Paloma Fidalgo: «Más que una clase es una pequeña familia»

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Paloma Fidalgo, periodista


«Nací en Ferrol y soy periodista. He compaginado mi trabajo en prensa, radio y fotografía, en cultura y temas sociales, con mi actividad en varias oenegés. Llevo la comunicación del Teatro del Barrio –en Lavapiés– y allí doy clases de español a un grupo de personas refugiadas».







¿Qué importancia tiene para una persona refugiada conocer la lengua del país al que llega?

Las personas que son refugiadas y vienen con un permiso de estancia normalmente no han elegido España como país de destino y lo habitual es que no conozcan el idioma, pero se ven con la urgente necesidad de aprenderlo para trabajar y desarrollar aquí su vida. Desde el ámbito institucional se les intenta ofrecer clases de español, pero no es posible en zonas tan masificadas como Madrid, en concreto en barrios como Lavapiés, donde estamos nosotras en el Teatro del Barrio, así que queremos suplir esa carencia. Tenemos un grupo de alumnos formado por una persona de Bielorrusia, un afgano, un chico de Guinea, dos chicas de Siria y otro de Jamaica, cada uno con su historia. Comparten situaciones similares de desarraigo y emergencia, de sorpresa y desestabilización de sus vidas al llegar aquí. Más que integración o inclusión nos gusta la palabra igualdad. Queremos facilitar su adaptación a esta realidad, pero respetando lo suyo para que no pierdan su identidad.



¿Cómo comenzó esta iniciativa dentro del Teatro del Barrio?

El Teatro del Barrio es mucho más que un teatro. Es un proyecto cultural que tiene ya 10 años en el que siempre hemos intentado utilizar el escenario para ofrecer una visión crítica de la realidad. Para mí es un teatro muy estimulante porque, como periodista, veo que es otra forma de lenguaje para analizar la realidad, conocerla y pensar sobre ella. Siempre intentamos estar muy conectadas no solamente con Lavapiés, donde nos encontramos, un barrio que representa el tipo de sociedad que nos interesa –multicultural, abierta, comunicativa, cercana…–, sino con toda la sociedad. Al comienzo de la temporada 22/23 estábamos muy sensibilizadas, como todo el mundo, con las personas que estaban llegando de Ucrania. Poco antes habían llegado de Siria, y en Lavapiés hay también muchas personas refugiadas de otros lugares. Por nuestra formación pensamos que nos podría resultar relativamente fácil dar clases de español, las ofrecimos y empezaron a venir personas. Después, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) contactó con nosotras para enviarnos a un grupito de personas más.



¿En qué situación se encuentran vuestros alumnos?

Las personas refugiadas están pidiendo asilo político por diferentes motivos: pueden ser disidentes políticos, haber sufrido violencia sexual, ser personas a las que no se las acepta por su identidad sexual en el país de donde vienen… Tenemos a un chico que era concejal en su ciudad en Guinea, otro que viene de Afganistán me contaba cómo los talibanes habían secuestrado a su sobrino, hay dos chicas que han sufrido violencia sexual… Vienen con unos traumas y una situación de desarraigo muy fuerte, dejando a sus familias atrás. Necesitan con urgencia aprender el idioma, pero intentamos darles un soporte más allá y hemos creado una pequeña familia. Ante todas las dificultades que se pueden encontrar en esta sociedad, intentamos arroparlos para que la situación les sea un poco más llevadera.



¿Cómo planteáis las clases? ¿Qué es lo primero que les conviene aprender?

Hay una parte más académica para que les vayan sonando los conceptos de gramática, ortografía, tiempos verbales… por si dentro de diez años quieren tener la nacionalidad española. Pero somos muy prácticas. Les damos una lista de vocabulario, empezando por los saludos, y hacemos simulacros: lo que tienes que decir si vas a pedir un café, si vas a buscar trabajo o si quieres alquilar una vivienda. Lo primero son las palabras básicas de la esfera más cercana a tu vida. Varios de ellos trabajan con personas mayores enseñándoles tecnología y algunos en huertos urbanos, y ensayamos cómo hablarían en sus contextos de trabajo. Luego hay otra parte que también nos interesa mucho, que es geografía y referentes de la realidad española que les pueden interesar si, por ejemplo, van a viajar a otra provincia. A veces no nos damos cuenta, pero cuando hablamos de forma cotidiana hacemos muchísimas referencias a lo que existe en nuestro entorno, y por eso tratamos de darles unos mínimos conocimientos culturales. Si les ponemos un texto, pues que hable de Madrid o de lo que se come aquí.


Paloma Fidalgo el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



¿Qué actitud tienen ellos? ¿Cómo afrontan este aprendizaje?

Me han llamado la atención varias cosas como, por ejemplo, el nivel cultural que tienen. Están alfabetizados y habituados a estudiar, lo cual ya es importante a la hora de afrontar la clase. Y son personas muy alegres y positivas, o por lo menos muy capaces de abstraerse de lo que les está pasando durante el tiempo que están en clase. Dejan su ego a un lado y tienen un sentido muy colaborativo, se ayudan entre ellos y no necesitan reivindicar quiénes son ni lo que hacen. Como mucho reclaman la causa política por la que están aquí o manifiestan su tristeza por haber tenido que venirse de su país, aunque tampoco percibo en ellos una gran nostalgia. Son extremadamente agradecidos, además de muy prácticos y conscientes de que están teniendo una oportunidad que no tienen otras personas. Reconocen las dificultades que tienen para estudiar y la importancia de lo académico en esta sociedad. Por otro lado son muy autodidactas, y en YouTube hay unas herramientas muy valiosas. El chico afgano ve tutoriales de matemáticas porque siente que está muy atrasado y tiene miedo de que su futuro profesional no funcione.



¿Lleváis a cabo con ellos otras actividades?

Sí, hacemos otro tipo de cosas. Intentamos que sea mucho más que una clase. El otro día entramos a ver en el Teatro del Barrio un ensayo general de una obra. Vamos a ir al Museo del Ferrocarril a una visita guiada. Son otras formas de exponerse a un idioma y a una cultura distintos. Hay mucha diferencia en cuanto a los referentes que utilizamos al hablar.



¿Algún ejemplo?

Para que empiecen a hablar en clase les saco temas como el cine, la comida o el clima, y ahí me chocaron cosas como que no conocieran a Brad Pitt, que dos de ellos no supieran qué es el zodiaco, que el chico afgano me dijera que Madrid es el lugar más caluroso que ha conocido o que en Afganistán estén en el año 1402. Solo uno de todo el grupo había estado antes en un teatro. El chico de Guinea ni siquiera entendía lo que es un teatro físicamente. Había visto espectáculos en su país, pero todos al aire libre. Existe la globalización, pero hay grandes diferencias todavía y tenemos que ser conscientes para afrontar las identidades como algo más abierto y poder entablar unas relaciones de igualdad.



¿Es difícil lo que hacéis? ¿Qué se necesita para ser una buena profesora?

Hay que prepararse muy bien las clases. Para mí, todo esto está siendo igual de experimental que para mis alumnos. Te crees que conoces bien tu idioma, pero exponerte a la situación de tener que explicarlo no es tan fácil como parece. He tenido que volver a estudiarlo todo, y eso que habitualmente me dedico a temas que tienen que ver con la literatura y el idioma. Además, para percibir la evolución de tu alumnado tienes que dedicarles muchas horas y mucha energía, y estar muy pendiente de lo que están entendiendo y lo que no. Hay que tener en cuenta las diferencias de nivel que hay entre ellos, qué vocabulario les será más útil e intentar encontrar la equivalencia de las expresiones que utilizan en sus idiomas para que no pierdan su propia riqueza cultural.



¿Y cómo ves que evolucionan?

Me fío mucho de lo que me cuentan. Ellos me dicen que les está sirviendo y desde muy pronto nos pidieron más horas de clase. El hecho de que sean pocos, estén tan unidos y tengamos vida más allá de las clases está ayudando mucho. 



¿Por qué dedicas a esto tu tiempo y energía?

Estudié Periodismo y ahora estoy estudiando Trabajo Social. También hice en su momento un máster sobre el Magreb contemporáneo y siempre he trabajado mucho en oenegés porque me toca la fibra ser consciente de las desigualdades y las buenas oportunidades que yo he tenido por haber nacido en Ferrol en un momento determinado. Siempre he intentado obligarme a colaborar y estar un poco pendiente de cuáles son los de­sequilibrios y las injusticias. En este sentido, el Teatro del Barrio es un lugar muy estimulante porque está centrado en un pensamiento crítico, pendiente de construir comunidad. Las clases de español era algo que me podía resultar relativamente fácil por mi formación. Empezó como una simple idea y ahora estoy en proceso de construcción como profesora. 

 




CON ELLA

«El libro de Paloma Chen, activista y escritora española de origen chino, me ha hecho pensar en los prejuicios que tenemos respecto a las personas inmigrantes. Debemos ser más permeables a las culturas que nos vienen, no solo por justicia con ellas, sino porque es enriquecedor para nuestra sociedad».

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