Pionera del reciclaje

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Edna Kioka



Su padre la llamaba Kioka, y ese es el nombre que Edna usa en Benguela, la ciudad donde vive desde que regresó a Angola hace más de 10 años. Nació en la provincia de Lunda Norte, al noreste del país, pero creció en Portugal, donde se inició en la creación de artesanías a partir de materiales reciclados. Cuando sus dos gemelos cumplieron seis años, Kioka decidió venirse a vivir a Angola porque «quería que mis hijos conocieran otra realidad distinta a Portugal», pero también para «transmitir mi experiencia de trabajo con materiales reciclados y crear un proyecto de educación ambiental».

Comenzó a vender sus creaciones en un local que alguien le cedió gratuitamente. Enseguida conoció a otros artistas y les abrió sus puertas para enseñarles a utilizar materiales reciclados. «En aquellos años no se oía hablar del reciclaje y era considerada una especie de “loca”, pero el proyecto se fue ampliando y empezamos a dar clases prácticas sobre reciclaje en algunas escuelas de Benguela y Lobito, todo de manera voluntaria, sin cobrar, solo por amor a esto».

Kioka formó equipo con otras personas, como Roberta, Nancy, Liliana… y juntas crean la asociación Era uma vez…, desde la que llevan a cabo múltiples proyectos con artistas, grupos de jóvenes y escuelas que conjugan el arte a partir de materiales reciclados, la formación y la educación ambiental. Con la Covid-19 «perdimos todo, me quedé sola y terminé por agarrarme a la máquina de coser para hacer mascarillas».

En la actualidad, Kioka está trabajando en un proyecto de educación ambiental en las zonas costeras de Benguela. «Si las personas dan valor a la basura como hago yo y miran una botella de plástico como materia prima, entonces conseguiré dos cosas: que no ensucien tanto las playas y que ganen dinero vendiendo sus creaciones».

También ha reabierto la tienda de artesanía en un centro comercial de Benguela, donde más de 40 artistas venden sus obras. La mayoría utilizan materiales reciclados como sacos y botellas de plásticos, botes de dentífrico o latas viejas, pero otros trabajan la madera, la mateba –una fibra extraída de las palmeras– o samakaka, el tejido tradicional angoleño. De forma habitual, los artistas cobran cuando se venden sus productos, pero si lo están pasando mal se les adelanta el dinero.

La tienda no es un negocio para Kioka porque «si quisiera ganar dinero me iría a Luanda, que es donde están las personas que compran». Esta iniciativa responde a una vocación y se ha convertido en un proyecto para ayudar a los artistas, por eso intenta que no haya competencia entre ellos. «Si tenemos a alguien que, por ejemplo, hace cestos y los hace bien, y otro artista viene a ofrecernos lo mismo, le decimos que piense en otra técnica, que haga otra cosa diferente». Y además, que lo haga bien, porque Kioka tiene fama de ser muy exigente: «Me pasa a veces con algunos artistas que vienen con cestos con hilos que sobresalen. Les digo: “Siéntate, coge las tijeras y acaba bien tu trabajo para que lo podamos poner a la venta”».



Fotografía: José Luis Silván Sen

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