El laberinto de Jartum

en |



Sudán se atasca en la búsqueda de la paz


Un año y medio después del inicio del conflicto, los sudaneses se han convertido en protagonistas involuntarios de un conflicto olvidado. La ofuscación de las partes y los intereses de numerosos actores externos complican una solución a corto plazo.



Disturbios en el Nilo» fue el nombre de una exposición temporal organizada en Casa Árabe de Madrid, entre marzo y junio de este año, que recogió una importante muestra del arte sudanés. Su comisario, Rahiem Shadad, contaba en una entrevista a Mundo Negro [ver MN 703, pp. 46-50] cómo la exposición salió de Jartum, por casualidad, apenas tres días antes de que se iniciase el conflicto el 15 de abril de 2023. Así, la guerra dotó a la exposición de un nuevo significado, pues consideraron que tenían la obligación de abogar por la gente de Sudán y contar su situación. Además, la guerra habría puesto en peligro todas las obras de arte que se expusieron en Madrid. De hecho, los enfrentamientos de los últimos meses han impactado considerablemente en el arte y el patrimonio de Sudán. Ya existen denuncias de expolio en el Museo Nacional de Sudán, uno de los más importantes de la región, según recoge la edición digital de Nigrizia y denuncia el profesor de Arqueología de la Universidad de Jartum, Mohamed Albdri Sliman Bashir, en un artículo para The Conversation. 

Desde aquel 15 de abril mucho ha cambiado en Sudán. O quizá menos de lo que nos imaginamos. El título de la exposición no hacía referencia a esta última guerra, «sino a las turbulencias vividas en Sudán en los últimos 30 años y cómo han influido en el arte», según explicaba Rahiem Shadad. Lo mismo podríamos decir de estas líneas, porque no se puede entender la situación actual que se vive –o más bien se sufre– en Sudán sin los vaivenes de las últimas décadas. Además de los factores internos, confluyen otros de ámbito regional e internacional de larga duración que están provocando que el conflicto no tenga visos de solucionarse a corto plazo.

Fotografía: Mudathir Hameed / Getty

Calificada por las Naciones Unidas como «una de las peores crisis humanitarias de nuestra memoria reciente», las cifras del conflicto sobrecogen. En un año y medio de enfrentamientos, el número de civiles que está sufriendo las consecuencias de la guerra es abrumador, agravadas además por las recientes inundaciones y un brote de cólera. Más de 11 millones de desplazados internos –de los cuales cinco millones son niños–; 2,3 millones de refugiados en los países vecinos; más de 20.000 muertos según diversas fuentes; 25 millones de personas, más de la mitad de la población del país, en riesgo de hambruna –algunas organizaciones alertan de que más de 2,5 millones de personas podrían morir de hambre antes de final de año–; o la falta de acceso a servicios básicos educativos o de salud dan cuenta de un conflicto del que, lejos de Sudán, también nos da luz otro dato: más de la mitad de las personas que se encuentran en los campos de Calais (Francia) esperando la oportunidad de entrar en Reino Unido son sudanesas. 

Los testimonios que llegan desde Sudán, recogidos en The Continent, hablan de la falta de alimentos, de los precios prohibitivos, de la crudeza de los combates: «La vida en los últimos meses se puede resumir en una mezcla de horror, ansiedad y miedo» cuenta Iman, desde El Fasher; «honestamente, en cualquier momento espero que voy a perder parte de mi cuerpo, mi vida o a mis seres queridos» afirma Mugahid Alnour Ali en el mismo medio.



Los orígenes de la guerra civil

En esta guerra se enfrentan principalmente el Ejército de Sudán (SAF, por sus siglas en inglés) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés). Tanto Abdel Fattah al-Burhan, que lidera las SAF, como Mohamed Hamdan Dagalo, Hameidti, al frente de las RSF, ya eran influyentes dentro del antiguo régimen de Omar Hassan al Bashir, con implicaciones en el genocidio de Darfur de principios de siglo. Aprovechando las movilizaciones civiles que estallaron a finales de 2018, en abril de 2019 Al-Burhan y Hameidti dieron un golpe de Estado que provocó la caída de Al Bashir. Unos meses más tarde, en agosto de 2019, acordaron compartir el Gobierno de transición con la coalición civil Fuerzas para la Libertad y el Cambio (FFC, por sus siglas en inglés), nombrando como primer ministro a Abdallah Hamdok, y siendo Al-Burhan presidente y Hameidti vicepresidente del Gobierno. Sin embargo, en octubre de 2021 la Junta Militar pactó un autogolpe de Estado para excluir a los civiles del Gobierno de transición, destituyeron a Hamdok de su cargo y abrieron un proceso de negociación con la oposición política para acordar un gobierno civil de transición que tendría que iniciar su andadura en abril de 2023. 

El tratamiento de temas sensibles durante este proceso de negociación, fundamentalmente lo relativo a la integración de las Fuerzas Armadas, provocó el enfrentamiento entre los dos generales y que Hameidti decidiese entrar en Jartum para intentar un golpe de Estado. Sin embargo, Al-Burhan consiguió refugiarse, resistir e iniciar una contraofensiva. A partir de este momento, los combates se han ido expandiendo rápidamente a otras partes del país, derivando incluso en conflictos locales con la participación de otros grupos armados menores. Iván Navarro, en un análisis para el portal Africaye, cuenta cómo varios de estos grupos han pasado de una posición neutral y de oposición a la guerra a tomar partido en las hostilidades, empujados por el avance de los enfrentamientos entre las SAF y las RSF, y poniendo en riesgo los Acuerdos de Paz de Yuba de 2020.

Al-Burhan (d.) y Hameidti (i.) el 5 de diciembre de 2022, durante la firma del acuerdo que establecía un nuevo período de transición entre civiles y militares. Fotografía: Mahmoud Hjaj / Getty




Actores internacionales

Uno de los elementos clave para entender esta guerra es la internacionalización del conflicto, en la que destaca la presencia de los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Según fuentes de la cooperación internacional en Sudán, los intereses de Dubái descansan en cuatro cuestiones fundamentales: el comercio del oro, la explotación del uranio, garantizarse la seguridad alimentaria y los intereses geoestratégicos en la región. De hecho, la presencia de los EAU en las cuestiones sudanesas ha ido creciendo en los últimos años. Tras el inicio de la guerra, además, se ha convertido en uno de los principales soportes de las RSF. A pesar de que niegan cualquier tipo de participación en el conflicto, son diversas las fuentes que afirman que el apoyo de los EAU está siendo clave en el desarrollo del mismo. Junto al Gobierno de Dubái, las RSF también están recibiendo apoyo de Rusia a través del antiguo Grupo Wagner, ahora denominado Africa Corps, aunque el papel de Rusia en el conflicto es bastante más complejo. En un reciente artículo de Álvaro Sánchez-Rey para el Instituto Español de Estudios Estratégicos, se analiza la dualidad de la política exterior rusa en Sudán y cómo el Gobierno de Putin está fortaleciendo las relaciones con el Ejecutivo sudanés, que ha podido estar recibiendo soporte de agentes ucranianos para contrarrestar el apoyo de Africa Corps a las RSF. Además, Egipto, Arabia Saudí e Irán están prestando servicios a las SAF, en una clara evidencia de cómo los factores regionales e internacionales están detrás de la guerra.



Ni Gaza ni Ucrania

«¿Por qué se silencia el conflicto?». Mohamed Mustafa al-Kasalawi se hacía esta pregunta en el número de abril de Mundo Negro [ver MN 701, pp. 8-9]. Han sido muchas las iniciativas para intentar parar el conflicto, pero todas ellas han resultado infructuosas y no se vislumbra una solución. La última, durante el pasado mes de agosto en Suiza, fracasó debido a que ni las SAF ni las RSF aparecieron en la mesa de diálogo. Moises Chrispus Okello, investigador del Instituto de Estudios de Seguridad de Adís Abeba, afirmaba en un artículo para African Arguments que «la inflexibilidad de todas las partes está transformando Sudán en un híbrido de Libia y Somalia, con implicaciones para todo el Cuerno de África», algo de lo que ya avisaba el año pasado May Darwich, profesora de la Universidad de Birmingham, quien alertaba en The Conversation del riesgo de una guerra regional. 

Los esfuerzos se están dirigiendo en la actualidad a permitir el acceso de ayuda humanitaria a los campos de desplazados en Sudán, donde ya se ha declarado la situación de hambruna. De momento, los intereses económicos y políticos de las diferentes partes implicadas están prolongando una situación insostenible para la población de Sudán, y son esos intereses los que mantienen en silencio la situación que vive el país. «Si la guerra continúa, nuestro destino es desconocido. Nuestro viaje en curso es de desplazamiento. Todo lo esencial de la vida ya no existe. No hay posibilidad de volver a nuestros hogares y no hay posibilidad de volver a nuestra vida pasada –una vida estable, una vida segura, libre del sonido de las armas, libre de todas las tragedias y horrores que experimentamos–. ¿Se mantendrán firmes o nos perderán?», se pregunta Iman.  




Para saber más



Por Óscar Mateos



Sudán se convirtió, durante un breve paréntesis, en uno de los contextos más ilusionantes de todo el continente africano. A finales de 2018 e inicios de 2019 cundía la sensación de que la revolución liderada por las mujeres sudanesas podía cristalizar en una prometedora transición política tras décadas de dictadura liderada por el inefable Omar Al-Bashir. Sudán mostraba así que el anhelo de cambio político impulsado por las múltiples primaveras árabes a lo largo y ancho de la región desde hacía años desembocaba en un escenario esperanzador. Ese espíritu se frustró, sin embargo, pocos meses después cuando la revolución sudanesa quedó secuestrada de nuevo por las rivalidades y aspiraciones de poder de diferentes sectores del Ejército. El momento de esperanza se tornó de repente en una pesadilla para el conjunto de la ciudadanía. Sudán atraviesa hoy una de las peores crisis bélicas y humanitarias de todo el planeta, agudizada, además, por una actitud global de indiferencia e indolencia ante la perpetración sistemática de crímenes y violaciones de derechos humanos contra la población civil. El horror de Gaza acontece bajo los focos mediáticos de todo el mundo y ante la escandalosa inacción internacional. Sudán no cuenta ni con los focos ni con el interés de casi nadie.

Para captar esa sensación de frustración, de lo que pudo ser y (quizás, de momento) no ha sido, vale la pena visionar el documental, recién estrenado en diversos festivales internacionales de cine (entre ellos, Venecia), titulado Sudan, Remember Us (2024), dirigido por la periodista francotunecina Hind Meddeb. La reportera fue testigo directo de la revolución sudanesa en la primavera de 2019, experiencia a partir de la cual contribuyó al libro Soudan 2019, année zéro (2021), que presenta descripciones, comentarios y fotografías sobre las semanas previas a la «masacre de Jartum», en junio de ese mismo año. Con Sudan, Remember Us, la directora pone imágenes y testimonios de los protagonistas (la mayoría invisibles) de las diferentes revueltas sudanesas de los últimos cuatro años, destacando la capacidad política de la ciudadanía, a la vez que expone con crudeza el resultado de la represión militar y el desvanecimiento de las esperanzas de cambio.

Para ampliar el conocimiento histórico de este contexto vale la pena tener en cuenta dos referencias bibliográficas enormemente sugerentes. La primera viene de la mano de uno de los grandes conocedores de algunos contextos de la región del Cuerno de África, Alex De Waal, director ejecutivo de la World Peace Foundation en la Fletcher School, de la Universidad de Tufts en Massachussets. De Waal ha escrito recientemente, junto a Willow Berridge, Justin Lynch y Raga Makawi un libro que ahonda en los mismos aspectos abordados por el documental de Hind Meddeb: la esperanza de cambio político liderado por la gente y la frustración, la rabia y el dolor por el escenario actual. Sudan’s Unfinished Democracy: The Promise and Betrayal of a People’s Revolution (Hurst and Oxford University Press, 2022) es más que un interesante recurso para aterrizar en las perspectivas de futuro de un país que enfrenta un presente desolador. En esa misma línea, y desde un periodismo sensible y combativo, también es de necesaria lectura el reportaje de Patricia Simón y Ricard García Vilanova para la Revista 5W, que lleva por título «Sudán: la guerra que no importa».

Para quien desee profundizar y documentarse con información tanto primaria como de análisis, existen dos archivos virtuales accesibles para cualquier usuario: el Sudan’s Open Archive (sudanarchive.net), del Rift Valley Institute (organización que ya hemos mencionado en alguna ocasión en esta sección), así como el Sudan Peace Archive (csf-sudan.org/library/sudan-peace-archive), elaborado por el World Peace Foundation. 

Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto