Libros: ‘Nuez de coco’, de Kopano Matlwa

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Kopano Matlwa

Nuez de coco

Traducción Aurora Echevarría
Alpha Decay. Barcelona 2020, 170 págs.

El color y sus aberraciones


¿Quién decía que era más difícil extirpar un prejuicio que dividir un átomo? Licenciada en Medicina y nacida en Pretoria hace 36 años, Kopano Matlwa es una de esas voces a las que acaso se referían los escritores del XIX cuando decían que la novela es un espejo a la orilla del camino. Pero tridimensional, con conexión a la red, y una antena sintonizada con el alma de las muchachas que han llegado al mundo lustros después del apartheid, la nueva Sudáfrica –como toda África– que tanto nos hace añorar a Mandela.

Si alguien se pregunta para qué sirven las novelas –aparte de para desmentir que las pantallas son la realidad–, además de para entretenernos entre la adolescencia y la muerte, aquí tiene una respuesta: para saber en qué mundo vivimos. Para conocer mejor Sudáfrica por debajo de las noticias. En el argot sudafricano, nuez de coco significa negra por fuera, blanca por dentro. La novela es un coco partido en dos. En la primera parte habla Ofilwe, en la segunda, también en primera persona, la voz es la de Fikile. Dos jóvenes –la primera de clase media alta; la segunda de clase baja– que coinciden solo en el café de postín en el que trabaja la segunda y a la que la primera acude como clienta. Se odian como ambas odian lo que son, lo que no quieren seguir siendo: negras.

Uno de los momentos más reveladores es cuando a Fikile le pregunta una profesora qué es lo que quiere ser de mayor: «Blanca (…).
—Pero, ¿por qué querrías serlo, cariño?
—Porque es mejor.
—¿Qué te hace pensar eso, Fikile?
—Todo».

Nuez de coco habla de un concepto tan desusado como la conciencia: la alienación. Tomar conciencia es la primera medida para desactivar la gangrena moral de la alienación. Eso que Matlwa despliega con economía de medios, prosa ágil, elocuente uso de la cursiva, y la decisión de no traducir –incluso en la edición original en inglés– lo que sus personajes pronuncian en lenguas africanas. Desear desesperadamente lo que nunca se podrá ser. Como cuenta Spike Lee al comienzo de su Malcolm X, cuando el futuro agitador social tortura con productos químicos su pelo afro. Hasta que reconoce su alienación.

Las últimas frases de este libro, tan breve como extraordinario, rezan: «Es nuestra historia (…). Es aburrida. Es vulgar. Es exagerada y carece sin duda de interés periodístico. Pero es la historia que tenemos que contar». Aparentemente frívola, Nuez de coco es tan trágica como angustiosa. La novela de alguien que ha leído bien a Virginia Woolf y desvela vidas de su país con caladura, muestra el racismo entre africanos como otra faceta de la lucha de clases, el autoodio, el veneno de las apariencias, y el amargo destino de querer ser lo que no se es.

Aunque aquí no haya catarsis visible, y la vida sigue como ese tren dominical que encierra una humilde verdad, con todo el sufrimiento que a menudo la vida entraña.

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