Encontrar libros africanos

Olga B. Medina en Lentejo y Castañuela

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¿Es fácil encontrar la obra de los nobel de literatura Wole Soyinka y Abdulrazak Gurnah? ¿Y los libros de Chimamanda Ngozi Adichie o de Wa Thiong’o? MUNDO NEGRO hace un recorrido por más de una decena de librerías de la capital en busca de las letras africanas.

La respuesta por delante: encontrar libros de autores africanos en las librerías no es -fácil, sobre todo si apartamos los que provienen del Magreb o los autores consagrados (y blancos) como los sudafricanos J. M. Coeztee y Nadine Gordimer. Hay matices. Uno de ellos es la excepción que supone Chimamanda Ngozi Adichie, en particular en lo referido a sus libros sobre feminismos y otros pequeños ensayos, más fáciles de hallar que sus novelas. Tampoco es demasiado complicado aún encontrar algo del tanzano Abdulrazak Gurnah, lo que no sorprende tras su nobel de literatura en 2021. Decimos «aún» porque lo que encontramos se tradujo, editó y llevó a las mesas libreras con la ola comercial que arrastró el premio; pero van quedando menos ejemplares y tiende a correr la misma suerte que el nigeriano Soyinka, quien obtuvo su nobel en 1986 y hoy apenas se puede encontrar su obra si no la encargamos. El que peor lo lleva en esta encuesta improvisada es Ngũgĩ wa Thiong’o. El keniano no ha -ganado el Nobel ni se le incardina fácilmente en los temas que son tendencia. Es un grandísimo autor difícil de encontrar en librerías físicas.

La visita a las grandes cadenas en busca de letras africanas es algo deprimente: casi nada en la mesa de novedades, nada en las de recomendaciones de los libreros, ni en los más leídos… En una de las cadenas en cuyas abundantes sucursales se hace difícil respirar en época navideña, a una dependienta le entraba la risa cuando se le preguntaba por nombres de escritores que era incapaz de transcribir para la búsqueda. «No, no se suele preguntar por autores africanos, solo por Chimamanda». Las hay mejores y peores a este respecto. La más destacable es La Central, donde se puede encontrar una selección aceptable de la narrativa de los autores sobre los que hicimos el test, pero también hay cosas de Donato -Ndongo, de Binyavanga Wainaina y otros.

La sensación es otra cuando pisamos librerías independientes, sobre todo si son selectas. Hay poco africano, no nos vamos a engañar, pero el interés es mayor. En Sin Tarima nos decían que la realidad es que mucho de lo africano viene rebotado de su paso por Francia, que dedica espacios a los autores de sus excolonias que escriben en francés, lo que explica la presencia de autores marroquíes (Ben Jelloun, Slimani…), egipcios o argelinos.

Lo cierto es que las letras africanas en España han vivido un relativo auge, pero siguen estando poco traducidas e infrarrepresentadas, pese a los esfuerzos de edición de Casa África o de la colección Libros del Baobab, de Malas Compañías. Da la sensación de que muchos de quienes leen más narrativa tienen una laguna con África por depender mucho de las recomendaciones de radio y suplementos, y estos dan poco espacio a las letras del continente.

La paradoja del gueto

A falta de tiendas físicas dedicadas a los libros africanos –en Valencia estuvo United Minds, que continúa como proyecto en Internet; en Barcelona resiste La Ploma–, mencionamos aquí lugares en la capital que reservan una sección a narrativas africanas: 

Librería Balqís. En Casa Árabe, Beatriz Martín ha ido poco a poco ofreciendo protagonismo a la literatura africana al sur del Sahara. Sobre todo, novelas.

Centro Cultural Espacio Afro. Ensayos sobre África, diáspora, antirracismo… No hay mucha narrativa en venta, pero sí en su biblioteca.

Lentejo y Castañuela. Un antiguo espacio de yoga reconvertido en una librería muy especial. Libros sobre escritura, narrativa portuguesa, psicología y otros, entre los que destaca un estante dedicado a los africanos. 

Traficantes de Sueños. Su espacio se organiza por zonas geográficas y áreas temáticas. Es una librería muy política con bastante ensayo, pero tiene una muy buena selección de narrativa africana.

Dejar a los escritores y escritoras de todo un continente en un solo estante en vez de distribuirlos en el continuo de la literatura universal supone una guetificación que en algún momento habría que evitar. La realidad por el momento es que allí donde hay un espacio reservado encontramos una variedad, una riqueza y un cariño por unas letras que no existe en las librerías convencionales, especialmente en las más grandes. En un mundo ideal quizá tampoco harían falta expositores de World Music –¡menudo concepto!– ni festivales dedicados al cine de un continente, ni secciones en revistas como Club de Lectura, que hoy estrenamos.

Fotografía de portada:
La librera Olga B. Medina frente a Lentejo y Castañuela, su librería. (Gonzalo Gómez)

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