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Por Gonzalo Gómez
La sudafricana Navanethem Pillay tiene uno de los currículums más impresionantes que pueda tener un jurista en defensa de los derechos humanos. Navi, según se presenta ella, ha sido Alta Comisionada de la ONU, presidenta del Tribunal Penal Internacional para Ruanda, jueza del Tribunal Penal Internacional de la Haya, jueza del Tribunal Superior de Sudáfrica, entre otros destacados cargos. Hablamos con ella en Segovia en el encuentro anual “Mujeres que transforman el mundo”.
¿Cómo y dónde nació su vocación por la Justicia?
Como usted sabe, crecimos bajo el Apartheid. Para un niño su madre y su padre son dioses pero los que vivimos bajo el apartheid veíamos que eran tratados con desprecio. También tuvimos una educación inferior. Yo soy de origen indio, y estábamos algo mejor, pero la mayoría de niños de origen africano vivían en condiciones de semiesclavitud en las granjas, tenían prohibido ir a la ciudad, a las playas y a los parques… Así que, uno como niño crecía consciente de esas injusticias y aunque los padres tuvieran miedo, las siguientes generaciones ya empezaban a decir lo que pensaban. Eso fue lo que me inspiró. Ya entonces en la escuela conversábamos siempre sobre todas esas cosas que no se nos permitían. Esa lucha fue, por tanto, lo que me inspiró a cuidar los derechos humanos de todos.
Por su trabajo usted habrá tenido que afrontar historias de extrema dureza, ¿se puede acostumbrar alguien a eso? ¿No tiene un coste personal en su vida?
Tiene razón. Estuve en el tribunal de Naciones Unidas para Ruanda que trataba los crímenes contra la humanidad y el genocidio. De entrada no me entusiasmaba irme de mi país porque acabábamos de conseguir la democracia pero el presidente Mandela me propuso y el Parlamento me eligió, así que pensé: “de acuerdo, iré”; pero mi idea era dimitir en un año y volver a casa. Al final estuve más de ocho años allí y a diario escuchaba los crímenes más atroces que el ser humano puede cometer. Los jueces nos poníamos enfermos escuchando las historias y de vez en cuando pedíamos que parasen el vídeo porque era demasiado doloroso ver a gente normal siendo asesinada o golpeada hasta la muerte en controles policiales. Otros vídeos eran imágenes de niños a los que les habían cortado la cabeza. Veías los cuerpos arrojados al río y podías deducir cuál era de niño y cuál de adulto. Jamás podré olvidar estas imágenes. Pero lo más importante eran los seres humanos que se presentaron con valentía a contar lo que les había pasado, especialmente las mujeres, que hablaban de las violaciones en grupo que sufrieron. Una recuerda esos detalles toda la vida. Cuando pensabas que habías escuchado ya lo peor te contaban algo más terrible. Una historia que me afectó mucho, porque no estaba específicamente incluida en la acusación y por tanto teníamos que ignorar esas evidencias, fue que un exprofesor, alcalde de la ciudad de Taba, que se llamaba John Paul Akayesu, había ido buscando puerta por puesta a otro profesor que había sido muy buen amigo suyo y a otros tutsis. Los cazaron como animales y a él lo mataron pero también cogieron a su mujer, que me parece que también era profesora. Ella estaba embarazada de muchos meses. Los soldados a cargo del alcalde, que en realidad más que soldados eran asesinos hutus, la tiraron al suelo, la pisotearon y la golpearon hasta que abortó el bebé. Un hecho terrible. No tiene sentido que se comportaran de una manera tan brutal. Sin embargo, los jueces no pudimos tener este hecho en consideración así que no se le hizo justicia a ella. Estos son algunos de los problemas cuando eres jueza. Tienes que ser muy profesional y no dejarte llevar por las emociones. Por supuesto somos seres humanos: es doloroso, sabemos que hay que hacer justicia… Pero tenemos que hacerlo de acuerdo a las leyes.
Desde el punto de vista de la justicia, ¿cuáles son los principales problemas en África? ¿Qué se debe mejorar?
África tiene muchos retos. Mi país, Sudáfrica, y otros como Ghana, Nigeria o Senegal, por nombrar algunos, tienen buenos sistemas de Justicia. El reto para África es que el poder judicial sea independiente. La Justicia no debería sufrir interferencias políticas ni en sus nombramientos ni durante el curso de su trabajo. Entre los países con mejores instituciones hay también algunos problemas. La gente debería poder reclamar sistemas bien establecidos de rendición de cuentas, debería haber comisiones de género, de igualdad de derechos etc… Ahora mismo estoy preocupada por el hecho de que varios miembros de la Unión Africana (UA) amenazan con salir del Tribunal Penal Internacional (TPI). África tiene el mayor número de países que apoyaban al TPI y todos ellos decían estar en contra de la impunidad de esos odiosos crímenes. Después de la acusación de Kenia parece que se ha producido una falta de confianza en la justicia internacional. A todos ellos les diría que deben desarrollar su propio sistema nacional de justicia para alcanzar los estándares de justicia de Naciones Unidas.
¿Qué países destacan por sus buenas prácticas en relación con los derechos humanos?
He visitado la mayoría de países y me complace decir que la mayoría está intentando cambiar las antiguas leyes coloniales y avanzar en la protección de los derechos humanos. Participan en las revisiones periódicas del Consejo Universal de los Derechos Humanos. En ellas otros Estados hacen recomendaciones al Estado en cuestión. Se ha producido una participación del 100% en ese proceso, incluyendo a países como Eritrea, que se mantiene al margen de asuntos internacionales y no forma parte de la UA. Incluso ese país está ahí, lo que veo como positivo. Hay interés en mejorar las leyes para proteger a su gente. Lo que me alarma es cada vez hay más países africanos legislando en contra de las ONG. Necesitamos organizaciones sociales civiles que recojan la voz de la gente y la den a conocer. Estas ONG dicen al Gobierno lo que está mal. Forman parte de las instituciones democrática. También es un escándalo que halla tantos periodistas detenidos, por ejemplo en Etiopía; ellos deberían estar escribiendo artículos críticos señalando los fallos gubernamentales. Se trata de un diálogo natural que debería tener lugar. Es normal que los Gobiernos rindan cuentas ante la gente y la manera de hacerlo es permitir el trabajo de los defensores de los derechos humanos y que las ONG funcionen en libertad. Por supuesto, lo que más nos duele, es que hay muchos conflictos armados y grupos desatando conflictos en todo África.
¿Quiénes están en riesgo en África y en el mundo?
En África, en particular, las poblaciones civiles son las que están principalmente en riesgo en los conflictos armados. Sistemáticamente la gente ordinaria que se queda atrapada en el fuego cruzado, mujeres y niños, son asesinados, degradados por la violencia sexual y son los más vulnerables. En líneas generales lo son los trabajadores que sufren el desempleo y la desigualdad. Esto afecta mucho a África. El continente tiene muy buenos recursos naturales y buenas tierras. ¿Cuáles son las políticas que impiden su desarrollo? El secretario general Ban Ki-moon y yo, cuando era Alta Comisionada, lo dijimos muy claramente: los recursos naturales de un país pertenecen a la gente. Desafortunadamente, el nivel de corrupción en los Gobiernos, en los negocios y en este tipo de explotación de los recursos naturales en los que los beneficios se llevan fuera del país en vez de usarlos en beneficio de la gente, es uno de los grandes desafíos. Estoy muy contenta de que la ONU haya propuesto una declaración sobre desarrollo sostenible. En mi departamento me aseguré de que el lenguaje de los derechos humanos estaría recogido en ese documento. Que los Gobiernos sepan que para que el desarrollo sea sostenible se tienen que cuidar los derechos de toda la gente. Así que, por un lado hay progresos destacables y, por otra parte, la realidad es como en la República Democrática de Congo (RDC) donde la gente dice “ojalá no tuviéramos diamantes y oro, porque si no los tuviéramos nos dejarían tranquilos”. Las mujeres son las más vulnerables en lo relacionado con la degradación del medioambiente, las sequías o los desastres naturales, porque mayoritariamente encabezan las familias monoparentales y son las productoras de la comida al mismo tiempo que sufren altos niveles de violencia. En mi país, en Sudáfrica, la violación de mujeres está en límites inconcebibles. Una se pregunta cómo irrumpe, incluso con buenas leyes y un diálogo activo, esta violencia sexual contra las mujeres y los niños. Como decía, esto pasa precisamente para porque los derechos humanos de la gente más vulnerable no están protegidos. África está creando una clase elitista. Está pasando como en muchas otras partes del mundo donde están los súper-ricos, la clase alta, y luego la gente muy, muy pobre.
¿Qué podemos hacer quienes no formamos parte de los Gobiernos para lograr un mundo más justo?
Para empezar, los medios de comunicación son muy importantes. Antes mencioné cómo se estaban creando restricciones a periodistas y defensores de los derechos humanos. Es importante que los periodistas como ustedes sean capaces de transmitir, ya que están fuera y más allá del alcance de los Gobiernos represivos, la voz de la gente en sus medios, que expongan las violaciones. Por ejemplo, si hay un gran negocio de importaciones a costa de los productores locales de comida, la gente puede ser consciente de esto y estará deseando hablar de ello pero necesitan apoyo del exterior. También es importante que se hable de las buenas prácticas, de lo que está funcionando. Por ejemplo, hay muy buenas organizaciones de consumidores en muchas partes de África.
¿Qué piensa del papel de las redes sociales en los cambios sociales?
Los principales medios, que están dando cobertura a los Gobiernos y a ciertos negocios, pertenecen a grandes compañías que también se anuncian en estos periódicos. Todos ellos están preocupados, ¿y por qué? Pues porque la gente común se está comunicando por Facebook o Twitter. Los mensajes alcanzan a miles de personas en solo unos segundos. Pude ver esto durante mis últimos tres años como Alta Comisionada de los Derechos Humanos. Antes para hacer un llamamiento de paz teníamos que suplicar a los periódicos para que lo publicaran. Algunos se publicaban y otros no, y la gente normal no leía esos artículos. Pero tan pronto como hacía una declaración sobre derechos humanos, por ejemplo sobre migrantes, mi oficina comprobaba que en 24 horas dos millones de personas la habían visto y la habían difundido. Tenemos que estar atentos para que no se censuren ni se interfiera en el flujo de información de los medios sociales. Por supuesto reconozco que a veces se pueden difundir informaciones falsas con la misma jerarquía que la información correcta. Tenemos que vigilar eso. Pero el mismo derecho internacional dice que la libertad de expresión es una prioridad ya sea offline u online. Debe producirse con responsabilidad. No se puede engañar a la gente. Pero creo que la mayoría de los medios tienen sus propias webs y son consultadas por la gente.
Sacando el tema de los refugiados. Aquí muchos dicen que estamos un contexto de crisis y que no se puede hacer nada por la gente.
Desde África sorprende ver que los Gobiernos europeos experimenten esto como una crisis. Históricamente siempre hubo migraciones y la mayoría de ellas son valiosas y no una amenaza fronteriza. Vivimos tiempos extraños. Por supuesto entiendo que los Gobiernos europeos tienen que proteger a su propia población así como cumplir con sus obligaciones internacionales con los refugiados. Lo que deberían hacer es desarrollar políticas para ambas cosas. Nosotros sí percibimos que la gente de Europa que vemos en televisión son muy amables con estos refugiados que huyen de Siria. Ellos huyen de una guerra, huyen por sus vidas, del hambre, con sus familias… Desde luego, son estos los momentos en los que las consideraciones de los derechos humanos deberían aplicarse. Los valores y la humanidad de Europa están siendo testados en estos momentos. Es precisamente Europa la que ha contribuido al desarrollo de estos estándares para la protección de los refugiados y contra las repatriaciones a la fuerza a los países en los que están en riesgo. Por eso impacta ver que, cuando toca proporcionar esos estándares, algunos Gobiernos europeos están echándose hacia atrás. Yo les animaría a trabajar con ACNUR. En esa oficina han convivido durante años con situaciones de desplazamientos masivos, con la migración y con los refugiados. Así que no es una crisis imposible de gestionar. Mi propio país, Sudáfrica, es muy atractivo para gente pobre del resto de África o gente que huye de conflictos en RDC, Somalia, etc… Tenemos casi dos millones de personas sin documentos, pero Sudáfrica se rige por las leyes internacionales y no se detiene a una sola persona. Es verdad que hay problemas en ámbitos locales donde “estos extranjeros”, como se les dice, “están quedándose con sus trabajos, y sus mujeres”. Yo dirigí una investigación en mi provincia organizada por el parlamento provincial y hablamos con miles de personas: investigadores, personas extranjeras, locales… Descubrimos que no es cierto que se estén quedando con los trabajos pero también que hay un montón de estereotipos, prejuicios y discursos de odio por ambas partes; así que, es importante que la llamada xenofobia que los medios están difundiendo a voz en grito sea corregida. Los medios tienen el deber de ser muy objetivos cuando informan de estas situaciones. Si no, la gente simplemente se cree lo que lee. Algunos sienten que todas las cosas van a ser destruidas, que al día siguiente van a ser asesinados… La mayoría de la gente que huyó en Sudáfrica lo hizo por el miedo a los ataques no por los ataques en sí mismo.
Esta entrevista ha sido publicada previamente en el número de octubre de la revista Mundo Negro (en papel). Si quieres suscribirte pincha aquí.
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