Publicado por Enrique Bayo en |
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Según la base de datos sobre la trata transatlántica de la Universidad de Rice (EE. UU.), la mayoría de las personas esclavizadas que llegaron al continente americano entre 1501 y 1866 procedían del actual territorio de Angola. De 12.521.300 personas, 5.694.600 salieron de sus costas. Los datos coinciden con los que maneja el historiador Laurentino Gomes en su obra Escravidão en la queescribe: «Se estima que, de un total de 10.500.000 esclavos que llegaron vivos al continente americano hasta la mitad del siglo XIX, por lo menos 5.700.000, el 54 % del total, venían de la actual Angola. La proporción fue todavía mayor en relación a Brasil: cerca del 70 % de los 4.900.000 esclavos que desembarcaron en tierras brasileñas […] provenían de Angola o áreas vecinas». Además, Luanda fue el principal puerto de salida de los barcos negreros en la costa atlántica africana, y el de Benguela el tercero, solo superado por el de la ciudad beninesa de Ouidah.
Salvo el pequeño Museo de la Esclavitud [en la imagen] recientemente rehabilitado en Morro da Cruz, al sur de Luanda, apenas quedan rastros del pasado esclavista en la ciudad. Al recorrer su Rua das Flores, ninguna inscripción ni reclamo turístico recuerda que durante siglos aquella calle fue paso obligado para centenares de miles de personas esclavizas. Lo mismo ocurre en la Ciudad Alta, que actualmente alberga el palacio presidencial. En este barrio noble se encontraban la principal casa de escravos de la ciudad y la iglesia Nossa Senhora da Conceição –la más antigua de Luanda y actual Museo Litúrgico Diocesano–, donde las personas esclavizadas recibían el bautismo antes de viajar. Son lugares cargados de historia, pero apenas hay indicios de ese pasado. Al tratarse de una zona de alta seguridad, son pocos los visitantes que llegan allí. Si descendemos hasta la fortaleza de San Miguel, uno de los puntos fundamentales de concentración de las personas esclavizadas antes de su embarque en los navíos negreros, tampoco hay referencias al negocio esclavista. La fortaleza ha sido reconvertida en museo militar.
Virgilio Samakuva, angoleño afincado en España, considera que el desconocimiento de su historia por parte de muchos angoleños comenzó a fraguarse durante la colonización, porque «lo que aprendíamos en las escuelas era la historia de Portugal y si se hablaba de la reina Nzinga o de otros personajes locales se hacía con superficialidad. Después de la independencia, la guerra civil impidió profundizar sobre la historia real del país porque las personas tenían otras preocupaciones y este desconocimiento se constata todavía hoy».
Antes de la llegada de los portugueses a Angola, a finales del siglo XV, la esclavitud ya era practicada por algunos pueblos en el territorio, pero la presencia de los europeos favoreció la salida de las personas esclavizadas fuera del continente africano. Antes incluso de la llegada de las primeras personas esclavizadas al continente americano, ya las había en Portugal, pero fue sobre todo la fundación de las colonias americanas la que aceleró el negocio esclavista en Angola, principal base económica de los colonos portugueses.
En 1576, los portugueses fundan el asentamiento de Luanda con el objetivo principal de potenciar la trata esclavista, pero además se crean puestos y fortificaciones a lo largo del río Kuanza, utilizado como vía natural para la salida de las personas esclavizadas hasta el océano Atlántico. Uno de esos puestos es Muxima, cuya fortaleza e iglesia comenzaron a construirse a partir de 1599. El lugar se ha convertido en el principal santuario mariano de toda África austral y cerca de dos millones de cristianos pasan por allí cada año. Como señala el P. Agustín Kahanda, vicerrector del santuario, muy pocos visitantes o peregrinos saben que «el principal motivo por el que los portugueses construyeron la iglesia junto a la fortaleza era precisamente el de bautizar a los esclavos, entre comillas, antes de su partida».
Todas las personas esclavizadas que salieron del territorio angoleño eran nominalmente cristianas. Nadie podía entrar en un barco esclavista sin antes haber recibido el bautismo, y una vez recibido era absolutamente imposible volver atrás. Esta deformación del sacramento sirvió incluso para justificar la esclavitud, como se lee en uno de los carteles del Museo de la Esclavitud de Luanda: «La esclavitud fue teniendo varias explicaciones. Una de ellas explicaba el motivo de la esclavitud en una maldición divina por la que los negros africanos estaban condenados. Esta constituyó la principal justificación ideológica de la esclavitud y del tráfico de esclavos, considerados como instrumentos para la salvación, siendo el bautismo el primer paso en el proceso».
Los portugueses fundaron el puerto de Benguela en 1616. El edificio de piedra que alberga en la actualidad el Museo Nacional de Arqueología de esta ciudad costera fue construido inicialmente como «almacén de esclavos», según la expresión de la guía turística Ana Suco. La joven angoleña comenta que la construcción fue hecha con adobe, pero posteriormente se reconstruyó con piedra calcárea y las puertas de madera se cambiaron por los actuales portones de hierro macizo.
Más de 760.000 personas esclavizadas fueron embarcadas en -Benguela. Hasta la llegada de los barcos, la mayoría esperaban semanas o incluso meses en este edificio rectangular de tres naves con unas dimensiones de 40 por 75 metros. La nave central no estaba cubierta y servía de patio interior. «Mujeres, hombres y niños compartían el lugar sin ningún tipo de separación. Desde aquí iban a la iglesia de Nossa Senhora do Populo para recibir el bautismo y después a la praia Morena, concretamente al ponte cais, donde todavía se pueden ver los restos de un embarcadero. Nuestra costa no tiene profundidad, así que los esclavos entraban en pequeñas embarcaciones que los llevaban hasta los barcos más grandes», concluye Ana Suco.
Las autoridades portuguesas abolieron la esclavitud en 1836, pero como hace notar el historiador Laurentino Gomes, al menos hasta la prohibición del tráfico de esclavos en Brasil por Lei Eusébio de -Queirós, en 1850, las naves de personas esclavizadas procedentes del territorio angoleño siguieron llegando a este país americano.
Los que dejaron el territorio angoleño de manera forzada están regresando simbólicamente a través de sus descendientes y de manifestaciones culturales como la capoeira.
En agosto de 1619 llegaron a la colonia británica de Virginia, en el actual Estados Unidos, las primeras personas esclavizadas procedentes de África. Lo hicieron en el buque inglés White Lion y se sabe que su procedencia era Angola. Una de esas personas era William Tucker, cuyos descendientes han fundado la ONG William Tucker 1624 Society para ayudar a otros afroamericanos a recuperar sus raíces ancestrales. Varios miembros de la familia fueron recibidos en 2021 por el presidente João Lourenço, y actualmente la ONG mantiene contactos regulares con las autoridades angoleñas y se han establecido lazos de amistad y cooperación. Curiosamente, los viajes organizados para conocer el territorio de sus antepasados que están haciendo algunos de los más de 12 millones de ciudadanos estadounidenses descendientes de Angola, está despertando el interés de los propios angoleños para conocer mejor la historia casi olvidada de la esclavitud.
Son variados los programas y actividades culturales que unen a Angola con los países donde llegaron esclavizados sus antiguos habitantes, pero tal vez la recuperación de la capoeira sea uno de los más significativos. Esta mezcla de danza, arte marcial y acrobacias tiene su origen en Angola, pero su práctica fue perdiéndose durante los siglos de la colonización. Fueron las personas esclavizadas que llegaron a Brasil quienes mantuvieron viva esta tradición cultural e incluso la potenciaron antes de su regreso a Angola. En todo el país se han formado cientos de grupos que actúan durante horas en las calles, sobre todo durante los fines de semana. Alexandro, responsable e instructor de uno de ellos en el municipio de Cazenga, en Luanda, nos contó los innumerables beneficios físicos, psíquicos e incluso espirituales que genera su práctica: «Lo primero que enseño a mis jóvenes alumnos es la paciencia a través de la pacificación de la mente. Solo después, con mucho compromiso, responsabilidad y dedicación, los alumnos progresan en el dominio de las diversas técnicas de la capoeira».
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