Historia y nubarrones

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Ghana, el país de los guerreros ashantis, sueña con recuperar la senda perdida del crecimiento y la estabilidad económica



Cuentan los griots de África occidental que, tras la caída del Imperio soninké de Ghana que floreció entre los siglos VII y XI, sus habitantes partieron hacia el sur en busca de tierras fértiles y buenos pastos donde llevar una vida en paz. Aquellos soninkés guardaron para siempre la memoria del antiguo esplendor del primer gran imperio negroafricano conocido en la región, y en ese recuerdo se apoyó Kwame Nkrumah para bautizar como Ghana al nuevo país que vio la luz en 1957. El sueño panafricanista del líder ghanés necesitaba un nombre que estuviera a la altura, desterrando para siempre la denominación colonial de Costa del Oro.

Fueron los viajeros portugueses, fascinados por la abundancia del preciado metal, quienes comenzaron a llamar así a la actual Ghana. Los lusos –y luego los holandeses– se asentaron en fortalezas construidas en el litoral para beneficiarse de las riquezas suministradas por aquel territorio que parecían no tener fin, tanto oro como esclavos. Todo ello, sumado a los inmensos bosques tropicales y la abundancia de ríos y arroyos, con el gigantesco lago ­Volta como gran reservorio, convertían a esta tierra en un paraíso soñado en el febril y codicioso imaginario de los europeos. Pero aquel país no les pertenecía. Numerosos pueblos habitaban Ghana, entre ellos los poderosos ashantis del grupo akan, que plantaron batalla a la colonización británica en el siglo XIX.

Visitar hoy Kumasi (en la imagen, una zona comercial en el centro de la ciudad), la histórica capital del reino ashanti y segunda ciudad del país, es una inmersión en la idiosincrasia de este pueblo. Cada cierto tiempo, el asantehene o rey se instala en un patio de su fascinante palacio de Manhya y recibe a los jefes locales, que le rinden pleitesía. En las ocasiones más señaladas se exhibe también el célebre taburete dorado –un pequeño asiento de oro venerado por los ashantis y símbolo sagrado de la monarquía– que fue el detonante de la guerra con los ingleses después de que el altivo gobernador colonial reclamara su propiedad. Al ritmo frenético de los tambores, la ceremonia renueva los lazos que mantienen unido a este pueblo cuyo rey, reconocido en la Constitución, juega un importante rol en la Ghana actual. Curiosa dicotomía para una república.

Es difícil desanudar los vínculos entre pasado y presente en un país donde la historia sigue teniendo un peso enorme. Por ejemplo, el actual presidente ghanés, Nana Akufo-Addo, quien ocupa el cargo desde 2017, procede de una familia real akan. Tras la ansiada independencia tuvieron que pasar más de tres décadas de inestabilidad, golpes de Estado y regímenes militares intercalados con breves períodos democráticos para que Ghana enfilara la senda de una democracia estable y sólida en 1993. En un contexto regional de asonadas militares y retrocesos en materia de libertades, este país se aferra hoy a su trabajado prestigio de referencia democrática regional. Aunque negros nubarrones acechan en el horizonte.

La osada independencia

Célebre abogado y defensor de los derechos humanos, Akufo-Addo, miembro del Nuevo Partido Patriótico (NPP) creado con la llegada del multipartidismo en 1992, fue primero fiel escudero del presidente John Kufuor y después fiscal general, ministro de Justicia y de Asuntos Exteriores. Sin embargo, nunca ocultó sus ambiciones. Aspirante derrotado en 2008 y 2012, su momento le llega tras la victoria en las presidenciales de 2016. Sus primeras decisiones de gobierno generan grandes expectativas: arremete de frente contra la corrupción mediante el nombramiento de un fiscal especial, establece la gratuidad de la educación secundaria y reduce las tarifas eléctricas. Sin embargo, su medida más popular y al mismo tiempo controvertida fue su rechazo a recibir nuevos préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Movimientos anticoloniales y panafricanistas empezaron a percibirle como un nuevo referente.
Y sí. Akufo-Addo anunció a bombo y platillo en 2017, apenas seis meses después de su elección, que no tenía ninguna intención de renovar el acuerdo firmado con el FMI en 2015 y que expiraba en 2018. «Esperamos desarrollar nuestra propia estrategia y no depender más de recursos externos para financiar nuestro presupuesto», dijo entonces el presidente ghanés. No solo en el terreno económico, también en otros ámbitos, el veterano letrado y experimentado líder político daba muestras de una osada independencia.

En noviembre de 2017, durante un encuentro con el presidente francés Emmanuel Macron en Accra, aseguraba: «Hacen falta dirigentes que utilicen el dinero público no para ellos sino para el pueblo, que rindan cuentas. Necesitamos instituciones fuertes. ¿Por qué Corea del Sur, Malasia y Singapur, que alcanzaron la independencia a la vez que nosotros y que en 1960 tenían una renta per cápita inferior a la de Ghana, hoy pertenecen al Primer Mundo y nosotros al tercero? No hay otra respuesta: es nuestra responsabilidad, no la de otros. Si tenemos en cuenta las inmensas riquezas del continente tendríamos que ser los africanos quienes ayudáramos al mundo. Invirtamos las cosas, seamos autosuficientes. Podemos hacerlo».

Pero la realidad pasó por encima de las intenciones de Akufo-Addo. La crisis económica derivada de la combinación de la pandemia y la guerra en Ucrania, unida al ­sobreendeudamiento, se conjuraron para sumir a Ghana en una profunda recesión y situarla al borde del abismo, con una inflación desbocada. En noviembre pasado, el presidente ghanés se veía obligado a reconocer un secreto a voces en su peculiar y franco discurso. «Sí, estamos en crisis, no exagero cuando lo digo. No puedo encontrar otro ejemplo en la historia en el que tantas fuerzas malvadas se hayan juntado al mismo tiempo». Las intensas protestas antigubernamentales que vivió la capital ghanesa en 2022 ya no podían ser ignoradas.

Nana Akufo-Addo afronta el final de su doble mandato en su momento más bajo. Le tocará a su sucesor tratar de devolver a Ghana a la senda del crecimiento y la estabilidad. En el gubernamental NPP hasta cinco gallos, Mahumudu Bawumia, Kennedy Agyapong, Alan Kyerematen, Owusu Afriyie Akoto y Kwabena ­Agyapong, afilan sus espolones. Enfrente estará el expresidente John Dramani ­Mahama, líder del Congreso Democrático Nacional, quien parece decidido a volver por todo lo alto. Las elecciones de 2024 serán el punto de partida del que todos esperan que sea un nuevo tiempo para Ghana, un país que busca su lugar en el mundo sin perder de vista su glorioso pasado.



En la imagen superior, el centro comercial de Kumasi. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

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