales, pero no disponen de los medios necesarios para ello. El Estado paga a los profesores de las escuelas públicas, pero siempre es necesaria la colaboración económica de los padres, porque el salario es insuficiente. A pesar de lo poquito que se paga a los profesores, estos hacen un gran esfuerzo y dan el máximo de sus posibilidades. Viendo las condiciones en las que viven y la calidad de su trabajo, es de admirar su esfuerzo y dedicación.

¿Qué cambios percibe?

Ha habido muchos en los últimos años. Las nuevas tecnologías han introducido situaciones nuevas. Ahora las dificultades son mayores. Las redes sociales suscitan en los jóvenes deseos que, al final, no pueden cumplir. Al ponerse en contacto con realidades diferentes de la suya, se abren a otros universos y se preguntan por qué les ha tocado vivir esta, lo que explica la aparición de una frustración que repercute en los estudios y en otros aspectos de su vida.

Pero también te encuentras con chicos y chicas conscientes que te dicen: «Quiero tener una mejor posición mañana, tengo que estudiar más». Nuestra labor es animarlos para que sigan estudiando y mejoren la situación de su país y su región.

¿Las escuelas están preparadas para afrontar esta nueva realidad? 

No es lo mismo hablar de las escuelas en las grandes ciudades que en los pueblos, donde se carece de lo necesario. Hay escuelas de gran calidad y competencia, aunque no son muchas para las necesidades del país. El Gobierno está haciendo un gran esfuerzo en la reforma educativa para responder a las necesidades actuales. 

En la universidad, las nuevas tecnologías son muy necesarias, ya que no todos los estudiantes tienen acceso a los libros. Esto constituye un desafío, porque muchas veces los chicos no son capaces de distinguir entre la información científica y la información falsa. Hace falta una formación de calidad para poder navegar con garantías en el gran filón de Internet. En nuestros centros, desde primaria, intentamos formar a los alumnos en el uso de las nuevas tecnologías.

¿Cómo conviven en la educación las lenguas locales y el francés, oficial en todo el país?

Hay que promover las lenguas locales, pero no podemos dejar de lado la lengua que nos abre al mundo y que nos da acceso a la ciencia universal. Se suele rechazar el francés porque vino con la colonización, lo cual es normal, pero no se debe olvidar que gracias a él nos abrimos a otras culturas. Mientras no dispongamos de otra vía de acceso al mundo intelectual, hemos de trabajar con el francés. 

La implantación en Primaria de la enseñanza de las lenguas locales no facilita la comprensión del francés. De hecho, te encuentras con facilidad a universitarios que no saben expresarse en francés. ¿Cómo van a aprender si en la universidad tienen que estudiar todo en francés, y en lingala o kikongo no tenemos libros científicos? Durante los últimos años, he trabajado en una residencia universitaria en Mbanza -Ngungu. Me he dado cuenta de que las chicas que viven allí tienen muchas dificultades para expresarse en francés: cuando se ponen a estudiar, no comprenden lo que leen. Creo que el bilingüismo es un reto muy grande para la educación no solo en RDC, sino en toda África. 



Una mujer porta una cesta de pan en Kinshasa. La educación y la independencia económica son claves para el desarrollo de la mujer en el país. Fotografía: Marco Longari / Getty


¿Es factible la gratuidad de la enseñanza escolar que anunció el Gobierno a principio de curso?

Sin ofrecer al profesorado unos salarios convenientes, creo que es una trampa y una gran dificultad para la enseñanza. Cuando el Estado dice a los padres: «No tenéis que abonar nada por la educación de vuestros hijos», y al profesor le paga solo una nómina de unos 90 dólares al mes, estamos ante una contradicción enorme. Si tú pregonas la enseñanza gratuita, debes pagar al profesorado de manera que este pueda vivir con dignidad.

A lo largo de los últimos años ha aumentado el número de mujeres alfabetizadas en RDC. ¿A qué factores cree que se debe este incremento? 

Muchas entidades están trabajando por su dignificación. La mujer africana es muy valiosa. Actualmente puede acceder a todos los niveles de la educación, y hay un gran interés por que esté presente en todos los ámbitos de la vida social. Es inconcebible que haya hombres que las menosprecien. Desde mi experiencia en Mbanza Ngungu y en la capital, en Kinshasa, veo que la mujer congoleña va emergiendo, se va liberando, aunque todavía queda mucho camino por recorrer. Eso sí, en el interior, en las zonas rurales, la situación de la mujer todavía es bastante deficiente.

Creo que la mujer ha de conquistar su dignidad como persona por lo que es en sí misma, no solo por sus estudios. Ella misma debe valorarse así. Debe tener competencias y dignidad, porque tiene grandes y magníficos dones. Es también muy importante que tenga independencia económica para no depender del primero que llegue; que ella misma se estime y que no ceda, porque vale muchísimo.

A pesar de las dificultades que vivió en el continente africano, sigue apostando por la Misión en África. 

He sido muy feliz en la misión. Trabajar con los niños y jóvenes me ha llenado de vida y de ilusión. Con las familias, he compartido alegrías y sufrimientos. Admiro en ellos la esperanza, el deseo de perdón, el amor solidario, la acogida del Evangelio, la vivencia de la fe y la conciencia de la presencia de Dios. Tienen carencias, como todo ser humano, pero esto no disminuye su calidad humana. ¡Lo mejor de África es su gente! 

¿Cómo es el día a día en la comunidad?

Procuramos organizarnos de manera que el trabajo en la escuela no entorpezca la vida comunitaria, la vida espiritual o el momento de compartir con la gente que vive en nuestro entorno. Son elementos esenciales que intentamos integrar. Hay períodos en los cuales andamos muy agobiadas, como durante los exámenes, y hay otros más serenos. La verdad es que en la misión no tienes tiempo para aburrirte porque siempre estás ocupada. 

Siento que vivo para la misión que Dios me ha confiado y vivo para la evangelización porque, si no evangelizamos, la Misión no tiene sentido. Las Concepcionistas llevamos a cabo nuestra misión a través de la educación que, a mi parecer, es un medio muy hermoso de transmitir el Evangelio educando. No solo transmitimos conocimientos, también educamos a través de nuestra vida, el despertar de los niños, los jóvenes, el compartir con los mayores… Y esto es muy bonito.   


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