Publicado por Gonzalo Vitón en |
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Dos años, miles de muertos y millones de desplazados parecen no ser suficientes para poner fin a una guerra civil que está destrozando las estructuras sociales, económicas y culturales de Sudán, pero que también está provocando un grave impacto ambiental. En un artículo publicado en The Elephant, Ayrton-Lewis Avery ha denunciado que «esta destrucción ecológica, o ecocida, no es simplemente un subproducto de la guerra. Ahora es un método de lucha».
A pesar de la reciente recuperación de Jartum, la capital, por parte del Ejército sudanés, la guerra no parece que esté cerca de concluir, pues, como señala Francesca Sibani en el boletín semanal sobre África del portal informativo Internazionale, «la victoria definitiva aún parece lejana porque ninguna de las dos facciones tiene suficiente superioridad militar para prevalecer sobre la otra». Aunque el pasado marzo Al-Kasalawi escribía en estas páginas sobre un cambio de tendencia en el conflicto (ver MN 711, Cambian las tornas), lo cierto es que los recientes bombardeos sobre Port Sudan, donde el Consejo Soberano ha instalado su gobierno, delatan que las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) aún mantienen un importante poder militar gracias al apoyo emiratí (ver MN 710, Abudi Dabi tiene la llave de la paz), que sigue negando su participación en el conflicto.
Port Sudan, uno de los últimos lugares seguros que quedaban en Sudán, está sufriendo por las bombas que caen continuamente sobre la ciudad. Los ataques se han centrado en infraestructuras esenciales, lo que ha provocado problemas de suministro de electricidad y agua, además de dificultar el acceso a la ayuda humanitaria, que entraba a través del aeropuerto. Los bombardeos sobre la ciudad, donde organismos internacionales y embajadas han situado sus sedes, suponen una peligrosa escalada en el conflicto, criticada incluso por EAU, que, como apunta Alfonso Masoliver en La Razón, «complica además cualquier posibilidad de conseguir una tregua».
El Gobierno sudanés, liderado por Al Burhan, ha roto relaciones diplomáticas con el país del golfo Pérsico. Tras la medida, se encuentra la decisión del Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de desestimar el caso presentado por Sudán contra Emiratos Árabes Unidos (EAU) por incumplir la convención sobre el genocidio. A pesar de que ambos países son signatarios de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio de 1948, EAU no se encuentra bajo la jurisdicción del TIJ. Sin embargo, no solo este Estado del golfo está en el foco, pues, como denuncia Bruna Sironi en Nigrizia, muchas de las armas que reciben las RSF a través de EAU tienen su origen en Europa.
La situación de Sudán ha evolucionado poco en los últimos meses (ver MN 706, El laberinto de Jartum) y el país sigue sumido en el laberinto de la guerra. La salida se antoja complicada, pues a los intereses políticos y geoestratégicos se suman también los económicos. El control de recursos naturales como petróleo, oro o uranio son también, sin duda, parte de la ecuación.
En la imagen superior, columna de humo en la ciudad de Port Sudan después de un ataque con drones contra el aeropuerto y una base militar el pasado 6 de mayo. Fotografía: Getty
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