El modelo italiano

en |



Seguimos creyendo que el destino de Mozambique está en manos de un solo hombre, como si el inquilino de Ponta Vermelha fuera un mesías que pudiera cambiar con milagros el orden social. Pero ¿puede un hombre determinar el destino de un país?

He escuchado un pódcast en el que el filósofo Severino Ngoenha conversa con el académico mozambiqueño de origen italiano Luca Bussoti sobre la reconstrucción de Italia tras la II Guerra Mundial. Ambos coinciden en que la opinión pública italiana fue fundamental para salvar el país. La reconstrucción y el destino de la nación no se pusieron en manos de Mussolini o de Eurico de Nicola, sino que la opinión pública, consciente de los abusos del Estado, los denunció ante un sistema judicial que era un poder real.

¿Es la opinión pública mozambiqueña lo bastante fuerte como para encarrilar nuestro país? Aunque no lo sé con certeza, sí soy consciente de que no ha dejado de denunciar violaciones de la Constitución y de otras leyes. De hecho, el descubrimiento de las conocidas «deudas ocultas», que desencadenaron el mayor y más publicitado juicio del país, fue el resultado de las denuncias aparecidas en la prensa, que también movilizó a la sociedad a través del movimiento Yo no Pago.

¿Sobre qué vías encaminaremos a la nación? Parece que no sabemos adónde vamos, quiénes somos y cuáles son nuestros valores. ¿Qué nos vincula? Una de las pocas veces que nos unimos como pueblo fue con motivo del citado juicio. Lo hicimos porque no aceptábamos la deuda que nos imponían y queríamos saber quiénes eran los responsables. En 1974, Samora Machel dijo que «en el pasado, la explotación, la opresión y la humillación que nos infligió el colonizador nos unieron y nos pusieron en el camino de la lucha, donde nos comprometimos como pueblo con el objetivo de liberar la tierra y a los hombres». Como nación, señalaba Machel, «debemos asumir la necesidad de consolidar estos objetivos» y los valores que teníamos como pueblo en construcción, basados en la unidad, el trabajo y la vigilancia. Estos principios nunca han sido tan necesarios como ahora.

Hoy es preciso vigilar a los enemigos internos del país (los que violan y trivializan las leyes o los que promueven la corrupción), sin descuidar a los externos, a lo que nos obliga la violencia que sufre Cabo Delgado. Esta región nos demuestra que el trabajo es un «deber». En la génesis de la nación, el trabajo era una «consigna» a la que ahora debemos dar continuidad. Si en la Italia de la posguerra las denuncias de la opinión pública estaban respaldadas por un sistema judicial solvente, también nosotros necesitamos que las instituciones sean fuertes, y eso solo nos lo dará el trabajo.

Para el nuevo ciclo político no es necesario creer en profecías difundidas por falsos teólogos e improbables mesías, sino que debemos caminar con la convicción de que «la tarea de reconstruir un país moderno y avanzar es responsabilidad de todo un pueblo comprometido con el trabajo». Entre otras cosas, como dijo Machel, porque «el progreso de Mozambique no será resultado de ningún milagro, sino del esfuerzo de cada uno de nosotros».


En la imagen superior, el trabajador de una escuela pública de Nacala dobla la bandera de Mozambique. Fotografía: Gianluigi Guercia/Getty

Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto