Publicado por Javier Fariñas Martín en |
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Los sudaneses y la comunidad internacional se aferraban hasta esta mañana al Eid al-Fitr, la fiesta del final del mes sagrado de Ramadán, para que el conflicto armado que enfrenta a las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF, por sus siglas en inglés) y a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) desde el pasado sábado diera un respiro a la población. Naciones Unidas, la Unión Africana, la Liga Árabe y numerosos países habían pedido a ambas partes que adoptaran una tregua de 72 horas a la que se adhirieron las RSF, lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo, Hameidti. Poco después del intento de mediación internacional, el máximo responsable de las SAF, Abdel Fattah al-Burhan, no se refirió a esta posibilidad en un vídeo difundido a través de las redes sociales del Ejército, para confirmar después que no aceptaría una tregua mientras las tropas de Hameidti se mantuvieran en la capital. Aunque había cierta esperanza en que la propuesta cuajase, los antecedentes no eran demasiado halagüeños: los dos altos el fuego declarados en los primeros días del conflicto han fracasado en medio de acusaciones mutuas de vulnerar el armisticio.
El conflicto que vive Sudán desde el pasado sábado, con enfrentamientos por todo el país entre el Ejército regular y los paramilitares de las RSF, ha provocado la muerte de cerca de 300 personas, según la Organización Mundial de la Salud. Además, ACNUR ha informado de que entre 10.000 y 20.000 sudaneses, especialmente de la zona de Darfur, han cruzado a Chad para huir de los combates. Mientras, la comunidad internacional, además de apelar a las partes implicadas al cese de los enfrentamientos, estudia las posibilidades para la evacuación de los expatriados residentes en el país.
Además del daño causado en las infraestructuras sanitarias o en las redes eléctrica o de saneamiento, los combates, bombardeos y ataques aéreos han confinado a la población en sus hogares. La inseguridad impide que buena parte del personal sanitario tenga posibilidad de acudir a trabajar a los centros médicos. Esto, unido a la falta de suministros, provoca que más de 30 hospitales en el país (nueve de ellos en Jartum, la capital) no puedan prestar atención sanitaria.
La situación está afectando directamente a la población que vive de la economía informal: las mujeres que limpian en domicilios, las que hacen ladrillos de adobe o que venden fruta u otros productos en las calles no pueden obtener el sustento con el que mantener a sus familias. Si la situación se alarga en el tiempo, la población que necesitará ayuda humanitaria urgente puede crecer sensiblemente. Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), 15,8 millones de sudaneses (de una población cercana a los 43 millones) podrían necesitar una ayuda humanitaria que, además, va a ser complicado repartir entre la población. El Programa Mundial de Alimentos, después de la muerte de tres miembros de su personal a causa del fuego cruzado en Darfur del Norte, ha suspendido de forma temporal sus operaciones en el país.
Las causas inmediatas del enfrentamiento entre las SAF y los paramilitares de las RSF tienen que ver con la integración de estas últimas dentro de la estructura del Ejército sudanés. Mientras que Al-Burhan era partidario de un proceso rápido, de apenas dos años, Hameidti optaba por un proceso de diez años. Las RSF están compuestas por cerca de 100.000 efectivos.
Pero, más allá de esta cuestión, el enfrentamiento evidencia una lucha de poder entre Al-Burhan y Hameidti, dos de los hombres fuertes del país, que, de momento, ha paralizado el proceso de transición a un gobierno civil en el que se encontraba inmerso el país después de la caída del ex presidente Omar Hassan al Bashir.
El 17 de julio de 2019 se firmaron las bases para el período de transición a la democracia tras el fin del antiguo régimen. Este acuerdo, fundamental para interpretar la realidad actual de Sudán, determinaba un período transitorio de 39 meses que sirviera para encaminar al país a la celebración de unas elecciones libres y democráticas y a la formación de un Gobierno civil. En ese acuerdo se estableció la creación de un Consejo Soberano, compuesto por seis civiles y cinco militares, que se alternarían en el poder durante ese tiempo. El Ejército ostentaría el mando 21 meses, y los 18 restantes lo harían los civiles. Abdel Fattah al-Burhan, presidente del Consejo Militar de Transición –creado tras la caída del régimen anterior–, asumió el poder del Consejo Soberano, y el economista Abdallah Hamdok fue nombrado primer ministro. Después del autogolpe de Estado protagonizado por Al-Burhan el 25 de octubre de 2021, con el apoyo de Hameidti, los acontecimientos de este mes de abril confirman que uno de los factores a tener en cuenta en la actual crisis de Sudán es el deseo de los militares de seguir manejando las riendas del poder, y dejar a los principales movimientos civiles a un lado del camino o en un discreto segundo plano.
El pasado 1 de abril, las plataformas civiles que acompañan el período de transición, las SAF y las RSF tenían que haber firmado un acuerdo que pusiera las bases para un traspaso de poder a manos civiles. El 6 de abril se debía rubricar la Constitución de transición y el día 11 era la fecha elegida para presentar el organigrama del nuevo Ejecutivo. La expectativa del país era tan optimista aquellos días que el 1 de abril se declaró festivo. Pero los sueños se vieron truncados enseguida al aplazarse el acuerdo, primero al día 6 y luego sine die. El 15 de abril, estalló el conflicto.
Mientras que Al-Burhan ha insistido de forma recurrente en que Hameidti es uno de los principales causantes de la inestabilidad en el país; este último, no ha dudado en posicionarse públicamente a favor de un gobierno civil. La pregunta que ha quedado en el aire es si realmente el líder de las RSF estaría dispuesto a dejar que los civiles dirigieran los designios de Sudán hasta la celebración de unas elecciones libres y democráticas. Los más escépticos dudan, sobre todo por el pasado de Hameidti que, en pleno autogolpe de 2021, no vaciló a la hora de emplear todos los medios a su alcance para acabar con las manifestaciones ciudadanas contra la asonada. Aquella represión terminó con un centenar largo de fallecidos y un elevado número de heridos del que nadie se ha hecho responsable.
Más allá de las palabras y los posicionamientos públicos, en los días previos al conflicto, Hameidti movilizó a cerca de 60.000 de sus hombres en el entorno de Jartum y del aeropuerto de Merowe, a unos 200 kilómetros al norte de la capital, donde se encuentra la base de las Fuerzas Aéreas sudanesas.
El despliegue de las RSF cerca de la capital se tomó, por buena parte de la sociedad, como un movimiento estratégico dirigido tan solo a mostrar tanto a Al-Burhan como al pueblo su potencia militar y ganarse así una posición relevante en el último período de la transición. Sin embargo, la amenaza se convirtió en realidad cuando los paramilitares intentaron tomar algunos enclaves de gran valor estratégico o simbólico: el Palacio Presidencial, el Cuartel General de las Fuerzas Armadas en Sudán, la base aérea de Merowe, el aeropuerto de la capital y la televisión. A pesar de que han aparecido fotografías de paramilitares de las RSF en el aeropuerto o en el Palacio Presidencial, el Ejército ha reconquistado esos espacios estratégicos. Lo que las RSF sí han destruido es la sede de los servicios de inteligencia sudaneses.
Aunque los combates más importantes y la repercusión de lo que ocurre en la capital sudanesa, Jartum, están acaparando buena parte de la atención mediática desde que se iniciaran los enfrentamientos, la infraestructura militar de Merowe se ha convertido en un enclave fundamental para el devenir del conflicto. Aunque las RSF tiene artillería antiaérea, no disponen de medios aéreos de combate y se encuentra, en este sentido, en desventaja respecto a las SAF. Además del impacto militar que tiene la base, en Merowe se produjo un incidente que puede tener también repercusiones internacionales, ya que los paramilitares de Hameidti retuvieron a un grupo de soldados egipcios que se encontraban en esa instalación. El Ejército sudanés ha confirmado este jueves que los militares del país vecino ya habían sido liberados y trasladados a su país. Entre las ramificaciones internacionales del conflicto, no hay que desdeñar las buenas relaciones que Hameidti mantiene con Moscú, por lo que no habría que descartar una movilización de efectivos del grupo de mercenarios Wagner en apoyo de las RSF.
Las tropas de Hameidti desplegadas en Merowe se han retirado a las montañas Negras, donde estarían esperando apoyo de algún destacamento establecido en Darfur. A partir de ahí se desconoce si las RSF harán un nuevo intento de tomar la base aérea o marcharán sobre Jartum.
La evolución del conflicto es difícil de predecir, aunque la animadversión entre Al-Burhan y Hameidti no augura una solución rápida ni fácil para el país. Una muestra evidente de ello ha sido la negativa de Al-Burhan a la tregua de 72 horas con motivo del Eid al-Fitr. El responsable de las SAF ha dicho que «no hay otra opción que la solución militar», mientras que su rival ha recordado que «estamos hablando de una tregua humanitaria, de salvoconductos… no de sentarnos con un criminal». El que tampoco es optimista es el analista político El Jamil El Fadil, quien señaló en Radio Dabanga este jueves que las SAF tiene más posibilidades de imponerse militarmente, pero que su victoria podría conducir al país a una situación similar a la que se vivía antes del derrocamiento de Al Bashir.
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