Los matices de un coro de voces

en |



El debate general del 79º período de sesiones de la ONU, celebrado en septiembre, fue una plataforma para que los países africanos expresaran nuevamente sus posiciones sobre asuntos locales e internacionales. Este evento fue especial para el continente, ya que fue presidido por el camerunés Philémon Yang, quien se convirtió en el quinto africano en ocupar la presidencia de la Asamblea General de la ONU. Le precedieron el ghanés Alex Quaison-Sackey (64-65), el tanzano Salim Ahmed Salim (79-80), el marfileño Amara Essy (94-95) y el gabonés Jean Ping (2004-2005). Su elección, el 6 de junio, representa una continuidad en el liderazgo africano en la ONU. Los 54 países del continente estuvieron representados por presidentes, jefes de Gobierno de transición, representantes permanentes o ministros de Asuntos Exteriores, que compartieron sus preocupaciones y esperanzas para el futuro.

Aunque en sus alocuciones abordaron temas relativos a sus países, todos manifestaron su firme creencia en la misión de la ONU, reconociendo sus esfuerzos en la promoción de la paz y la cooperación internacional. No obstante, se hicieron eco de las críticas al orden mundial actual y destacaron las limitaciones del organismo global para liderar un mundo geopolíticamente complejo. Entre los temas recurrentes estuvieron el cambio climático, los conflictos armados y la desigualdad global. Un punto clave en sus intervenciones fue la demanda de un sistema internacional más equitativo, denunciando el doble rasero en las relaciones internacionales y pidiendo un enfoque más justo y sostenible para abordar las crisis globales, lo que pasa obligatoriamente por una reforma del Consejo de Seguridad.

Los representantes africanos resaltaron la existencia de dos bloques continentales, con el Sahara como principal línea de fractura. Los países del norte miraron más hacia Oriente Próximo y expresaron su preocupación por la situación en Palestina, un tema en gran medida ignorado por sus contrapartes subsaharianas. En cuanto a la cuestión migratoria, los norteafricanos, apuntando implícitamente a sus vecinos del sur como países de origen de los migrantes y omitiendo su papel en esta dinámica, se presentaron como meros puntos de tránsito hacia Europa y abogaron por más medidas de contención.

La intervención africana más destacada fue la de Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica. El mandatario defendió la decisión de su país de llevar a Israel ante los tribunales internacionales por genocidio en Gaza, para lo que aludió a la lucha sudafricana contra el ­apartheid como obligación moral que fuerza a su país a actuar en cuestiones de justicia global. Además, criticó la propuesta estadounidense de ofrecer dos sillones permanentes a África, sin derecho a veto, en el Consejo de Seguridad.

Aunque no hable con una sola voz, África demanda ser escuchada. No quiere ser vista solo como una región que requiere ayuda, sino como una fuente más de soluciones e iniciativas. Sus representantes dejaron claro que la construcción de un futuro basado en la paz, el desarrollo sostenible y la dignidad humana depende de una acción conjunta e inclusiva que involucre a todos los actores internacionales.

En la imagen superior, el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, se dirige a la tribuna de oradores durante el 79º período de sesiones de la ONU, que tuvo lugar el pasado mes de septiembre en Nueva York. Fotografía: Angela Weiss / Getty

Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto