El petróleo verde

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Angola busca diversificar su economía a través de la promoción turística


Su variada belleza natural, la riqueza de sus culturas, la consolidación de la paz tras décadas de guerra civil y la cálida acogida de sus gentes hacen de Angola un país con enormes posibilidades turísticas. El Gobierno apuesta por esta industria, pero son muchos los desafíos que retardan su desarrollo.



Salvo los grandes estands de Marruecos y Egipto, el resto de la oferta turística africana en la Feria Internacional de Turismo (FITUR) de Madrid 2024 se concentraba en el pabellón 1 de IFEMA. Cansados de recorrerlo sin encontrar lo que buscábamos, nos decidimos a preguntar en el espacio dedicado a Camerún: «No, Angola no está presente este año». Durante la visita que MUNDO NEGRO realizó a Angola los pasados meses de octubre y noviembre (ver MN 702), desde diferentes instancias nos habían trasladado la firme apuesta del país por el turismo como uno de los pilares para la diversificación de la economía nacional, hoy demasiado centrada en la exportación del petróleo. No entendíamos la ausencia en un escaparate como FITUR, una de las ferias turísticas más importantes del mundo.

El embajador del país en España, Alfredo Dombe, justificó a esta revista la ausencia «por problemas de última hora», al tiempo que reiteraba el compromiso de su Gobierno por la promoción turística y agradecía el apoyo de España a través de «programas inteligentes sobre cómo gestionar mejor el turismo» en su país.

Turistas locales y extranjeros en las playas del cabo Ledo. Fotografía: José Luis Silván Sen / MN



Apuesta turística

La guerra civil que conoció Angola desde su independencia de Portugal, en 1975, terminó en 2002. Durante décadas, el país estuvo cerrado al mundo y hubo que esperar hasta 2014 para que emitiera los primeros visados turísticos. La voluntad política y las potencialidades que encierra el país invitan al optimismo, pero se necesitará tiempo antes de que se convierta en una opción turística atractiva. Las lagunas estructurales y la polarización política no ayudan, pero el escollo fundamental que ralentiza el desarrollo turístico es la crisis socioeconómica que vive el país, que está multiplicando el número de angoleños bajo el umbral de la pobreza.

Con todo, el Gobierno ha acelerado durante los últimos meses las medidas que favorecen este «petróleo verde» con la esperanza de que pueda dar un impulso a la maltrecha economía del país. El 1 de octubre del año pasado entró en vigor el Decreto Presidencial 189/23, que dispensa de visado a los ciudadanos de 98 países, quienes pueden entrar en el país libre y gratuitamente por un máximo de 30 días seguidos y un total de 90 días al año. Es una medida dirigida a potenciar las visitas, dado que se mantiene la obligación de visado para todas las peticiones de residencia temporal. Angola, con una extensión de 1.246.700 km2, cuenta tan solo con 35 millones de habitantes [28,07 hab./km2] y, como indicó Dombe a MN, el Gobierno pretende que el aumento demográfico se produzca gracias al crecimiento de la población autóctona y no con la llegada de inmigrantes.

La segunda medida que facilitará el arribo de visitantes es el nuevo aeropuerto internacional Agostinho Neto de Luanda, inaugurado con opulencia el pasado 10 de noviembre, pero aún no operativo. Entre otros problemas, se ha retrasado el proceso de formación de más de un millar de trabajadores, cuya cualificación debe ser verificada antes de que las instalaciones reciban el certificado internacional que autoriza su apertura. Aunque estaba previsto que comenzara a operar en febrero, las previsiones remiten ahora a finales de 2024.

Un tercer signo es el Plan Nacional de Promoción del Turismo (PLANATUR), contemplado en el Decreto Presidencial 69/24, aprobado el pasado mes de marzo. Según el rotativo angoleño Novo Jornal, este ambicioso programa pretende inyectar 3.000 millones de dólares en el sector entre 2024 y 2027, centrándose sobre todo en las ocho provincias con mayores posibilidades turísticas: Benguela, Cuando Cubango, Cuanza Norte, Huíla, Luanda, Malanje, Namibe y Zaire. Además de la construcción de infraestructuras públicas y la mejora de la distribución de agua potable y electricidad, PLANATUR pretende cualificar al personal que prestará servicios turísticos, mejorar el marco legal de esta actividad y ofrecer facilidades para incentivar la inversión directa en el sector.

Vista de las cataratas de Kalandula desde el interior de un antiguo establecimiento turistico. Fotografía: Eric Lafforgue / Getty



Potencialidades

El deseo de promover el turismo en Angola es razonable habida cuenta de las enormes posibilidades que ofrece el país. Además de sus 1.600 kilómetros de costa, bañada casi todo el año por el sol, dispone de espacios naturales como las cataratas de Kalandula –las terceras más importantes de África con 410 metros de ancho y 108 de altura–; las formaciones montañosas conocidas como Pedras Negras, en Pungo Adongo; las numerosas playas y bahías de Benguela; la reserva animal de Luando; las cuencas de los ríos Congo, Cuanza o Catumbela; las aguas termales de Chitokota; la Restinga de Lobito y sus fantásticas playas a ambos lados de este accidente geográfico; el área de conservación de Kavango-Zambeze, fronteriza con Botsuana, Namibia, Zambia y Zimbabue, que es un auténtico santuario de flora y fauna, además de uno de los mayores reservorios de aguas subterráneas del mundo; sin olvidar la hipnótica belleza del desierto de Namibe.

Según Carlos Bumba, guía turístico desde 2008 y fundador en 2019 de la agencia turística TAC-Tour, todo este entorno natural ha sido protegido por «las comunidades rurales a través de los llamados “mitos”. Por ejemplo, en la provincia de Namibe se dice a los niños que la -welwitschia –planta exótica de las zonas desérticas– no debe ser pisada porque se come a las personas. Este mito ha ayudado a su conservación. Diferente es la realidad en las ciudades por la explosión demográfica y en lugares puntuales del país donde la mano del hombre está generando problemas ecológicos».

Entre esos espacios se encuentra el bosque de Maiombe, en la provincia de Cabinda, que sufre la sobrexplotación maderera, o la sierra de la Leba, en la provincia de Huila, que padece la tala masiva por parte de la población para producir carbón vegetal. En cualquier caso, Bumba asegura que «la mayor parte del patrimonio natural del país está preservado».

Varios clientes en un establecimiento turístico en playa Morena (Benguela). Fotografía: José Luis Silván Sen / MN



Más que naturaleza

Pero Angola es mucho más que naturaleza, también están su gastronomía, sus objetos artesanales y todo lo relacionado con el patrimonio inmaterial, como sus lenguas, proverbios y manifestaciones religiosas. Dentro del patrimonio cultural destaca el centro histórico de Mbanza Kongo, antigua capital del reino del Congo, donde se encuentran los restos de la catedral de Kulumbimbi, construida a finales del siglo XV, la tumba de Dona Mpolo, madre del rey Afonso I, que fue enterrada viva por desobediencia a las leyes de la corte, y otros vestigios. Para los amantes de la etnografía, en Angola viven al menos 12 etnias tradicionales pertenecientes a los grupos culturales khoisan, herero y nyaneca que han preservado con gran fidelidad su hábitat, sus costumbres ancestrales, sus danzas, sus cantos y sus antiguos ritos de iniciación.

Otras posibilidades son el turismo de la saudade (nostalgia), que atrae a ciudadanos portugueses que visitan Angola para conocer los lugares donde vivieron sus padres o ellos mismos antes de la independencia del país. Algo parecido sucede con los afroamericanos que cada vez llegan más para conocer el territorio donde vivieron sus antepasados. Es también destacable el llamado turismo de guerra, que suscita la presencia de personas en busca de los vestigios que dejó la contienda entre el MPLA y UNITA durante la larga guerra civil. Uno de los destinos preferidos de estos últimos es el lugar donde se desarrolló la batalla de Cuito-Cuanavale, calificada por algunos como la mayor sobre territorio subsahariano.



Iniciativas

Para responder a las necesidades del lento pero paulatino crecimiento del turismo surgen iniciativas desde el sector privado. En la playa de Cabo Ledo, unos 100 kilómetros al sur de Luanda, hablamos con Pablo Augusto, propietario del restaurante Carpe Diem y de un complejo ecológico de ocho cabañas y cuatro bungalós construidos con materiales reciclados y alimentado con paneles solares. Ambas estructuras nacieron de la nada gracias a la visión de futuro de este empresario angoleño. Turistas extranjeros, pero, sobre todo, angoleños, empiezan a llegar a este lugar paradisíaco de playas limpias con posibilidad de practicar el surf. «Se necesita mucha más inversión en infraestructuras», dice Augusto. Consciente de las dificultades que supone atraer al turismo, pero convencido de las posibilidades de su país, añade: «Lo más importante ya ha ocurrido, Angola ha abierto las puertas al mundo para que nos vengan a visitar. A partir de ahora tenemos que correr para recuperar el tiempo perdido porque es seguro que mucha gente va a querer descubrir el país».

A pesar de formar parte de la Organización Mundial del Turismo, Angola no dispone de estadísticas fiables sobre el número de personas que la visitan, pero la sensación que uno tiene cuando recorre el país, corroborada por los empresarios turísticos a los que entrevistamos, es de que no son demasiadas. En las fantásticas playas de Benguela y Lobito, prácticamente vacías durante nuestra visita, apenas algunos niños y jóvenes locales disfrutaban del agua, la arena y el sol. Bruno, camarero en un hotel de Benguela, sabe que «no es suficiente disponer de playas y bahías preciosas» para atraer al turismo, sino que también es necesario «invertir en restaurantes y lugares de ocio, mejorar algunos aspectos en la seguridad y, sobre todo, proponer actividades culturales que generen las ganas de venir». Edna Kioka, artista angoleña con ascendencia portuguesa y residente en Benguela desde hace más de 10 años (ver MN 702, p. 31), apunta en la misma línea: «Quien viene a Angola quiere ver África, no ir a un hotel y hacer lo mismo que si estuviera en Palma de Mallorca o en el Algarve. Quiere conocer las tradiciones angoleñas y comer comida de aquí, pero hay una tendencia en el angoleño a fascinarse con lo occidental en lugar de creer en el valor de su africanidad».

Iglesia abandonada en el desierto de Namibe. Fotografía: Eric Lafforgue / Getty




Comenzar por los angoleños

Hoteisangola.com es la principal plataforma para la búsqueda de alojamiento turístico en el país. La página puede consultarse en inglés y portugués y ofrece, a precios razonables, variadas rutas, además de informar sobre eventos de interés y dar a conocer las bellezas naturales y culturales angoleñas. Su creador es Jorge Nunes. Portugués afincado en la antigua colonia desde hace 15 años, está convencido de que el país se convertirá en poco tiempo en un destino de referencia en el continente: «El conjunto de atractivos naturales y humanos de Angola es único en el mundo, no se encuentra en otros lugares», dice el empresario, que considera esencial que se ponga el foco «en el mercado local, en el turista nacional. Suelo decir que si los de casa no conocemos y valoramos lo que tenemos, no serán los extranjeros los que vayan a hacerlo. De hecho, entre el 80 % y el 90 % de las personas que hacen reservas en nuestra plataforma residen en Angola».

Las decisiones políticas ayudan, pero lo más importante es que los propios angoleños se den cuenta de que el turismo les ofrece una oportunidad para obtener recursos. No basta con acoger bien, también es necesario adquirir conocimientos y competencias turísticas. De hecho, recientemente han surgido en el país seis instituciones universitarias que ofrecen titulaciones en turismo, además de aprobar nuevas asignaturas en Secundaria y cursos de formación profesional vinculados al sector. Es un paso importante, pero Jorge Nunes no se hace ilusiones: «Para formar a toda una población tienen que pasar años, porque este conocimiento no debe ser solo académico, precisa de experiencia práctica».

Con respecto a los extranjeros que visitan Angola, Nunes también lo tiene claro: «Tienen que cambiar el chip, porque esto no es Europa». Las carreteras son complicadas y hay dificultades para acceder a ciertos lugares, pero, según el empresario, «se puede llegar y disfrutar de la aventura». Además «en todas las provincias existen condiciones de alojamiento para recibirlos de manera muy digna y encontrarán gente acogedora que les harán sentirse bien. Pero si vienen buscando el lujo, entonces Angola no es el país indicado para ese tipo de vacaciones».   



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