El factor clave

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La juventud, elemento fundamental en la revolución sudanesa



Por Abbas Tigani, periodista sudanés

Desde Jartum (Sudán)



Mientras todo el mundo ponía su mirada en un ajado Al Bashir, la caída del régimen sudanés tuvo en la juventud al elemento imprescindible. Con una determinación inquebrantable y nuevas formas de participar en la vida pública, se ha convertido en el rostro de la esperanza para el nuevo Sudán. 



La revolución sudanesa no es «hija de una sola madre» ni de un hecho concreto, sino que se venía gestando desde hacía bastante tiempo. Antes de la independencia, algunos colectivos ya pedían justicia, igualdad y un sistema democrático, demandas que nunca fueron escuchadas por las élites del país. El pueblo de Sudán ya había derrocado a tres dictadores, pero la revolución de diciembre de 2018 –que provocó la caída de Omar Hassan al Bashir en abril de 2019– puede ser descrita como un movimiento global que ha inspirado a muchas otras naciones. 

El levantamiento contra el régimen de Al Bashir se remonta prácticamente a 1989, momento de la llegada del golpista al poder. Entonces se constituyó la Alianza Nacional Democrática (NDA, por sus siglas en inglés), que tuvo su base en Asmara (Eritrea) entre 1995 y 2004. Además, en las últimas tres décadas, surgieron varios grupos armados que lucharon contra Al Bashir en diferentes zonas del país, sobre todo en Darfur. En Sudán del Sur, el conflicto acabó con la firma de un acuerdo de paz en 2005 que supuso la división del territorio en dos países, proceso que concluyó en 2011. Y todo ello sin olvidar que bajo el régimen del dictador, los derechos humanos fueron vulnerados y la ley se aplicó como instrumento para violar los derechos de la gente, de manera significativa de los jóvenes. 

Todo este bagaje justificó la aparición de la juventud en diciembre de 2018. Los jóvenes habían seguido con interés los cambios que tuvieron lugar en los países vecinos durante las primaveras árabes porque, al igual que ellos, no tenían trabajo y sus posibilidades de participar en la esfera pública eran muy limitadas. 

La gran mayoría de los jóvenes que tomaron parte en la revolución de diciembre de 2018 habían nacido bajo el mandato de Al Bashir. Algunos de ellos incluso apoyaron al régimen islámico y participaron en la guerra civil de Sudán. Pero, con el tiempo, comprobaron las ambigüedades e injusticias del régimen islámico. 

En el levantamiento previo de septiembre de 2013, motivado por el incremento del precio del combustible, quedó demostrado el compromiso de la juventud sudanesa. Entonces, esta se movió de acuerdo a sus afinidades políticas, pero también por otros factores. Muchos de ellos habían sufrido la severidad del régimen de Al Bashir en Darfur, el Nilo Azul, o los montes Nuba. Por estos y otros motivos, los estudiantes sudaneses querían cambios. Su experiencia con el régimen era muy negativa.

Junto a todo esto, se encontraban las escasas posibilidades de participación en la vida pública, en los partidos políticos, al frente de los cuales se encontraban unos líderes incapaces de dar un paso al lado y de favorecer cambios dentro de las propias formaciones. 



Frente al régimen de Al Bashir

Con este caldo de cultivo, los jóvenes sudaneses optaron por organizarse y plantar cara al régimen de Al Bashir, que había destruido el país, como hacían notar en sus informes los observadores y las organizaciones internacionales. El gran éxito de la juventud sudanesa ha sido el triunfo de la revolución que arrancó en diciembre de 2018. 

La Asociación de Profesionales Sudaneses organizó el levantamiento e Internet consiguió unir a todos los jóvenes del país. Esa organización, liderada por jóvenes intelectuales y académicos de diferentes ámbitos de la vida profesional sudanesa, trató de contrarrestar la propaganda oficial del Gobierno a través de la Red y de otros medios alternativos. Esto ayudó a la gente a estar en contacto y a compartir libremente la información con los jóvenes que vivían fuera de Jartum y con los exiliados, intercambiando opiniones e informaciones procedentes de distintos medios y fuentes. Fue la clave del éxito para eludir las restricciones del régimen de Al Bashir y para liberarse de las influencias directas e indirectas de los partidos políticos.

El régimen de Al Bashir y los partidos de la oposición subestimaron a los jóvenes al pensar que las redes sociales nunca serían capaces de hacer caer un sistema político como el de Sudán. Pero lo cierto es que la ambición y determinación de los convocantes, más el uso apropiado de la tecnología, les sirvió para crear una nueva conciencia en la nación. 

Los jóvenes lograron hacer la revolución entre las multitudes en los mercados, en los espacios públicos, y participando siempre en las manifestaciones que tuvieron lugar durante ese período, especialmente frente al cuartel general de las Fuerzas Armadas, en el centro de la capital. 

La falta de estructura del movimiento revolucionario provocó una rápida adhesión de jóvenes de todas las formaciones políticas y de todos los rincones del país. Estos grupúsculos juveniles se caracterizaron por su capacidad de coordinación rápida, su movilización y la horizontalidad de su liderazgo. La revolución sudanesa estuvo por encima de grupos étnicos, regionalismos y hasta de partidos políticos: hizo caso omiso de la complejidad del país y de las implicaciones sociales y culturales de Sudán. Fue una revolución que incluyó a toda la sociedad.

Ahora, los jóvenes deberían estar en la vanguardia de las acciones políticas y coordinarse con organizaciones no partidistas –a través de los organismos de la revolución sudanesa– para alcanzar los cambios profundos que requiere el país.    

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