Publicado por María Rodríguez en |
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El 23 de junio murieron 32 civiles en un ataque en el centro de Malí. Ese mismo fin de semana, más de 200 personas fallecieron en enfrentamientos armados en el centro de Nigeria. Poco antes, el 19 de mayo, 17 civiles fueron asesinados en Níger, cerca de la frontera con Malí. Todos estos acontecimientos están seleccionados al azar pues esta violencia es casi cotidiana en estas tres zonas. El denominador común es la etnia peúl, implicada en los tres acontecimientos. Los motivos son similares, pero a la vez diferentes y complejos. ¿Qué está pasando con los peúles?
Cabría empezar por la lucha por el territorio. Es la explicación más sencilla. Los peúles, un pueblo seminómada compuesta por entre 20 y 40 millones de personas, mayoritario en África occidental y presente en una quincena de países, son ganaderos, por lo que se mueven junto a sus rebaños allá donde hay pastos. Las etnias con las que suelen tener problemas son agricultoras y lo que surge no es nada más ni nada menos que el instinto de supervivencia: si la cabra, el carnero o el camello se comen lo que alguien lleva cultivando meses para subsistir es normal que este se disguste y que incluso ambas partes lleguen a las manos. Si es período de sequía, la cosa se complica. Tomar decisiones con el estómago vacío no es una buena idea.
Ibrahim Diallo, portavoz de la Liga Internacional de Ayuda a los Peúles (LISP, por sus siglas en francés) explica que durante la colonización y el período de las independencias, las administraciones priorizaron la producción agrícola desatendiendo a las comunidades de pastores, entre las que se encuentran los peúles. «La mayoría de los buenos pastos se convirtieron en campos de cultivo, dejando a los ganaderos las tierras pobres. Antes de la colonización las comunidades agrícolas no se sentían propietarias de la tierra, se compartía», señala Diallo.
Los peúles, como pueblo seminómada, no entienden de fronteras, entienden de pastos, de cuáles alimentarán mejor a su ganado; y en la región de Tillaberi los pastos son pobres, así que prefieren cruzar la frontera con Malí, a la región de Menaka. Con más de 400 kilómetros como línea divisoria, los pastores peúles se encuentran entre un sur predominantemente agrícola –de etnias hausa y djerma– y un norte ganadero tuareg. Las disputas por el acceso a la tierra se consideran ancestrales, pero para entender por qué son asesinados los peúles en esta región podemos situarnos en los años 80 y tratar así la cuestión política y de influencias que adquiere este conflicto.
«Ataque, represalia, ataque, represalia». Esta expresión dicha durante la entrevista con Aboubacar Diallo, presidente del Consejo de Ganaderos del norte de Tillaberi, sintetiza muy bien el porqué de los continuos ataques y muertes que se registran en esta frontera. Los peúles son atacados por los tuaregs, y estos por los peúles, y así sin fecha de cierre. No obstante, aquí no podremos decir si fue antes el huevo o la gallina, aunque Aboubacar Diallo señala que todo se resume en el robo de ganado. «En los años 80 eran los soldados malienses quienes robaban los animales y disparaban a los pastores que estaban en trashumancia», explica.
Sin embargo, a partir de 1990 la cosa cambió mucho con el inicio de una nueva revuelta independentista muy vinculada a los tuaregs malienses. Estos tomaron las armas contra el Gobierno del país y, explica Aboubacar Diallo, «tras los acuerdos de paz y con la integración de los tuaregs en las Fuerzas Armadas, son ellos quienes atacan a los pastores peúles, robando, arrestando e incluso disparando y matándoles». Para defenderse, los pastores peúles crearon una milicia que pudo abastecerse gracias al aumento del flujo de armas en la zona debido a la rebelión tuareg y que, desde entonces, no ha hecho más que aumentar.
A este conflicto aún sin resolver se ha unido también el yihadista. Y es que, además de encontrarse esta región cerca de Gao, una de las ciudades tomadas por los separatistas malienses y los yihadistas durante la rebelión de 2012, en mayo de 2015 el yihadista Abou Walid Al-Sahraoui creó el Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS), cuya actividad se despliega en esta zona. Esta amenaza en la región ha dado lugar a operaciones antiterroristas en las que están implicadas fuerzas especiales americanas, las francesas de Barkhane, las Fuerzas Armadas Malienses (FAMA), las Fuerzas de Defensa y de Seguridad de Níger (FDS) y grupos armados no estatales malienses –GATIA y MSA– favorables a la unidad del territorio de su país y con una base mayoritariamente tuareg.
Los peúles critican que en nombre de la lucha contra el yihadismo los tuaregs, apoyados por los militares franceses y los Gobiernos maliense y nigerino, están aprovechándose de su posición para matar a los peúles, alegando que son terroristas. «En julio de 2017 se puso en marcha una operación dirigida por Gatia y MSA por la que decían que estaban combatiendo el yihadismo. Tras aquella emboscada murieron 46 peúles que no tenían nada que ver con el yihadismo. Los miembros de Gatia son tuaregs imghad y los del MSA son dossaak, comunidades que tienen problemas con los peúles y que se han aprovechado de su posición para un ajuste de cuentas», dice el presidente del Consejo de Ganaderos del norte de Tillaberi, explicando que, tras lo sucedido, varias asociaciones se reunieron con el primer ministro de Níger y que este reconoció que aquella operación había sido con el apoyo del Gobierno, pero para luchar contra los yihadistas. «Nos aseguraron que ni Gatia ni MSA volverían a territorio nigerino y cuál es nuestra sorpresa que desde febrero han vuelto, acompañados de las tropas francesas de Barkhane y del Ejército nigerino», cuenta. Desde entonces, señala Aboubacar Diallo, la mayoría de los crímenes, asesinatos y arrestos son a pastores peúles «que no tienen nada que ver con el yihadismo, porque se trata de un conflicto intercomunitario», asegura.
No obstante, esta realidad no descarta la presencia de jóvenes peúles en los grupos yihadistas. Argumenta Aboubacar Diallo que muchos están implicados desde 2012. Cuando se vieron amenazados por los grupos independentistas tuareg de Maliíy, como medida de autodefensa se unieron a grupos como MUJAO, un grupo yihadista surgido en 2011, y más recientemente al EIGS de Al–Sahraoui.
El sentimiento de injusticia y de marginación en lo social, estatal y económico es también compartido entre los peúles de Malí que, igualmente, se sienten amenazados por otros grupos étnicos, como los bambaras y los dogones, principalmente agricultores, y por los militares malienses bajo el argumento de que son yihadistas. Un ejemplo es el descubrimiento el pasado 13 de junio de fosas comunes en el centro del país que albergaban los cuerpos de 25 peúles que habían sido detenidos por las fuerzas armadas. El 19 de junio el Ministerio de Defensa reconoció la implicación de efectivos de las fuerzas armadas. Un vecino del pueblo donde se les arrestó indicó al medio francés Le Monde Afrique que «solo mantuvieron detenidos a los peúles. Los miembros de otros grupos étnicos que arrestaron fueron liberados y les pidieron solo que volvieran a verlos más tarde para recoger su identificación y su teléfono».
Hamadoun Dicko, presidente en Malí de la juventud en la organización internacional peul Tabital Pulaaku, explica que el motivo de que se les acuse de ser yihadistas se debe a que el «líder yihadista más conocido en el centro del país es peul y en Malí siempre ha existido la amalgama. El ejemplo es que en Malí a cualquier persona muy clara se le asocia sistemáticamente con los rebeldes por el simple hecho de que la rebelión en Malí siempre es hecha por tuaregs y árabes, que son de piel clara».
El conflicto en el norte del país es el que acapara la atención de los medios, del discurso del Gobierno y de la ayuda y la comunidad internacional, pero el centro también sufre las consecuencias de los acontecimientos de 2012 que han desembocado en ajustes de cuentas, bandidismo, milicias de autodefensa y yihadismo. El Gobierno central no logra controlar el norte, pero tampoco el centro. Según un informe del secretario general de Naciones Unidas, «a 1 de marzo, en las regiones septentrionales y en la región de Mopti (en el centro del país), solo el 22 por ciento de los representantes del Estado estaban en sus puestos». Ante la falta de control del territorio por parte del Ejecutivo, y el abandono materializado en ausencia de infraestructuras y servicios básicos que vive la mayor parte del país, las poblaciones están respondiendo armándose y creando milicias de autodefensa, y la zona se ha convertido en un terreno fértil para los grupos yihadistas.
En este contexto surgió en enero de 2015 el Frente de Liberación de Macina (FLM), un grupo armado de corte yihadista del que muchos habitantes del centro del país niegan su existencia como grupo estructurado, pero que desde marzo de 2017 forma parte de la coalición de grupos del entorno de Al Qaeda del Sahel: Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin (Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes, más conocido por sus siglas: JNIM). Su líder, Amadou Kouffa, es un predicador musulmán peúl célebre por sus críticas a las autoridades estatales y con una personalidad carismática, que confirman incluso quienes no comparten su discurso. En su oratoria hace alusión al Imperio Peúl de Macina del siglo XIX, algo que también sucede con el grupo yihadista del norte de Burkina Faso, Ansarul Islam. Creado en diciembre de 2016 por el predicador radical peul Ibrahim Malam Dicko, en su primer ataque reivindicado hizo alusión a Djelgoodji, un reino peúl histórico ubicado en el norte de Burkina Faso.
En Nigeria, por el momento, al pensar en los peúles no se hace la asociación con los grupos yihadistas. Sin embargo, el conflicto entre ganaderos y agricultores en el centro del país ha causado este año más muertes que las del mediático grupo yihadista Boko Haram, que actúa principalmente en el norte del país. Así, según señala un artículo del Institute for Security Studies «en Nigeria los peúles se concentran principalmente en el norte, pero una combinación de inestabilidad política y sequía los empuja cada vez más hacia el sur, donde entran en conflicto con las comunidades agrícolas locales». Este mismo artículo recoge una explicación de Roudabeh Kishi, directora de investigación del Armed Conflict Location and Event Data Project, en la que dice que «los ataques de los peúles contra agricultores son principalmente prácticos, más que ideológicos. Aunque históricamente esto se ha visto como un problema estacional recurrente por muchas comunidades agrícolas de la zona, el nivel inusual de violencia del mes pasado (abril 2018) ha exigido la atención del Gobierno central y los militares».
Por su parte, el portavoz de la LISP explica que, si bien es cierto que los peúles están a menudo en el origen de las masacres y venganzas entre pastores y agricultores en el centro de Nigeria, también es cierto que «en el noroeste hay más y más bandidaje sangriento, con secuestros en las carreteras y robos de ganado. Ahí, muy a menudo, las víctimas y los criminales son peúles. Es un bandidismo económico. En el sudeste, huyendo de las difíciles condiciones, se asientan más y más peúles, y sus animales destruyen accidentalmente los cultivos».
Ibrahim Diallo indica además que todos los clichés creados en torno a los peúles no ayudan a «parar la demonización» de esta etnia y que «los políticos y los medios mezclan las distintas situaciones», alimentando esos estereotipos. Prejuicios como que todos son yihadistas en el caso de Malí y Níger o que cuentan con privilegios porque entraron en masa en la Administración y el Ejército en los tiempos de las colonias o actualmente, por ser el presidente nigeriano Muhamadu Buhari de origen peúl. También que son ricos por tener mucho ganado y que al atravesar fronteras son extranjeros que vienen a causar problemas. Pero los peúles no pueden ser extranjeros porque, como pueblo seminómada, no entienden de fronteras trazadas con escuadra y cartabón.
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