Malcolm Treviño-Sitté: «Estoy cansado de tener que pedir perdón»

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Malcolm Treviño-Sitté, actor


«Nací en Malabo hace 41 años y he vivido en Madrid desde hace treinta y tantos, en el barrio de Vallecas y en Ciempozuelos. Soy actor profesional. Protagonizo Detective Touré, la primera serie española con una persona negra como protagonista».





¿Qué querías ser de mayor?

Tenía tres opciones: policía, actor o dibujo animado.



¿Dibujo animado?

Sí, sí. Me encantan los Looney Tunes. Te acordarás cuando, por ejemplo, de repente pasaba el Correcaminos por un agujero y luego iba a pasar el Coyote y ya no había agujero porque estaba pintado en una pared. O se tiraban de acantilados y no pasaba nada. Yo quería ser un dibujo animado. Policía, por las películas que veía, que eran muy policíacas todas y me molaban, aunque luego más tarde la Policía ya no me hacía tanta gracia. Me quedó la alternativa de ser actor y fue a lo que me agarré. Desde pequeño quería ser Eddie Murphy. 


¿Sí?

Mi hermano Germán Balboa Sitté fue la primera persona que tuvo un videoclub en Malabo, pero no uno como los que tenemos aquí. Era más bien una biblioteca con un espacio donde ponías un televisor pequeñito con un VHS, en aquel momento un lujo. Como siempre hace buen tiempo en Guinea Ecuatorial, ponías cuatro sillas y la gente iba, te pagaba un poco de dinero y veía una película de Steven Seagal, de Sylvester Stallone o de Eddie Murphy. Ahí me picó el gusanillo. Para mí hay tres grandes actores que han abierto camino a nivel mundial: Charles Chaplin, Mario Moreno Cantinflas y Eddie Murphy. Este último me parece un actorazo. No tiene un Oscar, pero no lo necesita, ¡él es un Oscar! [Ríe]. 



¿Qué pasos diste para formarte como actor?

Con diez años entré en el Centro Cultural de Malabo para hacer teatro de circo y me empezó a gustar crear, imitar, hacer de payaso. Cuando llegué a Madrid, hice teatro en el instituto y después me inscribí en la escuela de arte dramático Metrópolis, donde completé tres años de preparación y fui conociendo el oficio. En aquel momento descubrí que las personas negras teníamos pocas posibilidades de trabajar en esto. 

Malcolm Treviño-Sitté el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



¿Cómo te diste cuenta?

En el 97 fui al teatro a ver Tres sombreros de copa. El personaje de Buby Burton es negro, pero el que lo interpretaba era un actor blanco pintado. ¿Por qué no habían localizado a un actor negro? Emilio Buale ya era conocido, había estado nominado al Goya el año antes por Bwana. Me sentó mal y dije que por mis santas narices iba a ser actor profesional. Me metí en la compañía de teatro amateur Bwato, en Alcorcón, que dirige Jean de Dieu Madangi. Descubrí a Wole Soyinka como autor teatral y empecé a documentarme sobre el teatro africano. Después empecé a hacer algo de televisión, publicidad, cortos…, hasta que en 2010 me contactó la compañía de Miguel Narros para hacer Los negros, de Jean Genet. Éramos 13 o 14 actores y actrices negros, y para mí fue como ¡guau!, esto también existe. A partir de ahí empecé a sentirme actor profesional. 



¿Y despegó ahí tu carrera?

Con Los negros y luego en Réplika Teatro, donde hice Combate de negro y de perros, de Bernard Marie ­Koltes. A partir de ahí empecé a hacer mucha televisión, películas, series, obras de teatro a nivel nacional… Y ahora estamos aquí, con Detective Touré.



Antes de hablar de la serie, quiero preguntarte qué es lo que más te gusta de actuar.

Ponerme en la piel de los demás. Es muy bonito y ser actor te lo permite. Ha habido momentos en los que estaba haciendo tres personajes diferentes, a lo mejor uno que era gay, otro un tipo sin documentación, otro que era un chungo… Había días que llegaba al teatro y decía, ¿dónde estoy? [Ríe de nuevo], pero luego volvía a casa y pensaba que era maravilloso. Te metes en la piel de una persona que hasta entonces no sabías cómo era, empatizas, la defiendes y a la gente le encanta. Sin duda es lo mejor de mi profesión. 



¿Comedia? ¿Drama?

Me siento muy cómodo haciendo drama, porque mi vida entera ha sido un drama. Echo la vista atrás y me he enfrentado a cosas muy duras. Para mí es más fácil llegar al drama que a la comedia. Sin embargo, soy una persona muy optimista, así que también tengo cerca la comedia. No sabría decirte. Me siento cómodo en todos los ámbitos. Me gusta experimentar.

Malcolm Treviño-Sitté el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



De Detective Touré se dice que es la primera serie televisiva en España cuyo protagonista, al que das vida, es negro. 

Así es. En cine ya había ocurrido con Mulie Jarju en Las cartas de Alou; con Buale, coprotagonista en Bwana; o Jimmy Roca, protagonista en El traje, pero en series aún no se habían atrevido. Hemos hecho personajes secundarios –he estado en el reparto de El chiringuito de Pepe dos temporadas–, pero nunca había habido un protagonista absoluto negro. 



¿Qué pensaste cuando te lo ofrecieron?

No me lo creía. Son muchos años denunciando e intentando que la gente reflexione. Si hay más integración en los medios, y en la ficción en particular, más seguidores habrá, más gente va a ir al cine y más gente va a ver las series. La sociedad es diferente a lo que se suele mostrar. Tengo amigos franceses que cuando vienen me dicen: «¡Esto es todo muy blanco!». No es que el público no esté preparado, es que a quien le corresponde no lo había pensado. Lo pensamos los que lo sufrimos, los que nos dedicamos a esto y decimos ¿por qué no puedo hacer yo de cura, de médico, del vecino de abajo o de lo que sea? ¿Por qué siempre tiene que ser un tío de fuera que llega en una patera?



La serie, que se basa en las novelas de Jon Arretxe, trata de un inmigrante guineano asentado en Bilbao que se gana la vida como detective. ¿Desmonta estereotipos?

Muchos. Touré está hecho para ­conectar con la sociedad de verdad y creo que va a suponer un punto de inflexión. Rompe con ese miedo a los de fuera. Hay un acercamiento a cómo somos de verdad la gente que venimos de otro país. La serie mantiene la denuncia social que hay en las novelas y muestra la realidad de las comunidades de vecinos de un barrio multicultural como San Francisco, donde se rodó la serie y donde me sentí como en casa. 



¿Te impresionó el barrio?

Siempre digo que la zona donde más seguro me siento en Madrid es Vallecas, mi barrio, donde me crié. Me encanta. Se habla de barrios conflictivos, pero es conflictivo si no vives allí o no lo quieres conocer. Para mí, Vallecas es un ejemplo de barrio y de convivencia, y es lo que encontré en el barrio de San Francisco de Bilbao. Allí, el 10 de junio es el Día de los Arroces, y lo viví durante el rodaje con un montón de gente de diferentes partes del mundo «compitiendo» para ver quién ganaba con el mejor arroz. Eso no se suele contar en las noticias, se cuenta lo malo, no que las culturas se unen para retroalimentarse. Los guetos se forman cuando se van los oriundos, no cuando llegan los extranjeros. 

Malcolm Treviño-Sitté el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



En una entrevista decías: «Me he criado en Madrid, pero he tenido que demostrar muchas veces que soy buena persona».

Cuando eres pequeño y eres negro molas. Bailas, corres, juegas al básquet, al fútbol, eres fuerte…, pero cuando creces, eres una amenaza con las chicas, en el trabajo, con la Policía o en la discoteca. Nadie está preparado para eso, de repente ocurre y te das cuenta de que eres una amenaza. Así que he tenido que demostrar que soy buena persona continuamente. Hace años que no me piden la documentación, pero antes salía a la calle y tenía que demostrar que era español. Los blancos no hacen eso, no demuestran que son españoles, no demuestran que son buenas personas, van por la calle tranquilos. Yo tengo que ir manteniendo una distancia con la señora de delante porque si no va a pensar que le puedo robar. Cuando en la gala de los Goya salí a presentar un premio, dije: «Más diversidad racial en el cine español y sin perdón», porque estoy cansado de tener que pedir perdón continuamente. Yo, pero también toda la gente que no es caucásica: los latinos, los magrebíes, los gitanos, los negros, los chinos… Es cansino. Soy de aquí, conozco a la gente de aquí, hablo como la gente de aquí, ando como la gente de aquí, como lo que la gente de aquí, me visto como la gente de aquí…, pero siempre voy a ser del otro lado. Es muy duro. 



Los Goya eran una buena ocasión para decirlo.

Se me ocurrió justo antes de salir. Yo lo puedo denunciar en mi casa o en mis redes, pero Almodóvar no ve mis redes, ni Pedro Sánchez, ni Pau Gasol, ni Sigourney Weaver, y allí estaban todos, directores, guionistas… Era el momento y el lugar perfecto para decir lo que llevo denunciando muchísimos años: que se refleje en la ficción lo que hay en la sociedad. Y me gustaría añadir que los actores no caucásicos nos quejamos porque no tenemos visibilidad, pero las actrices no caucásicas tienen mucha menos. Hay una injusticia social dentro de la profesión. Se nos hincha el pecho con que es una profesión progresista, pero hay que pulir muchas cosas aún. 

 


Fotografía: Eirezne Pulido Mochales


Con él

«La pelota representa para mí un poco mi adolescencia, una época muy difícil. Era mi válvula de escape. Me pasaba jugando al baloncesto horas y horas, bajo la lluvia y sin luz, solo, a mi rollo. Me sentía yo y podía olvidarme de mis problemas. El balón era mi amigo y me salvó muchas veces».



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