IRREVERSIBLES. Mercedes García de Vinuesa: «Las cosas se pueden hacer de otra manera»

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Nació en Córdoba hace 40 años, de familia vasca por parte materna y madrileña por la de su padre. Los últimos 16 años los ha dedicado a la cooperativa IDEAS (Iniciativas De Economía Alternativa y Solidaria), que actualmente ostenta la presidencia de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.

 

 

 

 

Por Javier Sánchez Salcedo

 

¿Cómo nace tu interés por la economía solidaria?

Estudié económicas y empresariales, aunque me apasionaba la psicología. En el cuarto año de carrera tuve una crisis porque no se hablaba de lo que yo entiendo que tiene que ser la economía, más humana. Solo se hablaba de maximizar el beneficio y de los recursos humanos para aumentar la productividad. Se abordaba la psicología no para la felicidad del trabajador, sino para el enriquecimiento del empresario. No se tenía en cuenta la rentabilidad medioambiental ni social. Yo era buena estudiante, pero no me ilusionaba ni ser directora de un banco ni llegar al puesto más alto. En quinto una de las profesoras me invitó a realizar un máster de cooperación al desarrollo y gestión de ONGD y ahí se produjo el clic, el inicio de un periodo de transición en el que me di cuenta de que las cosas se pueden hacer de otra manera.

Y entraste en contacto con la cooperativa IDEAS

La elegí para mis prácticas, y me mandaron un mes y medio a visitar cooperativas de productores de India y Nepal. Me fui sola con la mochila. Fue una experiencia inolvidable. Se me desmontaron muchos esquemas al ver la contaminación que hay, la pobreza, las mutilaciones por culpa de la polio…

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Mercedes García de Vinuesa el día de la entrevista / Fotografía de Javier Sánchez Salcedo

¿Qué entiendes por comercio justo?

Es otra forma de comercio donde se respeta a las personas. Es un comercio con justicia porque se pagan realmente todos los costes de producción, con lo cual existen salarios dignos, que están fijados a nivel internacional con unos estándares muy bien delimitados. No hay explotación infantil y la mujer gana lo mismo que el hombre. Hay unas relaciones a largo plazo, no se trata de comprar y vender al mejor postor, sino de crear realmente relaciones de cooperación. Por eso está demostrado que el comercio justo es una herramienta eficaz de reducción de la pobreza. Y también de respeto al medio ambiente.

¿Los consumidores también somos responsables de las relaciones comerciales?

Claro. Como compradores tenemos que ser conscientes y exigir que nos demuestren que no hay explotación laboral detrás de un producto, que no hay unos salarios tan míseros que no cubren los costes de producción. Por eso cuando vemos un precio muy barato no podemos decir “uy qué bien” y no cuestionarnos cómo lo han logrado, porque está claro que alguien de la cadena no ha recibido lo que debería. Y a la vez sabemos que hay alguien que siempre gana. Leamos el etiquetado y exijamos que nos demuestren cómo se ha hecho ese producto, dónde y en qué condiciones.

¿Tenemos poder real para modificar un sistema basado en relaciones injustas?

Se ha demostrado que tenemos muchísima fuerza como consumidores y que las empresas van a hacer lo que los consumidores les exijamos. La empresa quiere maximizar los beneficios pero si el consumidor exige, por ejemplo, que un producto sea ecológico, se ponen las pilas y al final producen de forma ecológica. Como consumidores estamos diciendo sí o no a un sistema. Cuando tomamos un café por la mañana, si es de comercio justo estamos diciendo sí a un mundo más justo donde, por ejemplo, hay unas personas que han amado su tierra y han producido de manera digna. Imagínate lo bien que te sienta ese café. Estás contribuyendo con algo tan sencillo como tu consumo diario.

¿Cómo convencernos unos a otros de que cambiar nuestros hábitos cotidianos es mejor para todos?

En mi caso la transformación ha sido muy natural, poco a poco. Y sigo teniendo muchas incoherencias, soy hija de mi cultura. Mi hermana es investigadora y ha tenido que emigrar a Holanda, y yo cada vez que monto en avión soy consciente del impacto medioambiental que estoy creando. Pero consumo los productos de mi cooperativa de forma regular: galletas, zumos, pasta con quinoa, cosmética. En nuestra nave industrial de Córdoba la energía viene de fuentes renovables y toda nuestra financiación es de banca ética. Hay que contagiar la alegría de que existe otra manera de hacer las cosas y de que cuanta más gente se sume, mejor. Que tú seas el cambio que quieres ver en el mundo, como decía Gandhi.

Qué diferencia a IDEAS, la cooperativa en la que trabajas, de otras empresas

Yo vengo de una familia tradicional en la que, por ejemplo, mi padre me decía que por qué no trabajaba en una empresa normal y decente. No entendía dónde estaba. Es verdad que nuestros sueldos son muy bajos y que echamos muchísimo tiempo de trabajo. Somos socios trabajadores y nuestra forma de tomar decisiones es democrática. Hemos aprendido a gestionar como empresarios, pero nos hemos reinventado creando nuevos criterios que el mercado tradicional no te da. Entre nosotros no hay casi diferencia salarial, cuando a mí me habían enseñado que yo, por tener una formación, tenía que tener más sueldo que la persona que trabaja en el almacén o en atención al cliente. Hemos ido viendo que hay criterios que no nos valen y otros, de mayor cuidado entre nosotros y de mayor implicación, que sí.

Hay mucho camino por recorrer, pero no hay vuelta atrás. El comercio justo sigue creciendo.

Todavía hay mucho que hacer, porque hay gente que lo ve como caridad, no como un tema de justicia global que nos afecta a todos. Exigir comercio justo es otra forma de estar en el mundo. Nos beneficia a nivel individual, porque sabemos qué estamos consumiendo, ya que la información de los productos es muy amplia y detallada, y además estamos ayudando a alguien que ha hecho ese producto en otro lugar del mundo. Defender comercio justo es defender los derechos fundamentales de las personas.

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