Laurent Leger Adame: «Mis amigos nunca me dejaban ser Superman»

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Laurent Leger Adame, fotógrafo

«Nací en la isla de Reunión, pero crecí en París. Tengo 45 años. Ahora vivo en Madrid. Soy fotógrafo especializado en retrato. Junto a mi trabajo diario en el estudio dirijo la revista Mélancolie y participo en el proyecto Afromayores».





Naciste en la isla de Reunión pero creo que viviste allí poco tiempo. ¿Sigues vinculado a este lugar?

Tenía cuatro años cuando mis padres se fueron a París, pero después solíamos volver en vacaciones. Mi madre es enfermera en el servicio público en Francia y allí dan la posibilidad a los isleños de volver cada tres años a sus lugares de origen, pagándoles el billete de avión, que es muy caro. La última vez que estuve fue hace cuatro años, pero Reunión está bastante presente en mi vida.



Te reconozco que sé muy poco sobre Reunión. ¿Qué me contarías?

Es un país, digo país porque soy bastante independentista [Reunión pertenece a Francia], donde no había habitantes hasta que llegaron los árabes. Luego lo hicieron los portugueses y finalmente los franceses, que decidieron quedarse porque era una buena escala para continuar hasta India. Así que sus primeros habitantes eran blancos. Después trajeron esclavos de Mozambique, Madagascar, Tanzania y Comoras. Hoy la mayoría son afrodescendientes y mestizos, y en nuestras canciones se reivindica que somos hijos de esclavos. En particular, mis orígenes están en Comoras. 



Junto a tu trabajo remunerado como fotógrafo tienes el proyecto personal Mélancolie Magazine con el que visibilizas a la comunidad negra en España. ¿De dónde surgió la idea? 

En un momento me di cuenta de que en mi trabajo como fotógrafo, por la necesidad de encajar, había entrado en el juego de fotografiar principalmente a las personas que más gustan, que atraen más visitas y reciben más likes en las redes sociales, y que resultaban ser siempre blancas. Miré mi porfolio y vi que no me representaba, que iba en dirección contraria a la queja habitual que solía manifestar de pequeño cuando no encontraba a gente como yo en los medios. Recuerdo que cuando jugaba con mis amigos, ¡nunca me dejaban ser ­Superman! Hace unos años estuve viviendo en California donde conecté con la población afroamericana y mi porfolio empezó a tener más personas racializadas. Al volver a España sentí que era necesario visibilizar los cuerpos racializados y decidí que esa sería mi forma de hacer activismo. Mi forma de reivindicar es a través de la fotografía. Cuando llegué a Madrid empecé a conectarme con la comunidad afrodescendiente de aquí. 

Laurent Leger Adame el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



En la revista, por ahora digital, encontramos retratos, que tienen un gran peso, y también entrevistáis a las personas fotografiadas. ¿Cómo las eliges?

Contacté con las primeras durante la manifestación en Madrid del movimiento Black Lives Matter tras la muerte de George Floyd. Allí conocí a tres mujeres, una médica, otra que trabaja en la FIFA y otra diseñadora, y les propuse fotografiarlas. Me interesó mucho la idea de poder visibilizar a personas afrodescendientes como ellas. Llamé también a la actriz Beatriz Mbula (ver MN 669, pp. 54-56), las reuní e hice un retrato con las cuatro para la revista. Ahí empezó Mélancolie. Recuerdo que alguien me dijo que tenía que hacer lo mismo con cuatro mujeres blancas, pero me pareció tan raro el comentario… Las personas blancas ya tienen un soporte tremendo para dar a conocer lo que hacen. Lo que se necesita es representar a personas de la sociedad española que no tienen tanta visibilidad. Luego fui conociendo a más gente que fue pasando por mi estudio para los siguientes números. Estoy orgulloso de formar parte de esta comunidad en la que tenemos a gente tremendamente talentosa.



¿Para ti es diferente fotografiar a una persona negra que a una persona blanca?

Sí, claro. Con la persona negra hay un plus de experiencias compartidas y de cultura. Muchos modelos y actores afrodescendientes que pasan por el estudio salen muy contentos no solo por el resultado de las fotos, sino por lo cómodos que se han sentido, porque han podido relajarse y mostrarse tal y como son, sin filtros, sin temer que la persona que les fotografía de repente suelte un microrracismo y eso crispe la situación. Muchas mujeres, refiriéndose a mi ayudante, me dicen: «Por fin encuentro a una maquilladora que no se pone a tocarme el pelo todo el rato». El contacto es muy fluido, y gracias a esta relación de confianza creo que consigo sacar un retrato más profundo. 



¿Qué impacto está teniendo la revista?

Mucha gente habla de ella y mucha gente quiere participar. Una madre me dijo: «Esta mañana mi hija ha visto el retrato de Asaari Bibang (ver MN 665, pp. 52-54) y me ha dicho «Mira, mamá, es como yo»». Eso me demuestra que estoy en el buen camino y que es una iniciativa necesaria. En las entrevistas que hacemos nunca preguntamos por las experiencias de racismo. Es algo que nos toca constantemente y muchas veces acaba saliendo en la conversación, pero mi objetivo es que hablen de sus procesos creativos, de los inicios de sus carreras, de sus talentos como atletas, actores, activistas, médicos o psicólogos, en la línea de las revistas Ebony o Essence, que tienen un gran éxito en Estados Unidos y en las que en general no se habla de racismo específicamente, sino de cualquier aspecto de las vidas de las personas afrodescendientes que aparecen.

Laurent Leger Adame el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Han publicado ya más de diez números online. ¿Qué aspiraciones tienes con Mélancolie?

Seguir sacando números. Estuve seis meses en Argentina, donde conocí una comunidad afro tremenda, y quiero hacer un número especial sobre afroargentinos. En España hace falta un gran trabajo de visibilización, pero allí mucho más. Parece que es un país de blancos y no es verdad. Hay afrodescendientes desde hace muchísimo tiempo. 




Me gustaría que habláramos de Afromayores, otro proyecto en el que estás muy volcado.

Afromayores nació hace dos años de una conversación que tuve con Lucía Mbomío cuando la fotografié junto a Rita Bosaho y a El Chojin para un número de Mélancolie en el que hablábamos de sus inicios en el periodismo, la política y el rap. Al final de la sesión, Lucía me planteó que sería interesante fotografiar a las personas que estaban antes que nosotros y nos han abierto el camino. Nos decidimos a hacerlo y empezamos con su padre. Todo lo que hemos conseguido en la sociedad española de visibilización ha sido también gracias al esfuerzo y el sacrificio de esa generación. Queríamos presentar la vejez de otra forma y rendir homenaje a estos padres, abuelos y bisabuelos que ya estaban aquí. 



¿De qué forma?

Cuando piensas en la vejez lo haces en color gris, caras machacadas, vidas tristes, en personas que en vez de centrarse en lo que están viviendo están pensando en el pasado o viendo la muerte llegar. No queríamos mostrar esa imagen. La exposición  va de esto. En las fotos están sonriendo, felices. A algunos de ellos nunca les habían hecho un retrato posando. Ha sido muy ilusionante. Íbamos a entrevistarlos a sus casas y nos acogían como a sus nietos, nos invitaban a comer o llevábamos el desayuno y era como ir a visitar a un familiar. Nos sentábamos a escucharlos, a veces llorábamos, a veces reíamos… Siempre que hablo de esto se me pone la piel de gallina. Los adoro a todos. Y sus historias merecen la pena ser contadas. 

Laurent Leger Adame el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Habéis presentado el proyecto en varios sitios, con la exposición y encuentros con algunos de los protagonistas. ¿Qué acogida estáis teniendo?

Hay un interés tremendo. Nos llama mucha gente, nos dan las gracias por compartir estas historias y nos dicen que también podríamos contar las de familiares suyos. De momento nos hemos centrado en Madrid, pero queremos viajar al resto de España y que nos cuenten historias desde Barcelona, Bilbao, Valencia, Sevilla… Al igual que con Mélancolie, no ganamos dinero con este proyecto, pero no te imaginas la felicidad que nos aporta. Quiero que los niños afrodescendientes conozcan a estas personas y puedan verse reflejados en ellas.



¿Para ti estos dos proyectos están destinados a público afrodescendiente?

No. Son para todo el mundo. Son sobre la comunidad, pero para todos. He recibido comentarios positivos de personas asiáticas o de personas de procedencia árabe que me dicen que son proyectos necesarios. Yo hablo de la comunidad que conozco, pero cuando inauguramos la exposición de Afromayores había muchas personas blancas interesadas en estas historias. La verdad es que estoy feliz y agradecido trabajando con tantas personas que hacen que cambie la narrativa sobre las personas afrodescendientes. Cuando llegué a Madrid me encontré con una comunidad que, sin saber nada de mí, me recibió con los brazos abiertos, y ahora la siento como una familia.   



CON ÉL

«Es la goma que utilizamos para peinar a mi hije. Siempre he querido que no creciera en el mismo mundo que yo, buscando en películas estadounidenses a personas que se me parecieran. Me dije: «Voy a hacer todo lo que pueda para que veas a personas que se parecen a ti»».

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