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Por José Carlos Rodríguez Soto
Cristianos y musulmanes que se esfuerzan por entenderse y ayudarse enBangui, la capital centroafricana desgarrada por el odio y los enfrentamientos armados entre ambas comunidades. Esto es lo que ocurre en la parroquia de los Mártires de Uganda del barrio de Lokouanga. El pasad 18 de octubrre, domingo del Domund, la presencia del arzobispo Dieudonne Nzapailainga en esta iglesia fue una inyección de ánimo para los que buscan la concordia.
Quienes conocen al joven y carismático arzobispo de Bangui, están acostumbrados a verle llegar a celebraciones litúrgicas acompañado de imanes musulmanes. Ayer no fue una excepción. Gracias a la amistad y buenas relaciones que ha cultivado con líderes del Islam, muchos centroafricanos de a pie que padecen las violencias de los radicales se sienten animados. Bangui vive aún bajo la tensión y el trauma de los últimos acontecimientos luctuosos: el asesinato, el 26 de septiembre, de un joven musulmán, desencadenó cruentas batallas entre milicias musulmanas del barrio conocido como el Kilómetro Cinco y los rebeldes anti-Balaka, que han hecho del odio a todo lo que huela a Islam su caballo de batalla. En apenas seis días hubo 77 muertos y algo más de 400 heridos graves, además de una caos generalizado aprovechado por bandas de malhechores para saquear oficinas de ONG y residencies particulares, que acabó en un todos-contra-todos donde entraron los que pedían la dimisión del actual gobierno, y la retirada de las tropas francesas de pacificación y de la misión de la ONU en el país. Miles de personas huyeron de sus hogares y se refugiaron en iglesias, en la mezquita central y en el aeropuerto.
La calma que vive la capital es muy frágil y de vez en cuando sigue habiendo asesinatos.El pasado jueves, 15 de octubre, los anti-Balaka volvieron a atacar el Kilómetro Cinco, y las milicias musulmanas respondieron entrando a tiros en los barrios vecinos, predominantemente cristianos. Hubo tres muertos. Y dos días después, un nuevo enfrentamiento volvió a causar un muerto entre los musulmanes. A duras penas consiguieron sus líderes comunitarios calmar a los jóvenes exaltados que clamaban de nuevo venganza. Aventurarse en los barrios situados al norte de la capital sigue siendo muy arriesgado.
Lakouanga es una barrio del sur de Bangui donde siempre se han mezclado sin problemas cristianos y musulmanes. En mayo del año pasado, milicias anti-Balaka venidas de algunos de los vecindarios más conflictivos entraron allí un día y destruyeron la mezquita. A los pocos meses, un grupo de cristianos tomó la iniciativa de ayudar a sus vecinos musulmanes a reconstruirla. El pasado 20 de septiembre, antes del último estallido de violencia, pasé por allí y pude admirar la tenacidad de los miembros de ambas religiones que colaboraban para poner otra vez en pie muros y tejados, con minarete incluido. Ocho días después, los anti-Balaka regresaron y volvieron a destruir lo que con tanto esfuerzo se había levantado durante los últimos meses. Una vez más, la mezquita de Lakouanga ha vuelto a ser una pila de escombros.
Pero nada de esto ha amilanado a los vecinos del barrio. El Domund del pasado domingo tuvo un significado muy especial, en el que los cristianos dijeron a los musulmanes: “estamos con vosotros y vamos a levantar otra vez la mezquita”.
Cuando me preguntan que cómo veo el futuro de República Centroafricana, no soy ingenuo y me doy cuenta de que hay mucha gente interesada en hundir a este país y sumirlo en la violencia. Pero pienso también en personas como los vecinos de Lakouanga, cuya tenacidad y empeño por la paz es más fuerte que el fanatismo de los violentos. Y pienso en líderes como el arzobispo Nzapalainga, en imanes que se juegan mucho al aproximarse a los cristianos y que creen en el entendimiento. Cuando un día, este país alcance por fin la paz y levante cabeza, será gracias a personas como ellos.
José Carlos Rodríguez Soto es licenciado en Teología y en Periodismo. Ha trabajado 17 años en Uganda, la mayoría de ellos los ha pasado en Acholiland (Norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra.
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