No solo Chimamanda

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Tres conocedores de la literatura africana, Sonia Fernández, impulsora de Literáfricas; Chema Caballero, codirector de la colección Libros del Baobab; y Ángeles Jurado, coordinadora del club de lectura de Casa África, hablan de las expectativas literarias para 2025. ¿Será el año del Nobel para Wa Thiong’o?



El pasado otoño se anunció la muy esperada nueva novela de Chimamanda Ngozi Adichie. Después de una década de silencio narrativo, la nigeriana vuelve con Dream Count, candidata a evento literario de las letras africanas en 2025. Sobre ese impacto hay, sin embargo, diferencias de interpretación. Desde la atalaya de Casa África, Ángeles Jurado reconoce que ha pasado mucho tiempo desde Americanah, su última novela: «Me parece intrigante e interesante, porque en este intervalo pasaron muchas cosas: fue madre, perdió a su padre, pasamos por la pandemia… No sé qué esperar y me intriga». Sonia Fernández, impulsora de Literáfricas, el portal de referencia en español sobre las letras africanas, reconoce que la nigeriana «pondrá otra vez a las letras africanas a la cabeza, aunque no sé hasta qué punto es del todo  bueno. Al final, se ha convertido en “la escritora africana” que todo el mundo ha leído». Con matices, Chema Caballero, reconoce que «una nueva novela suya es una buena noticia para la literatura en general. ¿Qué puede aportar a las letras africanas? No lo sé. Sus dos primeras novelas tienen una frescura y una forma de escribir con sabor a lo que nos imaginamos de África. En cambio, el resto de su obra parece escrita desde otra perspectiva, como si ya supiese que la mayoría de sus lectores son occidentales y que tiene que darles lo que a ellos les gusta».

Atada la vuelta de la nigeriana, Jurado y Caballero se animan a compartir sus deseos literarios para 2025. La primera, por citar algunos, incluye «los tres últimos títulos de Gauz; Zoo ­city, de Lauren Beukes; Azúcar y poemas de Nii Ayikwei Parkes; los cuentos de Arroz jollof y otras revoluciones, de Omolola Ijeoma Ogunyemi». aunque también apunta a Véronique Tadjo y ­Lola Shoneyin. La enumeración del segundo, casi interminable, incluye a «Beyrouk, Yamen Manai, Báraka Sakin, Tsitsi ­Dangarembga, Helon Habiba, ­Novuyo Rosa ­Tshuma, Taiye ­Selasi, Nansubuga Makumbi, Peter Kimani, Tendai Huchu, Mwaza Mujila, Fatou Diome, Mabanckou, ­Agualusa, Mia Couto, Mbougar Sarr o ­Monénembo, por citar algunos autores que me gustan y no me canso de leer».

¿Se repartirá el honor de los premios entre esta pléyade? ¿El Nobel, por fin, irá a Kenia? Esta última es, por recurrente, la gran pregunta que circula entre los mentideros literarios dentro y fuera de África. Fernández se atreve a anticipar que a Wa Thiong’o «no le van a dar el Nobel, como no se lo dieron a otros tan valiosos como él», aunque, añade, «puede estar satisfecho del nivel de lectores de todo el mundo que le han leído». Algo más de optimismo, al menos en la formulación de la respuesta, traslada Caballero: «¿El Nobel a Ngũgĩ? Inshalá. Pondría de relieve literaturas escritas desde la periferia de los cánones occidentales y se volvería a hablar de África, como sucedió con Gurnah» (en la imagen).

Más allá de autores y galardones, los tres expertos reflexionan sobre temáticas recurrentes y argumentos menos frecuentes en los autores africanos. Fernández echa de menos el dinamismo, la hibridación o el multiculturalismo de las sociedades africanas, e insiste en que «las narraciones son voces, da igual el tema, voces que sean rompedoras, que transgredan y que nos muestren otros mundos a los que poder aspirar, otras maneras de estar en el mundo». Para Caballero, la importancia radica no tanto en la novedad argumental como en la continuidad: «Solo espero que sigan escribiendo y que sus obras lleguen cada día a más gente, para que así se rompa la prepotencia del pensamiento occidentalocéntrico». Desde Canarias, Jurado considera fundamental «hacer hueco para todo tipo de voces, de todos los países, en todos los géneros e idiomas… Deberíamos dejar de exotizar esa literatura», y comparte otra reflexión: «Diría que tenemos que leer más cosas alegres, ligeras, más cuentos, más ciencia ficción, más novela romántica. En el club de lectura una compañera siempre se queja de que leemos dramones. Bien escritos, pero dramones».

Para rematar, Chema Caballero lanza un cabo a quien corresponda: «En 2025 en España seguiremos sufriendo la dificultad de acceder a las literaturas africanas. Se traduce poco y lo hacen, en general, pequeñas editoriales. Habría que buscar fórmulas para que el público general tenga acceso a estas otras literaturas y pueda abrir sus mentes y corazones a otras realidades y formas de ver y entender el mundo».

A leer se ha dicho.



Fotografía: Pascal le Segretain/Getty

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