Publicado por Sebastián Ruiz-Cabrera en |
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Ha habido demasiados coqueteos con la narrativa del colapso africano tras la irrupción de la pandemia. Se necesitaban refugios, trincheras y burbujas para llevar el fin del mundo al otro lado del planisferio. Es la idea de perder tu lugar en el mundo, en palabras del último Nobel de Literatura, el tanzano Abdulrazak Gurnah. Por eso, abordar algunas tendencias que tendrán lugar en África en el 2022 se antoja necesario para salir del palacio de las inercias.
Los viajes y el turismo podrían recuperarse durante el año, pero solo en aquellas partes del continente donde las tasas de vacunación son más altas, aunque los desarrollos en mercados clave en Europa y Asia serán decisivos para el sector.
Sobre la pandemia en clave interna, la investigadora Berta Mendiguren advierte en el Informe África 2021 que los países africanos más afectados por la -COVID-19 son los que tienen el Índice de Desarrollo Humano más alto, los más urbanizados y los de mayor movilidad y tráfico aéreo.
Los usuarios de los mercados callejeros, escenario donde se toma el pulso a todo un país, requerirán de altas dosis de habilidad en el ejercicio del regateo. El auge del precio de las materias primas se extenderá hasta bien entrado 2022, lo que se traducirá en una subida del precio de alimentos básicos como cereales, carnes, azúcar, productos lácteos o aceites vegetales. Según informaba la FAO en diciembre, este coste se ha incrementado un 27,3 % respecto al año anterior. El reverso de esta realidad se encuentra en los buenos augurios para los productores africanos de energía, metales o materiales para la construcción o la industria digital.
Las economías más importantes del continente continuarán buscando el pilar que las haga enderezar el declive de la curva. En el caso de Sudáfrica –-segunda potencia económica africana, y país al que a veces le gusta verse como una isla fuera de las fronteras continentales–, la última vez que vio crecer su PIB un 6 % fue hace más de 40 años. Mientras, a los nigerianos les gusta señalar que solo la economía del estado de Lagos es más grande que la de Ghana. Sin embargo, el FMI –con sus proyecciones neoliberales– predice que este país crecerá un 4,7 %, y que Nigeria lo hará solo un 2,6 %. Así que en 2022, los colosos sudafricano y nigeriano harían bien en aprender del vigor y la diversificación económica de algunos de sus vecinos más pequeños.
Durante el año pasado, África del Este fue testigo de una tremenda convulsión. En Etiopía, las fuerzas tigrinas protagonizaron un cambio extraordinario en el campo de batalla y, todavía, amenazan con entrar en la capital, Adís Abeba. Febrero comenzó con violentas protestas en la capital de Somalia después de unas elecciones retrasadas. En marzo, el presidente de Tanzania, John Magufuli, falleció por lo que muchos sospechan que fueron complicaciones derivadas del coronavirus, una pandemia que negaba. En octubre, el Ejército de Sudán llevó a cabo un golpe de Estado que lanzó una serie de protestas violentas antes de que los militares volvieran a colocar al primer ministro, Abdallah Hamdok, al frente del Ejecutivo. Y en RDC se endureció una de las peores crisis humanitarias del mundo. Más de cinco millones de personas se han visto desplazadas, incluidos tres millones de niños. La mayoría de estas familias movilizadas se han refugiado en comunidades locales que apenas están logrando satisfacer sus propias necesidades. Otras personas desplazadas viven en campamentos informales donde las condiciones de vida son aún más duras.
Conciliar en el Sahel seguridad y vida es una ecuación cada vez más complicada. Demasiadas costuras en un lugar donde misiones de paz, antiguas potencias coloniales, yihadistas, gobiernos locales y sociedad civil tratan de levantar su voz. El contexto humanitario en la zona transfronteriza entre Burkina Faso, Malí y Níger sigue deteriorándose. En octubre se registró el mayor número de incidentes de 2021, lo que aventura un panorama poco halagüeño para 2022. En Burkina Faso, por ejemplo, coincidiendo con la apertura del curso escolar, Save the Children denunciaba que el cierre de escuelas había aumentado un 20 %. Y cada vez más personas, según la ONU, huyen de sus hogares en busca de refugio en los campos o pueblos cercanos.
Malí, después de dos golpes de Estado en el último año, sufre una inestabilidad crónica mientras persiste la violencia en las zonas rurales. El objetivo era celebrar elecciones en febrero de 2022, aunque el pasado mes de octubre los líderes de la transición anunciaron que no sería posible por problemas de inseguridad. La decisión ha provocado que tanto la CEDEAO como la UE mantengan sanciones contra el país que, mientras, observa los avances de la insurgencia islamista y los combates regulares entre grupos independientes aislados, las diferentes milicias o los grupos de cazadores dogón.
Y en Níger, la situación de seguridad no ha mejorado tampoco mientras que el Banco Mundial anunciaba a finales de 2021 una voluminosa ayuda económica con las ya sabidas condicionalidades.
Aunque ha habido importantes esfuerzos internacionales para impulsar el fin del conflicto en Etiopía entre el Gobierno y el Frente de -Liberación del Pueblo de Tigray, que el Ejecutivo de Abiy Ahmed declaró grupo terrorista en mayo de 2021, los enfrentamientos siguen aumentando. Los combates se han cobrado miles de vidas y han desplazado a casi 2,5 millones de personas. Además, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, al menos nueve millones de etíopes necesitan ayuda alimentaria urgente debido al conflicto.
Los observadores internacionales temen que si no se controla la situación, el segundo país más poblado de África corre el riesgo de caer en una guerra civil abierta que afectaría a millones de personas, incluso más allá del Cuerno de África. En este escenario, Egipto saldría reforzado. Washington mantiene su apoyo al presidente egipcio Abdelfatah al Sisi en la disputa sobre la Gran Presa del Renacimiento, un enorme proyecto en el Nilo Azul en el que ambas naciones, junto a Sudán, discrepan sobre las cuotas de agua necesarias para un suministro eléctrico fiable y el pertinente desarrollo económico.
Las elecciones presidenciales de Angola en agosto probablemente verán al actual presidente, João Lourenço, obtener un segundo mandato después de recoger el testigo, en 2017, de José Eduardo dos Santos, en el poder durante casi cuatro décadas. El ascenso al poder de Lourenço fue parte de un plan de sucesión del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) que lo señaló como candidato del partido gobernante. Sin embargo, las elecciones se vieron empañadas por irregularidades que arrojaron dudas sobre los resultados, lo que inicialmente socavó su legitimidad.
Aunque ha sido elogiado por sus iniciativas reformistas, en particular en lo que respecta a combatir la corrupción y abrir relativamente el espacio político, Lourenço también ha utilizado su poder para consolidarse. Su intención de diversificar la economía –dependiente del precio del petróleo– le llevará tiempo después de cinco años de recesión. La deuda, especialmente con China, y la creciente ira entre la población en apuros, que vio a las élites bebiendo champán en los primeros años del bum petrolero, serán los desafíos a los que se enfrentará en las urnas. Los comicios servirán, además de para evaluar su primer mandato, para comprobar la salud electoral de un país donde el MPLA continúa siendo omnipresente.
En Kenia, la saga Kenyatta dejará libres en agosto las riendas del país, pero seguirá controlando algunos de los sectores claves y manejando una cuenta con muchos ceros a la derecha. Era un secreto a voces que esta familia, una de las más poderosas de la región, tenía negocios fuera del país, sin embargo, tras la revelación de los Papeles de Pandora ha quedado evidenciado que los paraísos fiscales han servido para engordar en unos 26 millones de euros los activos personales del actual presidente y su círculo familiar más cercano.
El escenario electoral estará marcado por una economía resquebrajada por el alto índice de desempleo juvenil, los escándalos de corrupción, procesos extrajudiciales y la violencia policial, de manera que los principales candidatos, William -Ruto y el líder opositor Raila -Odinga –en la que, probablemente, será su última oportunidad para llegar a la Presidencia–, deberán afilar sus armas dialécticas. En el caso keniano, el programa electoral ocupa mucho menos espacio que las arengas al poder de las etnias, así que se verá si después del verano surge un nuevo modelo de país o continúa, como hasta ahora, la ley del más fuerte, que se traduce en el trinomio -kikuyu/kalenyin/lúo.
2021 finalizó con dos cumbres que continúan remodelando la visión que desde el exterior proyectan hacia África las dos principales potencias mundiales: China y EE. UU. Ambos países han transitado por sus propias contradicciones albergando la esperanza de sacar rendimiento a estos encuentros con compromisos tangibles. En el caso del gigante asiático, la octava edición del Foro de Cooperación China-África (FOCAC), que se celebró en Dakar del 29 al 30 de noviembre, adoptó cuatro resoluciones clave y nueve programas –comenzarán su andadura este año– que ahondarán en las inversiones en los ámbitos comercial, sanitario, digital o de seguridad.
Por su parte, la Administración de Biden parece tener que sobreponerse a la desastrosa política exterior de su predecesor, Donald Trump, y modificar su discurso. De los 110 países invitados a la Cumbre por la Democracia, celebrada entre el 9 y el 10 de diciembre pasado, solo 17 eran africanos, algunos incluso con una dudosa credibilidad democrática. Los últimos datos del –Afrobarómetro muestran que los africanos creen que la democracia es preferible a todas las demás formas de gobierno, pero consideran, cada vez más, que las elecciones no logran que sus líderes rindan cuentas. El Índice de Gobernabilidad Africana de 2021, elaborado por la Fundación Mo Ibrahim, también advierte de que África va en la dirección equivocada.
La fotografía general muestra el interés por parte de Washington de buscar aliados estratégicos en las diferentes regiones del continente (Sudáfrica, Kenia, Ghana y Nigeria) que le sirvan de contrapeso para ganar protagonismo. Durante los próximos meses se conocerán más detalles de las prioridades de la Casa Blanca para África en el marco de la organización de una Cumbre de Líderes Africanos encabezada por el presidente estadounidense, prevista para este 2022 que acaba de nacer.
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