Julia Cabrera: «Los museos deben ser espacios de memoria»

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Educadora e historiadora del arte






«Soy historiadora del arte y educadora artística. Nací en Toledo y me considero castellano-manchega –me encanta mi tierra–, con raíces africanas. Trabajo en varios proyectos con el objetivo de que el arte y los espacios culturales sirvan para establecer lazos entre las personas».


El mestizaje forma parte de tu identidad. ¿Cómo lo vives?

Mi historia familiar, la de mis raíces, es la de la colonización española de Guinea Ecuatorial. Tengo un amplio árbol genealógico de mestizaje fruto de esa parte invisibilizada de la historia española. A veces me siento con falta de identidad. Otras personas pueden retrotraerse a los países de origen de sus padres, pero yo no puedo, porque mi padre nació en Fernando Poo cuando era una colonia española, y eso ya no existe. Invisibilizar esa parte de la historia de nuestro país nos afecta de manera personal. A mí me hace estar siempre buscando cómo definirme. La sociedad te pide que te definas y, en mi caso, no es fácil.

¿De qué manera la sociedad te obliga a definirte?

Desde que tengo uso de razón, siempre me han preguntado de dónde soy, a pesar de que soy española y mi familia también lo es. Recuerdo que cuando de adolescente empezaba a salir y conocía a gente nueva, me inventaba que era brasileña o de República Dominicana para que no me preguntaran más y me dejaran en paz. No encajar en la imagen prototípica de mujer española provoca mucha presión social, conlleva frustración y, en muchos casos, ansiedad. Cuando en un sitio soy la única persona racializada, a menudo me pongo nerviosa esperando que no me pregunten de dónde soy. Es muy incómodo. Y cuando vas acumulando estos momentos, te cansas.


Julia Cabrera el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Hablemos de tu vocación y tu trabajo, donde se relacionan la pasión por el arte con tu identidad y tus raíces. 

Mi familia es muy artística. Yo bailo desde pequeña y opté por estudiar Historia del Arte. Durante la carrera me di cuenta de que en mi profesión podría aunar los temas que más me interesan: la educación, la conciencia social y el arte. Lo que pretendo con mi trabajo es hacer que los espacios culturales sean accesibles, vividos y diversos, y abrir al público a otros puntos de vista, como la historia del arte decolonial con perspectiva de género. Mi objetivo es que los museos y las galerías sean espacios de cohesión social, espacios para todo el mundo en los que se pueda aprender y disfrutar, pero que también sirvan para crear lazos entre personas. Son algo más que almacenes de obras de arte.

Hablas de que sean espacios para todo el mundo. ¿Hay personas que se sienten excluidas?

Los espacios artísticos a veces parece que están dirigidos a un reducido grupo de personas. Quiero que estén abiertos no solo al perfil prototípico que accede a estos espacios, que es el de hombre profesional europeo de clase media-alta y de edad adulta-media, sino también a adolescentes, a personas de la tercera edad, a personas racializadas y a colectivos que nunca se han visto representados en ellos. El museo está al servicio de todos y hay que trabajar para que realmente sea así, haciendo que los contenidos sean atractivos para otro público que no es el prototípico. 

Volviendo a tus años de universidad, como mujer afrodescendiente, ¿encontraste carencias?

Totalmente. No encontré referentes ni a nivel personal ni profesional. Los historiadores del arte que estudias son todos hombres europeos, como Ernst Gombrich, y sientes que este no es campo para una mujer afrodescendiente española. Piensas que no podrás hacerte un hueco, porque no eres como ellos. Ves que todo en el plan de estudios es historia del arte de Europa o de España, y cuando se habla de otros lugares siempre se hace con una perspectiva eurocéntrica. El error era buscar respuestas solo en esos focos académicos, así que empecé a dirigirme a páginas web y catálogos de museos como los de historia afroamericana, y descubrí que había mucho más. Encontré a profesionales como Bisi Silva, que fue directora del Museo de Arte Contemporáneo de Lagos, en Nigeria, y que fue historiadora del arte como yo, gestora cultural y comisaria. Me di cuenta de que existían personas así, solo que estaban invisibilizadas. 

Eres educadora en Ángulos Cardinales, un proyecto del Museo del Prado con mujeres migrantes. ¿En qué consiste? 

Es un proyecto muy importante que se nutre de una pluralidad de voces, de perspectivas, de historias, de profesiones… Llevamos a cabo sesiones en las que surgen reflexiones y creaciones en el camino del feminismo interseccional decolonial. Estas tienen un carácter de investigación, y en ellas analizamos diferentes piezas artísticas y revisamos el lenguaje, por ejemplo a través de las pinturas de castas, que eran obras que se hacían en Abya Yala [el nombre más antiguo para designar al continente americano] para categorizar a la sociedad. Se pintaba a un hombre español y a una mujer negra, y se explicaba que de ellos nacía un mulato, un término peyorativo que procede de «mulo», el cruce entre un caballo y una burra. Estas pinturas son un claro reflejo de que términos creados durante la colonización siguen vivos en la actualidad y se siguen usando de una manera muy abierta. A mucha gente aún le cuesta entender que queramos emplear la palabra «mestizo» en lugar de «mulato». Por eso hablamos de decolonización.



 

Julia Cabrera el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Podemos servirnos del arte para transformar la sociedad?

La historia del arte tiene mucho que ver con la memoria. Es una huella de lo que ocurrió, y a través de las piezas que se exponen en los espacios culturales se puede hacer una reparación en términos de memoria democrática, una sanación para aquellas personas con heridas que siguen abiertas y a las que, por ­supuesto, hay que respetar y tener en cuenta, sin banalizarlas diciendo que son temas que pasaron hace muchos años. Hay épocas cuyos códigos y símbolos siguen vigentes en nuestra sociedad y en la forma en la que las personas nos relacionamos. Es muy importante que los museos sean espacios de memoria donde se desarrollen proyectos que ayuden no a separar sino a conciliar, que nos enseñen a convivir, que nos unan. Trabajar por esa cohesión social es mi máxima principal para desempeñar mi trabajo.

¿Cómo podemos acercarnos a la historia del arte sin una mirada eurocéntrica?

Se puede aprender desde otros sitios, sin quitar la legitimación que tienen los autores tradicionales como Gombrich, pero ampliando las miradas. Se puede hacer una búsqueda de conocimiento no solamente desde la universidad y la academia, sino acudiendo también a los museos y participando en las actividades que proponemos. En el Museo Reina Sofía de Madrid coordino el módulo (De)construyendo el Museo, un trabajo de investigación y activismos sobre arte, salud mental y decolonialidad que va también en la línea de ir transformando estos lugares en espacios realmente abiertos a todas las personas. También están las actividades que realizan colectivos como La Parcería o Ayllu, las del Espacio Afro o las de Matadero. Se puede participar en ellas con un rol de escucha activa. El aprendizaje es un proceso lento que requiere paciencia y no hay que sentir ansiedad por saberlo todo ya. Se trata de ir acercándote poco a poco a estos lugares con ganas de aprender.

O también a través de tu cuenta de Instagram «Black Art and Artists». ¿Cómo nació esta idea? 

Este proyecto nació mientras estaba en la carrera. Ante esa necesidad de suplir las carencias que veía en el plan de estudios, comencé a investigar en catálogos como el del Smithsonian American Art Museum, y descubrí a artistas afroamericanos y a agentes profesionales que no conocía. Abrí una cuenta en Instagram donde archivaba lo que iba encontrando y escribía sobre las piezas y los artistas descubiertos. Hice un catálogo pensado para mí, pero acabó convirtiéndose en una plataforma para cualquiera, una cuenta divulgativa que ayuda a más personas a acercarse a esta otra parte de la historia del arte. 

Entre tus metas profesionales también está la de ser profesora. ¿Qué quieres enseñarles a tus alumnos?

Mi trabajo en los museos trata sobre la convivencia y la cohesión, y quiero hacer lo mismo desde las aulas a través de la educación formal. Me gustaría preguntarle al alumnado qué saben de historia. Plantearles un tema como el de la conquista de América, que tradicionalmente se ha enseñado desde un lugar que ha provocado que ciertas tensiones y heridas sigan abiertas, darles voz y después reflexionar con ellos sobre desde qué otras perspectivas se puede abordar el tema. Les proyectaría obras de arte precolombinas para que vean que no fue un descubrimiento, que ya había allí culturas que tenían un gran desarrollo social, urbanístico o gastronómico. Trabajaríamos sobre el respeto y la convivencia, que para mí es el poso de todo lo que hago.  





CON ELLA

«bell hooks es mi teórica favorita y mi referente.Siempre acudo a ella para fundamentar mi trabajo. Este libro es muy importante a nivel educativo porque permite analizar el trasfondo de las narrativas en la sociedad y su impacto. Ella fue profesora y pudo evaluar este impacto en su alumnado».


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