Publicado por Chema Caballero en |
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Joseph Kony, el líder del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés) sigue prófugo. Sin embargo, el 9 de septiembre pasado el Tribunal Penal Internacional (TPI) celebró una audiencia de confirmación de cargos en ausencia del acusado, marcando así un precedente histórico. Es la primera vez que el Tribunal realiza este tipo de audiencias sin la presencia del imputado. Kony se enfrenta a 39 cargos por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, incluyendo asesinato, tortura, persecución, reclutamiento forzoso de menores, esclavitud sexual, violación o matrimonios forzados. Estos crímenes se atribuyen a la actividad del LRA entre los años 2002 y 2005 en el norte de Uganda.
El LRA es uno de los grupos armados más notorios y duraderos de África. Su historia está profundamente ligada a la violencia y los abusos en el norte de Uganda, principalmente. Fundado a finales de la década de 1980, se inició como un movimiento rebelde para proteger a los acholis (pueblo del norte de Uganda) contra el Gobierno ugandés. En aquel momento, Yoweri Museveni acababa de llegar al poder en Kampala. Asumió la presidencia del país el 26 de enero de 1986, después de liderar el Movimiento Nacional de Resistencia (NRM) en una guerra civil que derrotó a Tito Okello. El LRA surgió como un grupo rebelde en respuesta a su autoridad, aunque rápidamente se transformó en un grupo armado con objetivos religiosos y de terror más que políticos.
Joseph Kony es la figura central de este grupo. Se autoproclamaba profeta y buscaba establecer un estado basado en sus propias interpretaciones de las leyes de la Biblia. En esta función, se presentaba como la figura que debía purificar Uganda y establecer un reino basado en la ‘ley de Dios’, según su interpretación. Ello llevaría a un Estado gobernado por las leyes bíblicas, que reemplazaría al gobierno de Museveni. Por eso, a sus seguidores (en su mayoría forzados y secuestrados) les imponía normas religiosas extremas, donde la obediencia absoluta a él y a sus ‘mandamientos divinos’ era obligatoria.
Una de las características del LRA era mezclar enseñanzas cristianas con rituales de miedo y magia, incluyendo sacrificios y actos violentos que, según Kony, protegían al grupo y fortalecían a sus soldados. Estos rituales incluían mutilaciones simbólicas para infundir miedo, brujería y fetiches para proteger a los combatientes y uso de niños secuestrados como instrumento de poder y control. El líder justificaba estos crímenes diciendo que matar, secuestrar y esclavizar eran parte de su misión divina. Al mismo tiempo, la violencia extrema era presentada como un ‘castigo a los impíos’ y un medio para purificar la tierra y someter a la población bajo su autoridad espiritual.
Todas estas acciones tuvieron un fuerte impacto en el norte de Uganda. Más de 100.000 personas murieron y más de 2 millones fueron desplazadas durante las décadas del conflicto. La violencia del LRA también dejó secuelas profundas en la educación, la economía y la cohesión social en el norte de Uganda. Poco a poco sus actividades también se expandieron a Sudán del Sur, República Centroafricana y República Democrática del Congo. Hoy este grupo está muy debilitado y disperso. Opera en grupos pequeños, escondido en regiones remotas de la RDC y Sudán del Sur. Y Joseph Kony sigue prófugo, aunque se cree que se oculta en zonas remotas de la República Centroafricana o Sudán. Y ello, a pesar de que hace 20 años, el 8 de julio de 2005, el TPI emitió la orden de arresto internacional contra él.
Por eso, y para no permitir que el caso caiga en el olvido, el TPI ha tomado la decisión histórica de celebrar esta audiencia de confirmación de cargos en ausencia del acusado. Durante ella, la Fiscalía presentó pruebas documentales y testimoniales, mientras que Kony estuvo representado por un abogado defensor asignado por el Tribunal. Aunque el TPI no admite juicios en ausencia, esta audiencia tiene como objetivo evaluar si existen fundamentos suficientes para confirmar los cargos y proceder al juicio en el futuro, una vez que Kony sea detenido.
Este proceso también marca un precedente para el TPI en cuanto a la posibilidad de realizar audiencias en ausencia, lo que podría influir en futuros casos de alto perfil donde el acusado no se encuentra bajo custodia.
Pero este paso también pone de manifiesto la debilidad de la justicia internacional que no tiene la capacidad de garantizar la detención de los fugitivos, lo que hace desesperar a sus víctimas. Casi 6.000 víctimas de crímenes cometidos a instancia de Joseph Kony están representadas en este proceso. Muchas de ellas, que sobrevivieron a la guerra y sus horrores, han fallecido, otras, desesperadas, creen que nunca alcanzarán justicia. Son muy pocas las que siguen perseverando en la búsqueda de reparaciones. Y ahí está la verdadera cuestión: ¿Recibirán las víctimas de Joseph Kony reparación algún día? Si bien el tribunal puede acusar formalmente al fugitivo, el juicio solo puede celebrarse en su presencia. Para lo que antes tiene que ser detenido. Para conceder reparación a las víctimas, el líder del LRA tendría que ser condenado. Y si un día se cumplen todas estas premisas, ¿cuántas de sus víctimas la lograrán? La gran mayoría se habrá ido sin ser resarcidas por los horrores vividos.
Fotografía: Nicolas Economou/Getty
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