Mayra Ekato: «En África aún se come naturaleza»

en |



Mayra Ekato, cocinera y emprendedora


«Nací en Malabo, me he criado en Zaragoza y me siento tan mañica como bööbe (bubi). Tengo 37 años y me dedico a elaborar comida africana, a darla a conocer contando su historia y a conservar parte de todo este conocimiento
gastronómico que tenemos».




Naciste en Guinea Ecuatorial, viniste a España, has vivido en Holanda… Te has movido mucho.

Llegué a España con cinco añitos y crecí en Zaragoza, donde estuve hasta los 19. Estudié reflexología, quiromasaje y terapia naturista, y cuando me trasladé a Madrid me saqué el título de técnico en Farmacia, de lo que he estado trabajando principalmente. Volví a Guinea Ecuatorial para reencontrarme con mis raíces, porque no conocía mucho sobre mi tierra aparte de lo que me habían contado mi madre y mis familiares. Dos años después regresé a España y al nacer mi primer hijo me fui a vivir a Holanda, donde he estado siete años. Ahora estamos otra vez en Madrid.

De trabajar en farmacia diste un giro radical hacia la cocina. ¿Qué pasó?

Un cúmulo de casualidades. Durante el embarazo de mi primer nene se me empezó a antojar comida africana. Sabía cocinar solo dos platos, pero de repente empezaron a apetecerme cosas que comía de pequeña en ­Guinea, así que aprendí a cocinarlas llamando por teléfono a mi madre que estaba en África, a mis primas y tías de Barcelona y de Zaragoza… Con el nacimiento de mi segunda nena, sentí la necesidad de cocinar comida africana al menos una vez a la semana pensando en mis hijos, como una herramienta para vincularlos a África. Eran niños mestizos que estaban creciendo en Holanda, lejos de tíos y primos, de todo lo relacionado con nuestra cultura. Cocinar comida africana es traer un pedacito de África a la mesa. Hoy siguen creciendo en un ambiente totalmente blanco, pero quiero que sepan de dónde vienen y quiénes son. A través de la comida aprovecho para contarles más sobre el continente. Ahora, cuando le pregunto a mi hijo si hago plátano frito con salsa de cacahuete o estofado con patatas fritas, prefiere plátano con salsa de cacahuete. 


Mayra Ekato el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Y cuándo empezaste a subir vídeos de recetas a Internet?

Tenía amistades mestizas y negras adoptadas a las que les faltaba una conexión con lo afro y empezaron a preguntarme cómo hacer algunos platos. Dos de ellos me pidieron que les explicara cómo cocinar justamente la salsa de cacahuete, y grabé un vídeo que subí a mi página personal. Les gustó mucho y me dijeron que tenía que hacer más recetas, así que empecé a grabarme cada vez que cocinaba. De esto hace ya tres años, y lo que empezó como una necesidad personal y un hobby se ha convertido en «Mi cocina africana», una página de cocina y divulgación [con más de 40.000 seguidores en Instagram], una empresa de cáterin y un gran proyecto que sigue creciendo.

¿Es correcto hablar de comida africana en singular?

Entiendo que se puede hablar de comida africana como se puede hablar de comida asiática, pero es verdad que el continente tiene 54 países divididos en cinco regiones, cada una con una gastronomía totalmente diferente, aunque haya algunos elementos comunes, como el uso del picante. No tiene nada que ver lo que se come en el norte, en el sur, en el Cuerno de África, en el centro o en África occidental. Creo que no hay continente más diverso, y la variedad de platos, ingredientes y maneras de cocinar es arrolladora.

¿Cocinas platos de diferentes lugares?

Empecé con la zona de Guinea Ecuatorial, porque es lo mío, y allí estamos muy influenciados por la cocina de Guinea, Gabón, Camerún… Pero hago platos de África occidental que no tienen nada que ver, de la zona de Senegal, Malí, Mauritania, Nigeria o Níger. También me voy al Cuerno y hago platos de Etiopía o tonteo con recetas de Kenia.



Mayra Ekato el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

¿Dirías que, en general, es una gastronomía saludable?

Sí, bastante saludable. Abundan los  superalimentos con muchas propiedades nutricionales y medicinales. Si analizas ingredientes como el ­bitter leaf, el contrití o el egusi, alucinas. Tanto el bitter leaf como el egusi tienen más hierro y más calcio que las espinacas. Son bombas nutricionales. Los pesticidas y las producciones más industrializadas están llegando al continente africano, pero todavía es muy poco significativo, así que son productos cien por cien bio. Allí aún se come naturaleza. Es una tierra llena de propiedades, sin metales ni químicos y sin apenas uso de invernaderos. Un alimento al que le está dando el sol directamente genera química y físicamente una serie de micronutrientes que una fruta que se produce de una forma más industrial no.

En España la comida africana es una gran desconocida. 

Está cambiando un poco. Los senegaleses en la diáspora están haciendo un gran trabajo y son los que más negocios están montando, entre ellos muchos restaurantes, como los que encuentras en el barrio madrileño de Lavapiés. A diferencia de hace diez años, que entrabas en uno de ellos y veías solo africanos menos dos o tres cabezas blancas, ahora entras y son casi todo cabezas blancas. Eso está muy bien. Pero es cierto que quienes van son personas con una mentalidad muy abierta a conocer cosas nuevas. Fuera de eso, el desconocimiento es total, y me parece mal, porque estamos pegados al continente africano. A una hora de vuelo ya tienes ­Marrakech y a cuatro mi país.

La gente a la que le descubres estos nuevos platos, ¿qué te dice?

La respuesta en general es muy buena. Es interesante que desde la comunidad latinoamericana me dicen que llevan toda la vida cocinando platos muy similares, y es porque los africanos hemos tenido mucha influencia en su continente y hemos llevado muchas recetas. La gente europea en general se acerca con curiosidad y se anima a probar, y yo ­aprovecho para enseñarles otras cosas. Si hago un plato de Gabón, hablo de las peculiaridades de sus ingredientes, cuento a qué grupo étnico pertenece, quién se encarga de prepararlo… No se quedan solo con la receta, sino que aprenden más de ese rincón de donde viene.


Mayra Ekato el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Es la cocina un medio para acercar a las personas?

Lo es. Las grandes reuniones, los grandes acuerdos, siempre se dan alrededor de una mesa. La comida ha sido una herramienta para acercar a mis hijos al continente y poder ­enraizarlos en él. La comida es amor, cultura, conocimiento, historia…, lo es todo, una gran herramienta para hablar de otras realidades.

¿Qué te dicen desde la comunidad africana y afrodescendiente en España sobre lo que haces? 

Me dicen que era un proyecto necesario, que entrar en mi canal para ver mis vídeos de recetas es volver a casa. Que les hago recordar a su madre o a su abuela. Recibo mucho cariño y apoyo. Compartir las recetas y contar su historia es ayudar a que se vaya creando una especie de biblioteca donde cualquiera pueda acudir y encontrar el plato que quiere hacer. No imaginaba que llegaría a tantas personas a través de la comida y me alegro de ayudarles a conectarse con su parte africana.

Por tu experiencia en Holanda, ¿se conoce más allí la comida africana?

Igual que aquí. Las más desarrolladas son las gastronomías del norte, Marruecos sobre todo. También encuentras muchos restaurantes de Etiopía y Eritrea, pero de África subsahariana hay menos. Lo que sí es más fácil es comprar ingredientes. Los sábados hay un mercado en Ámsterdam que es como estar en Guinea, en Gabón o en cualquier mercado africano. Los puestos se montan igual, toda la gente es africana y encuentras casi todo lo que necesitas. Para mí era maravilloso. Salía de casa y en 20 minutos me encontraba en África, pasaba allí el día y luego me volvía a casa.

¿Cómo fue para ti ser afrodescendiente en Holanda?

Fue una experiencia muy buena en comparación con España, en el sentido de que allí soy una persona más, soy Mayra y ya está. Aquí en España soy la chica negra de la farmacia, la mamá negra del cole, la negra del espacio en el que me encuentre. Y en mi vivencia diaria eso es muy cansado, muy pesado. Aparte de mi tonalidad de piel, hay muchas otras cosas. ¡Obvia que sea negra, amarilla o azul! ¡Soy Mayra y ya está! En Holanda ha sido maravilloso vivir siete años, porque nadie da por hecho que seas de fuera. Eres holandés hasta que demuestres lo contrario. En cambio aquí siempre voy a ser extranjera, salvo que demuestre lo contrario. Mis hijos, nacidos en España, siempre van a ser extranjeros, hasta que demuestren lo contrario. Vivir con esa etiqueta se hace muy duro. Allí tienes a la comunidad negra, china o árabe en todos los puestos de trabajo, en todos los espacios. Los niños crecen sabiendo que pueden ser lo que quieran, porque van al médico y les atiende un médico negro, asiático o blanco. Van al cole y su profesora puede ser afrodescendiente o árabe. En siete años no he sufrido racismo nunca. No puedo achacar un solo problema al hecho de ser negra.  





CON ELLA

«Nací el Día del Cacao y mi nombre bööbe es precisamente Ekato, que significa ‘cacao’. Tenemos la creencia de que nuestro nombre nos marca, y mi vida está virando hacia la agricultura africana. Además, me siento tan guineana como española y este es un alimento que ha unido a ambos países».



Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto