Publicado por Alfonso Armada en |
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Como la periodista británica Michela Wrong, yo también cubrí el genocidio ruandés de 1994. Y me dejé llevar por mis simpatías hacia el espantoso sufrimiento del diminuto y desgraciado país centroafricano, y no supe ver a tiempo los excesos de la guerrilla que acabó con los responsables de una de las más horrendas matanzas del siglo XX, el Frente Patriótico Ruandés (FPR), con su líder, Paul Kagamé, a la cabeza.
Do not disturb. The story of a political murder and an african regime gone bad (No molestar. La historia de un asesinato político y de un régimen africano que se echó a perder), que espero que pronto sea publicado en España, es un alegato devastador. No solo arroja negras sombras sobre el comportamiento del movimiento que desde el exilio en Uganda descabezó el régimen de Juvenal Habyarimana en Ruanda, puso en fuga a los genocidas, acabó con Mobutu en el antiguo Zaire, implantó un títere en Kinshasa, saqueó el este de República Democrática de Congo y luchó a muerte con sus antiguos aliados ugandeses, sino que prueba cómo Kagamé, desde sus primeros pasos junto al futuro presidente ugandés, Yoweri Museveni, y desde que tomó el poder en su Ruanda natal hizo de la crueldad, la mentira y el asesinato una forma de garantizarse el poder absoluto.
Esto no es una novela. Es una de las más turbadoras e implacables investigaciones periodísticas publicadas en los últimos años, y uno de los mejores libros de no ficción publicados en inglés en 2021. Arranca con el minucioso relato de cómo Patrick Karegeya –ex vicejefe de la inteligencia militar ugandesa, y exjefe del espionaje exterior del régimen implantado por su antiguo compañero de estudios Paul Kagamé en Kigali, con su inestimable ayuda– fue estrangulado en Johannesburgo en una operación orquestada y ejecutada por agentes ruandeses. No fue el primero ni el último de los antiguos compañeros de armas de Kagamé caídos en desgracia y eliminados dentro y fuera de las fronteras del país de las mil colinas. A partir de ese momento la lectura de este libro se vuelve irresistible.
Las revelaciones que aporta la investigación de Wrong se convierten en un torpedo en la línea de flotación y el prestigio que a la maquinaria propagandística ruandesa le ha servido para convertir a Kagamé y a Kigali en favoritos de los mandatarios anglosajones, generosos donantes que han intentado lavar así su sentimiento de culpa por no haber parado el genocidio. Un genocidio que Wrong no niega ni minimiza, pero que estalló el 6 abril de 1994 cuando el avión en el que Habyarimana volvía a la capital ruandesa fue derribado. El libro confirma la hipótesis que ha ido ganando crédito: el misil no fue lanzado por la facción radical del poder hutu que preparaba las matanzas, sino por efectivos del FPR que antes, durante y después del genocidio también hizo del crimen una práctica sistemática. Este es un libro tan triste como necesario para quien quiera saber la verdad de una dictadura africana que vuelve a demostrar que ser víctima no vacuna contra el mal.
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