Otra vez la esperanza en Sudán del Sur

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Acuerdo de paz en Sudán del Sur

El mundo mira de reojo a Sudán del Sur con una mezcla de desconfianza e ilusión tras el acuerdo de paz que pondría fin a una guerra que en cinco años ha provocado la muerte de 10.000 personas y la huida de más de cuatro millones; sin contar los padecimientos provocados por las hambrunas y otras consecuencias de la tiranía de las armas.

El 12 de septiembre se espera la firma en Adís Abeba, según se acordó en Pekín durante la cumbre entre China y África. Un texto previo había sido firmado el 5 de agosto en Jartum (Sudán) por el presidente Salva Kiir y el exvicepresidente Riek Machar, pero este exigió más garantías de cumplimiento lo que ha retrasado la rúbrica definitiva. El acuerdo es parecido al acordado hace tres años y que, con apenas unos meses de vigencia, fue el más consistente intento para finalizar la guerra hasta ahora. Como entonces, el plan establece un período para la formación de un Gobierno de unidad con Machar, de nuevo, como vicepresidente y un plazo de tres años para crear condiciones propicias para las elecciones.

«El diablo está en la implementación», dijo Machar, parafraseando el refrán inglés que atribuye a detalles lo que muchas veces impide el éxito de cualquier empresa. Será necesario cuidar el proceso para que no acabe como aquel, con Machar huyendo de la capital perseguido por los hombres de Kiir. Uno de los elementos clave es que se logre implicar a los diferentes grupos étnicos. No en vano, a pesar de que la violencia se inició como una lucha palaciega por el poder en la que el presidente Kiir acusaba a Machar de querer usurparlo, el conflicto se complicó y dimensionó por las divisiones entre las diferentes comunidades: principalmente entre dinkas y nueres.

Las dudas son muchas, empezando porque la experiencia reciente ha demostrado la contumacia de ejército y rebeldes, siempre dispuestos a quebrantar cualquier pacto para detener la violencia. Pero también hay motivos para un optimismo patente en las celebraciones de miles de ciudadanos en las calles de Yuba.

Algunos analistas consideran que Kiir y Machar se han quedado sin dinero y necesitan la paz para reactivar el negocio petrolero en el país, conformándose con un reparto para no perderlo todo. El presidente Kiir ha dicho que prefiere este acuerdo porque ha sido fruto de una negociación genuina mientras que el de 2015 había sido forzado por los mediadores (Estados Unidos, Reino Unido y la IGAD). Lo cierto es que el texto anterior incidía en mecanismos para enjuiciar los crímenes de guerra cometidos por ambos bandos. El vacío a este respecto en el texto actual abre un espacio a la impunidad que, por otra parte, quizá permita ofrecer mayores incentivos para la paz, entendida esta como la mera ausencia de guerra. En 2016, Kiir y Machar firmaron una columna en el New York Times, de la que este último se desmarcó días después, en la que decían: «Es fácil entender que cierta gente que solo ha conocido la guerra prefiera volver al campo de batalla antes que comparecer en un juicio en el extranjero».

Fotografía: Un hombre celebra el acuerdo de paz en agosto de 2018 [Getty Images]

 

 

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