El múltiplo africano

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Las congregaciones misioneras nativas crecen en el continente


La intuición carismática de san Daniel Comboni de «Salvar África con África» inspiró a dos misioneros combonianos italianos, Mons. Sisto Mazzoldi y P. Giovanni Marengoni, a fundar cinco congregaciones religiosas en África del este. En la actualidad, esta familia misionera está presente en cuatro continentes.



La casa de formación de los Apóstoles de Jesús está situada en el distrito de Langata de Nairobi, la capital keniana. Aquí se preparan para la misión más de 120 jóvenes postulantes, novicios y estudiantes de Teología procedentes de cuatro países: Uganda, Kenia, Tanzania y Sudán del Sur. El P. John Mundua, director de la formación en la congregación, coordina un equipo de 13 personas dedicadas a ello. «El entusiasmo por ser misionero sigue vivo en África», asegura el P. John, «pero el gran desafío para nosotros como formadores es saber, probar y conocer las motivaciones que les animan. Al menos en África es lo más difícil. De hecho, los candidatos a hermanos misioneros son poquísimos porque todos quieren ser sacerdotes. Es un aspecto cultural porque son más respetados como sacerdotes», y añade: «¿Se da cuenta? Es ahí donde se ve nuestra humanidad».

La parcela de Langata donde se instalaron los Apóstoles de Jesús fue un convento de religiosas dominicas y alberga numerosos edificios rodeados de cuidadas zonas ajardinadas. Este espacio se comunica con una escuela taller donde recibían formación técnica los hermanos misioneros de la congregación, aunque en la actualidad acoge a chicos y chicas con dificultades que aprenden diferentes oficios. Junto al centro hay un santuario, orgullo de la congregación, que fue consagrado en agosto de 1985 por el papa Juan Pablo II durante su visita con motivo del Congreso Eucarístico Internacional de Nairobi. Está dedicado a propagar la devoción al Sagrado Corazón y en él destaca una enorme cruz blanca de más de 10 metros de altura. Otro edificio destacable es la antigua iglesia conventual, de techo altísimo, y en cuyo interior se encuentran las tumbas de los dos fundadores de la congregación: los misioneros combonianos Mons. Sisto Mazzoldi y el P. Giovanni ­Marengoni. Ambos murieron el mismo día y el mismo mes: el 27 de julio. Mazzoldi en 1987 y Marengoni 20 años más tarde.



Escuela taller de los Apóstoles de Jesús en Langata (Nairobi). En la imagen superior, la Hna. Rosemary, de las Hermanas Evangelizadoras de María, durante una catequesis con un grupo de chicos. Fotografías: Enrique Bayo


Fundaciones

Los Apóstoles de Jesús no son los únicos religiosos africanos nacidos del fervor misionero de Mons. Mazzoldi y del P. ­Marengoni, fundadores de otras cuatro congregaciones en tiempos y contextos convulsos. Durante los años 50, ambos trabajaban en Sudán meridional en condiciones muy difíciles debido a la persecución creciente contra la Iglesia católica. Los agentes pastorales sufrían restricciones de movimiento, tenían prohibido construir nuevas capillas e incluso bautizar a menores de edad. Mons. Mazzoldi, obispo del vicariato apostólico de Bahr el-Gebel –hoy archidiócesis de Yuba– vio la importancia de dotar a la Iglesia local de sus propios religiosos. En 1951 fundó la Congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón y en 1953 la de los Hermanos de San Martín de Porres, ambas con el objetivo de colaborar en la formación de maestros y catequistas. Hoy, estos religiosos y religiosas siguen desempeñando su labor en Sudán del Sur y Uganda.

El P. Marengoni compartía la misma preocupación que el ­obispo ­Mazzoldi ante la cada vez mayor hostilidad del Gobierno sudanés, sobre todo después de la independencia del país en 1956. En ese contexto, para fortalecer el crecimiento del clero local, había fundado el seminario de Okaru, del que era rector. Finalmente, el 24 de febrero de 1964, el Gobierno musulmán de Jartum decretó la expulsión de todos los misioneros y misioneras del país, y tanto Marengoni como ­Mazzoldi tuvieron que marcharse junto a otros 300 misioneros y misioneras. Con el primero, que se instaló al noroeste de la vecina Uganda, se fueron algunos de los seminaristas. La casualidad hizo que allí, poco después, Mons. Sisto Mazzoldi fuera nombrado primer obispo de la recién creada diócesis de Moroto. En 1968, el P. Marengoni fundó en ese lugar la congregación de los Apóstoles de Jesús bajo el lema «Misioneros para África y para el mundo entero», con la aprobación eclesiástica de su amigo, el obispo diocesano, y teniendo como primeros candidatos a sus antiguos seminaristas sudaneses de Okaru.

Poco después estalló la guerra en Uganda y el Gobierno que se instaló en el país, presidido por Idi Amin, también veía con malos ojos la presencia de la Iglesia católica. Para evitar problemas, el P. Marengoni decidió cambiar a Nairobi (Kenia) la sede de su recién fundado instituto. Poco después, en 1975, Mons. Mazzoldi fundó en Moroto las Hermanas Evangelizadoras de María, de las que el P. Marengoni se encargaría de escribir la regla de vida. Al igual que los Apóstoles de Jesús, las religiosas comenzaron muy pronto a crecer y a extenderse en África del este.

Numerosos misioneros combonianos comprendieron lo razonable de estas fundaciones porque concretaban el deseo de san Daniel ­Comboni de «Salvar África con África» y apoyaron en todo momento los jóvenes institutos misioneros africanos, algunos incluso como formadores y acompañantes espirituales. Sin embargo, otros misioneros combonianos no terminaron de entenderlo y Mazzoldi y Marengoni fueron objeto de múltiples críticas.
En realidad no había opción porque, como señalaba el P. John ­Mundua, «integrar africanos en aquella época en las congregaciones combonianas era muy difícil debido a las diferencias culturales y, desgraciadamente, al bajo nivel formativo de los africanos en comparación con los misioneros venidos de otros continentes. Además, gran parte del África subsahariana era todavía considerada como lugar de primera evangelización y la prioridad era, en el mejor de los casos, suscitar vocaciones sacerdotales y no vocaciones misioneras a la vida consagrada».



El P. John Mundua, responsable de formación de la congregación. Fotografía: Enrique Bayo


Expansión

Tanto los Apóstoles de Jesús como las Hermanas Evangelizadoras de María comparten un mismo carisma misionero para anunciar el Evangelio en las periferias del mundo. Cada una de las congregaciones cuenta con cerca de 400 miembros y están presentes en Kenia, Uganda, Tanzania, Sudán del Sur, Sudáfrica, Alemania, Italia, Cuba, Estados Unidos e Inglaterra. Los Apóstoles de Jesús tienen, además, misiones en Etiopía, Botsuana, Australia y Papúa Nueva Guinea, mientras que las Hermanas Evangelizadoras de María están en Zambia.
En todos estos países, el primer objetivo es la evangelización, incluso en Europa, América y Oceanía, donde según el P. John, las comunidades en esos países «son también presencias evangelizadoras, no casas de estudio o de formación, porque hoy la dinámica del mundo está cambiando y algunos lugares ya evangelizados se están volviendo pobres en la fe».
Anuncio y promoción humana siempre van de la mano en la Misión, por eso las Hermanas compaginan la formación catequética y el ministerio social. Por su parte, los Apóstoles de Jesús, además de asumir parroquias, han abierto escuelas, centros de promoción de la mujer e incluso casas de acogida para personas necesitadas o para enfermos de sida.
La misión del anuncio y la misericordia se sustenta en la oración, una convicción que llevó al P. Marengoni a fundar en 1986, en la diócesis de Nakuru (Kenia), una nueva congregación de vida semimonástica: los Contemplativos Evangelizadores del Corazón de Jesús. Hoy son más de 100 miembros orando y trabajando en diferentes diócesis de Kenia. El P. Marengoni quería fundar también una congregación femenina de este tipo, pero sus superiores se lo ­desaconsejaron debido a su avanzada edad.



Un grupo de novicios en la casa de formación de los Apóstoles de Jesús en Langata (Nairobi). Fotografía: Enrique Bayo


Entre los turkanas

El carisma misionero de estos religiosos y religiosas les ha llevado a establecerse en lugares difíciles y alejados, donde la fe es todavía débil. Un ejemplo es la diócesis de ­Lodwar, en territorio turkana al norte de Kenia, donde están presentes las tres congregaciones. Los Apóstoles de Jesús son responsables de cinco enormes parroquias y llevan adelante su trabajo pastoral a pesar de las grandes distancias, la pobreza de la gente y la sequía que atenaza esta región.

Las Hermanas Evangelizadoras de María tienen dos comunidades, una de ellas en la parroquia comboniana de Lokichar, donde en 2006 abrieron el Centro Juan Pablo II para niños y niñas con problemas psíquicos y de movilidad. Muchos de ellos han sido abandonados por sus familias, y las religiosas no solo los acogen sino que trabajan para mejorar su salud, en colaboración con el hospital protestante de Kijabi, en Nairobi. «En 2021 –dice la Hna. Anne Mary– hemos podido enviar a Nairobi a más de 15 niños para ser intervenidos quirúrgicamente. Después regresan a Lokichar y nosotras les acompañamos durante su rehabilitación».

El P. Daniel Villaverde, vicario de la parroquia de Lokichar, es testigo del compromiso misionero de las tres congregaciones. «Todas tienen una orientación pastoral muy bien desarrollada, incluso los Contemplativos Evangelizadores del Corazón de Jesús, que ahora regentan la parroquia de Katilu, en zona turkana. Se han dado cuenta de que solo con la oración no podían subsistir por falta de medios económicos y tratan de compaginar su vocación contemplativa con la acción pastoral». Prueba de ello es la organización del tiempo de la comunidad de Katilu, según relata uno de sus miembros, el P. Junior Wamalwa: «Nos levantamos a las cuatro de la mañana y vamos a la iglesia a orar, luego preparamos la eucaristía que tenemos a las 6:15 y a continuación acogemos y visitamos a los cristianos. Cuando llega la tarde, volvemos a la oración, es decir, el día comienza y termina siempre del mismo modo».

Dificultades

No faltan las dificultades y los desafíos para estas todavía jóvenes congregaciones. Las Hermanas fueron fundadas con una fuerte espiritualidad misionera, pero pronto se dieron cuenta de que eso no bastaba, que también necesitaban una buena formación humana, así que poco a poco van fortaleciendo el nivel de estudios de sus candidatas. Por su parte, los Apóstoles de Jesús fueron suspendidos por el Vaticano en 2018, sobre todo debido a desavenencias internas entre miembros de diferentes nacionalidades y etnias y falta de espíritu comunitario. Durante dos años no pudieron acoger nuevos candidatos y ahora retoman de nuevo la formación en la casa de Langata, única estructura formativa de la congregación.

Con todo, la familia misionera que forman las cinco congregaciones fundadas por Mons. Mazzoldi y el P. Marengoni aglutina hoy a más de 1.000 misioneros y misioneras africanos y están aportando a la Iglesia numerosos frutos apostólicos en cuatro continentes. «Allí donde vamos –dice el P. John Mundua– llevamos la fraternidad y la solidaridad tal y como la vivimos en África. No es algo que busquemos directamente, surge espontáneamente de nuestro ser africanos».

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