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chema  Por Chema Caballero

 

La economía de la Eurozona está amenazada de deflación, a pesar de que en las últimas semanas se haya empezado a recuperar el precio del petróleo, una de las causas de esta. Es por ello que el pasado 10 de marzo el Banco Central Europeo (BCE) acordó rebajar su tasa de interés en 5 puntos básicos, hasta un histórico 0 %. Los expertos ven este movimiento como una medida desesperada para estimular el crecimiento premiando el gasto y castigando el ahorro. Sin embargo, el Banco Mundial lo ve más relacionado con la insostenibilidad del gasto público que, según este organismo, está basado en una curva de población que ya no existe. El envejecimiento de la población europea tienen como consecuencia una fuerza trabajadora débil y una baja productividad.

Ya son muchos los analistas que hablan de que una nueva crisis económica se asoma a la vuelta de la esquina y los líderes políticos no son capaces de tomar las resoluciones adecuadas para prevenirla, quizá asustados por la presión popular ante las medidas de recortes y austeridad adoptadas como consecuencia de la crisis que comenzó en 2008.

Las autoridades de la entidad financiera presumen de que la intervención del BCE ha evitado que la zona euro cayera en una situación de deflación permanente desde el año pasado y por eso piensan que sus nuevas medidas funcionarán a pesar de que similares decisiones ya fueron asumidas con anterioridad por los bancos centrales de Dinamarca, Suiza, Japón o Suecia, sin que los resultados obtenidos puedan considerarse exitosos.

Dada la situación europea, en las últimas décadas, el crecimiento mundial parecía que se hubiese trasladado a las economías emergentes, conocidas como los BRICS. Incluso el banco creado por estos países, el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), se vio como una alternativa y un reto a las políticas impuestas por el  Banco Mundial y las instituciones de su grupo, y ademas levantó muchas expectativas en África. Pero hoy día, si exceptuamos a la India, el resto de estos países (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica) se encuentran en una situación similar a la de los países a los que querían hacer sombra. También están entrando en recesión y se teme se vean envueltos en una crisis financiera.

¿Qué pasa con África? ¿Está al margen de esta nueva tendencia mundial? Llevamos años hablando del fuerte crecimiento económico que experimenta el continente y hoy día sigue siendo  la segunda región del mundo que más rápidamente crece, por detrás de Asia. Esta realidad ha sido impulsada por inversores que buscan altos rendimientos y por las materias primas. Además, los expertos tienen en cuenta otros factores como el gran número de consumidores que presenta África y que, debido al fuerte crecimiento demográfico que experimenta, puede llegar a ser casi tan alto como la población de Europa y América juntas para el año 2015. A esto hay que sumar el ascenso de la clase media y una rápida urbanización del continente con toda la demanda de bienes y servicios que esta tendencia conlleva, además de una población joven que representará más de una cuarta parte de la fuerza laboral mundial para 2050.

También hay que considerar las reformas acometidas por la mayoría de los países africanos, lo que hace que los expertos hablen de que el sector financiero del continente ha madurado y como ejemplo ponen el recurso a la emisión de bonos soberanos por muchos de ellos para financiar sus programas de desarrollo y necesidades.

Este es un tema del que ya hemos hablado en estas páginas en otras ocasiones diciendo que hace una década, los países africanos no eran capaces de recaudar dinero a través de la venta de bonos debido a que los inversores internacionales consideraban que sus economías presentaban demasiados riesgos. Sin embargo, las cosas fueron cambiado y la perspectiva económica del continente adquirió un status positivo, alimentado, sobre todo, como hemos señalado anteriormente, por los altos precios de las materias primas, las nuevas políticas económicas y la mejora de la gobernanza. Todo ello ha facilitado la emisión de bonos soberanos y, muy probablemente, tenemos ahora que añadir, la posibilidad de que África acompañe al resto del mundo en la nueva crisis económica que se avecina. Si la mayoría de los países africanos se salvaron, a grandes rasgos, de los efectos de la crisis de 2008 (obviando recortes a la cooperación y ayudas al desarrollo que afectaron a muchos de ellos grandemente, entre otros), ahora les va a ser muy difícil quedarse fuera.

En los últimos años, la tendencia a emitir bonos por parte de muchos de los países africanos ha crecido hasta el punto de que según el Overseas Development Institute (ODI), en un informe sobre los bonos soberanos en África subsahariana, señala que la región ha experimentado un fuerte aumento de su deuda a través de la emisión de estos instrumentos financieros, la cual pasó de los 6  mil millones de dólares de 2012 a los 11 mil de 20114.

Este dato ha provocado que los sectores financieros internacionales consideren que una posible crisis financiera también acecha a África.

Hace más de un año, el subjefe de la división del Departamento Monetario y de Mercados de Capitales del FMI, Amadou Sy, advertía, como recogíamos en esta sección, que los bonos soberanos no serían la salvación de muchos de los países de África subsahariana, como la mayoría de los economistas pensaban. Ahora, otros expertos se une a esa advertencia al afirmar que el pago de la deuda podría llegar a plantear grandes retos si las perspectivas económicas cambiasen en África debido a una caída de los precios de las materias primas, como ya ha sucedido con el petróleo y otras, a los efectos que la desaceleración de la economía china pueda tener en el continente, o a la disminución de la demanda mundial de exportaciones, entre otras muchas causas que ya empiezan a notarse en la región.

La alarma se ha tomado más en serio desde que Ghana ha tenido que acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener una ayuda que le permita pagar las deudas adquiridas a través de la emisión de bonos soberanos. La disminución del precio del oro y del cacao, el incremento de las importaciones y el déficit fiscal están detrás de esta situación. También Zambia ha pedido ayuda al FMI al caer el precio del cobre, su principal exportación, que supone dos tercios de sus ingresos por exportaciones. Pero también porque usó mal el dinero conseguido a través de la emisión de bonos para subir el salario de los funcionarios.

Esto sirve de llamada de atención sobre lo que podría pasar en otros países por la bajada del precio de las materias primas, como es el caso de Angola y Nigeria, cuyas economías dependen de la exportación del petróleo, y que ya están experimentando dificultades. O por el mal uso del dinero como es el caso de Mozambique, que según el ODI los 850 millones que consiguió por este método para reformar y reforzar su industria pesquera han sido utilizados para adquirir embarcaciones y equipos militares.

Otro riesgo que los expertos ven en esta forma de financiación es que la deuda se emite en moneda extranjera, por lo general en dólares o euros. Si estas divisas se fortalecen presentarán un nuevo riesgo para los países africanos. Esto ha llevado a los analistas a cuestionar la idoneidad de acumular deuda en estas monedas. Si la Reserva Federal de Estados Unidos pone fin a los tipos de interés bajos o el Banco Central Europeo optase por lo mismo, los bonos africanos se enfrentarían a un aumento de pagos de deuda que no todos los países podrían asumir.

A pesar de todos estos recelos, son muchos los analistas que opinan que la emisión de deuda no es de por sí una mala política: lo que importa es cómo se gasta el dinero. La buena noticia es que la mayoría de los países africanos que acudieron a la emisión de bonos soberanos han utilizado bien los fondos adquiridos, especialmente para financiar infraestructuras de transporte y energía; tal es el caso de Etiopía, Ruanda, Nigeria o Senegal. Costa de Marfil, por su parte, utilizó el dinero para pagar los gastos corrientes relacionados con el desarrollo, como la salud y la educación.

Evidentemente, el intento de diversificar las fuentes de financiación y la búsqueda de una mayor independencia económica que permita a los países africanos decidir sus propias prioridades de desarrollo y ser capaces de financiarlas es algo muy loable.

Sin embargo, la economía africana está muy interconectada y es muy dependiente de la del resto del mundo, por lo que si Europa o China se constipan África estornuda. Va a ser muy difícil que esta vez el continente se libre de los efectos de la nueva crisis económica, lo que provocaría que de nuevo caiga en las redes de las instituciones financieras internacionales, con lo que cualquier intento de independencia y de dar respuesta a sus propias necesidades quedaría aniquilado. Estos organismos tienen ahora un instrumento en sus manos para someter a esos países que intentaron liberarse de su yugo para ser independientes financiéramente o coquetearon con las promesas de los BRICS, la deuda de sus bonos soberanos, y se la pueden hacer pagar muy caro, por lo que las consecuencias de una nueva crisis económica serán mucho más sentidas en África que en cualquier otra parte del mundo.

 

 

Foto: Kevin Shine

 

 

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