Publicado por Javier Fariñas Martín en |
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El 18 de septiembre se presentó en Casa África el informe Dinámicas de Desarrollo de África 2024, elaborado por la Unión Europea y la OCDE. Una de sus principales conclusiones es una seria advertencia sobre la metastásica fuga de cerebros que afecta a África. Por poner cifras a la epidemia: tres cuartas partes de los estudiantes mejor formados del continente deciden continuar su carrera académica y profesional fuera de África, lejos de su tierra.
Mientras que esos datos nos ponían sobreaviso de la realidad presente y de las previsiones futuras de nuestro vecino del sur, Lydie Messado Kamga nos advierte con hechos que otra realidad también es posible.
Hija de investigadores ya jubilados, la joven camerunesa recordaba que la medicina fue su vocación originaria y que sus padres «no me impusieron nada. Simplemente me animaron a no ponerme límites nunca». En el portal TV5 Monde reconoció que «nunca escuché “No, no puedes”. En cambio, escuché “Tienes que hacerlo”, no hay límites».
En ese contexto encontró una vía para combinar su infantil pasión por las flores con un posible camino profesional. Cuando llegó el momento de elegir se decantó por la Botánica. Tras completar el ciclo universitario realizó un máster en Biología Vegetal en la Universidad de Dschang. Después vino una colaboración académica y una beca en la reserva natural del Dja, en uno de los bosques húmedos y mejor conservados de toda África central.
Y en ese lugar llegó el encuentro. «Ahí fue donde vi físicamente una orquídea por primera vez. Me llamó la atención la belleza de esta flor y su olor, muy fuerte y agradable. Luego comencé a oler sistemáticamente todas las plantas que me encontraba».
El entusiasmo infantil mutó en la inquietud de la investigadora y le propusieron que realizara su doctorado sobre el aroma de las orquídeas, que aparecen recogidas en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres. La investigación de Messado Kamga trasciende lo que las apariencias puedan sugerir, ya que las orquídeas son un termómetro más del estado de nuestro entorno: «Interactúan con hongos, árboles e insectos para su crecimiento, supervivencia y reproducción, lo que las hace muy sensibles a los cambios ambientales. Estamos observando que sus hábitats naturales están desapareciendo muy rápido», ha señalado.
Reconocida hace un año, junto a una treintena de jóvenes investigadoras de toda África, con el Premio L’Oréal-Unesco Jóvenes Talentos África Subsahariana para las Mujeres y la Ciencia 2023, ha decidido continuar los estudios en su país, en concreto en la sede camerunesa del Instituto de Investigación para el Desarrollo, donde quiere completar su doctorado, un trabajo con el que también quiere llamar la atención sobre la necesidad de más africanas en la investigación científica: «Si las jóvenes pueden tener tutoras, estas las alentarán a estudiar ciencias y a superar los estereotipos de género o liberarse de ciertas limitaciones culturales, particularmente en África». Cuando defienda su tesis, «el siguiente paso será, naturalmente, encontrar un puesto posdoctoral que me permita seguir aprendiendo». Y si es en Camerún, mejor.
Ilustración: Tina Ramos Ekongo.
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