Los hijos y los pecados de sus padres

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Margarida Calafate Ribeiro y Fátima da Cruz Rodrigues


Des-cobrir a Europa: filhos de impérios e pós-memórias europeias



Afrontamento. Oporto 2022, 344 págs.

El mundo está lleno de libros que alumbran y que calientan el corazón. Y a veces nos salen al encuentro. Por ejemplo, en una librería de Viana do Castelo. O en las páginas de un quincenal como el Jornal de Letras, Artes e Ideas del tan ignorado país vecino. Esta reseña quiere animar a leer, y a que una editorial española se anime a traducirlo. Porque lo que han hecho Margarida Calafate Ribeiro y Fátima da Cruz Rodrigues con Des-cobrir a Europa (octavo volumen de la serie «Memoirs–Filhos de Impérios») es ayudar a ponerse en el lugar del otro, a escuchar los recuerdos intergeneracionales de hijos y nietos de aquellos que vivieron los días finales del colonialismo y las luchas por la independencia de tierras colonizadas por Portugal, Bélgica y Francia. En este libro, una mina de intrahistoria y geopolítica, dolor, perdón, rencor… se habla de Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, Santo Tomé y Príncipe, Cabo Verde, Argelia y Congo (hoy fantasmal República Democrática), es decir, de harkis, pieds-noirs, policías, retornados, exiliados, colonos, maestros, empresarios, estudiantes, cineastas, escritores, ciudadanos a los que a menudo no se les ha prestado atención o se les ha maltratado, odiado, insultado… como si los hijos fueran responsables de los pecados de sus padres. Este libro es un complemento a osadías como Afropean: Notas sobre la Europa negra (ver MN 687, pp. 52-53), y a tantos otros intentos de reconocer que, como vio Walt Whitman, poseemos más de una identidad, contenemos multitudes. 

Como señalan las autoras, estos 37 testimonios plantean preguntas que raramente nos hacemos sobre las herencias coloniales, y ya desde su título muchos inspiran, asombran y emocionan: «¿Por qué llamaste Bruno a tu hijo?»; «mira, yo no soy blanca»; «siento que hay una historia que se quedó en África»; «cambiar de vida en vez de hablar de la guerra»; «la guerra colonial portuguesa es como un virus»; «vi cómo partían pequeños fragmentos de Francia»; «tu historia es como tu sangre, si la pierdes mueres»; «este pasado de mis padres está en mí»; «me duele cuando me acuerdo de mi padre»; «para mí el Congo será siempre mi casa, el amor, el orgullo, pero también el sufrimiento»… El artista visual Délio Jasse rechaza la idea de que como es africano tiene que «fotografiar África, los negros…», y añade: «No existe la fotografía europea, no existe la fotografía sudamericana. Existe la fotografía y punto. Y eso es lo que yo hago». Judith Elseviers recuerda que en Congo predominaba la idea de que ella «debía ser como los blancos y que los elementos negros deberían permanecer en la sombra», como su padre. José Miguel Ribeiro cree que en la guerra se practicaba una suerte de «justicia emocional, sin la menor racionalidad». Brigitte Giraud recuerda que «había un lenguaje propio de la época en el que las palabras racistas no eran un problema. El racismo era algo que se inculcaba en los militares que iban a Argelia para hacerlos más belicosos»… Este libro es necesario porque busca por encima de todo comprender, y por eso es un verdadero tratado de la compasión.

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