Quinndy Akeju: «El racismo partió de la biología»

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Quinndy Akeju, enfermera y activista



«Nací en Zaragoza pero me reconozco como una mujer africana de origen nigeriano. Vivo en Bilbao. Trabajo de enfermera en el sistema público. Soy activista y cofundadora de Afrocolectiva, un medio de comunicación y deconstrucción afrofeminista, antirracista y panafricanista».








Lo primero que quiero preguntarte es por qué decidiste ser enfermera.

Lo tenía claro desde pequeña. Creo que el factor más importante fue el valor que siempre le he dado al cuidado. Para mí, todo lo que hagamos en la vida, nuestras relaciones interpersonales, nuestro trabajo profesional, lo que hacemos con nosotras mismas y nuestros cuerpos, todo, tiene que partir del cuidado. Y la enfermería es la ciencia del cuidado.  

Y lo segundo, ¿por qué activista?

Me atrevería a decir que todas las mujeres, las personas negras, las personas con alguna discapacidad… sabemos desde siempre que hay cosas que están mal. Quizá no sabemos bien cómo explicarlo, pero por las vivencias que vamos acumulando intuimos que algo falla. Creo que tomé la decisión consciente de dedicar mi tiempo al activismo cuando tenía 14 años. Mi círculo ya era un poco activista y a menudo veía a amigas leyendo libros sobre feminismo. Un día me animé a leer El feminismo es para todo el mundo, de bell hooks, y a partir de ahí evolucioné. Empecé por los feminismos y luego pasé al antirracismo.

¿Qué conexión hay entre racismo y salud?

Hay mucho que decir sobre el racismo en relación a las ciencias de la salud. En sus inicios, el racismo partió de la biología para justificar la violencia que se perpetuaba hacia las personas negras. Se decía que la biología determinaba si tú te merecías una vida normal en la sociedad o ser una persona esclavizada. Se empezó a experimentar con cuerpos de personas negras, considerados no humanos, y los conocimientos generados se aplicaron en Europa para mejorar la salud y la vida de las personas blancas. Podemos ver claros ejemplos de esto en la obstetricia o en la dermatología.



Quinndy Akeju el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Podrías hablarme de algún caso?

El espéculo es una herramienta que se utiliza mucho en ginecología para ver el cuello del útero. Es como una pistolita que se introduce en la vagina y se abre. J. Marion Sims, considerado en Europa el padre de la ginecología moderna, desarrolló a mediados del siglo xix el uso del espéculo a base de experimentar con mujeres esclavizadas negras. También realizaba cirugías abiertas sin anestesia antes de empezar a usar el éter como anestésico en mujeres blancas. Esta práctica no se recriminaba socialmente porque se sostenía sobre el estereotipo de que las mujeres negras no sienten dolor. Muchos conocimientos laparoscópicos y ginecológicos que conocemos vienen de la experimentación en mujeres africanas esclavizadas. Se generalizan en Europa, se hacen populares, pero se desconoce su procedencia. Conocer el pasado de las ciencias de la salud nos sirve para hacer un abordaje correcto de lo que ocurre en la actualidad. 

¿Qué es lo que sucede en la actualidad?

En el Estado español no existen estadísticas porque falta mucha investigación sobre la población negra, pero hay datos de violencia obstétrica en Reino Unido y Estados Unidos, como los de un estudio reciente que muestra que las mujeres negras mueren 15 veces más que las blancas dando a luz en el Reino Unido. Este dato tiene una relación directa con el racismo en el que se han basado las ciencias de la salud al ignorar los síntomas de las mujeres negras e infravalorar su dolor. En dermatología, por ejemplo, los libros de texto únicamente contienen referencias de pieles blancas, no hay imágenes de otros tipos de piel, y esto conduce a muchos errores de diagnóstico y a una mayor morbimortalidad de las personas negras. Aun siendo menos propensas a tener cáncer de piel por la melanina, tienen más riesgo debido a ese infradiagnóstico, porque cuando se diagnostica ya es muy tarde. Son muestras de que este racismo repercute directamente en nuestras vidas. 

En el entorno sanitario en el que trabajas, ¿has encontrado otras formas de racismo?

En el entorno sanitario he vivido racismo siendo paciente y como profesional. Como paciente en la consulta de ginecología he recibido comentarios como «Vosotros tenéis muchos hijos y muy pronto, ¿cómo es que tú no tienes todavía?». Como enfermera, otros profesionales me han dicho: «Ah, ¿pero tú tienes estudios?». O me han confundido con profesionales de la limpieza o con celadores, como si las personas negras no pudieran ser enfermeras. De pacientes he escuchado frases como: «Yo no quiero que la negra me toque», y he vivido situaciones desagradables que no me apetece revivir. Pero lo que más me ha impactado es la mirada que compañeros míos tienen sobre pacientes racializados cuando dicen «Seguro que ese no sigue el tratamiento» o «Seguro que en su casa come basura». Esa mirada determina cómo me ven a mí y a la gente negra.

Cuando llamas la atención sobre estas cuestiones, ¿cómo lo recibe la gente?

He tenido experiencias positivas de personas que lo reciben bien y dejan de decir cosas que habían normalizado o que dejan de ver a la población africana con esa perspectiva eurocéntrica que sesga todo lo que hacemos. Me alegra que, poco a poco, se vaya generando ese ambiente propicio a recibir bien las críticas que se hacen desde los movimientos o expresadas por activistas. Los cambios son lentos pero progresivos. 

Hablando de tu faceta específicamente activista, eres cofundadora de Afrocolectiva. ¿En qué consiste?

Es un medio de comunicación y de deconstrucción centrado en tres vertientes del activismo: el antirracismo, el afrofeminismo y el panafricanismo. Creamos contenido en redes, tenemos una revista digital con noticias, reflexiones, poemas… Participamos más de 50 personas de Norteamérica, América del Sur, Centroamérica, Europa y el norte de África. Yo coordino la zona europea. Difundimos noticias y relatos desde sus contextos, a través del análisis de personas que conocen directamente esas realidades. Somos personas de distinto género, mujeres, personas no binarias, personas trans… Queríamos crear un medio de comunicación que hacía falta y que pone en el centro nuestros conocimientos e intereses, incorporando un análisis crítico desde lo racial. Somos nosotras mismas quienes contamos, y esto es muy importante, teniendo en cuenta cómo se ha contado la historia africana tradicionalmente. Además, responde a la necesidad de crear nuestros propios espacios para escucharnos, para saber que existimos, y lo hacemos con toda la ternura del mundo, porque históricamente no se nos ha tratado con ternura. 


Quinndy Ajeku el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Además, formas parte del proyecto Follow the party, que también pone lo afro en el centro, pero desde el baile y la música.

Follow the partyes una asociación que trabaja en Bilbao desde 2008 para reivindicar los géneros de música y danza que nacieron de personas negras en zonas suburbanas y que han sido estereotipados como algo malo y marginal. Hacemos sesiones de hiphop, funky, afrobeat o dancehall combinadas con charlas. Es un espacio donde te encuentras con la comunidad y puedes bailar géneros negros y africanos sin ninguna vergüenza y con todo el orgullo. Colaboramos con ayuntamientos, asociaciones y colectivos para eliminar los prejuicios que hay sobre estos géneros y darles otro significado. 

Aún te queda tiempo para implicarte en otras iniciativas,  entre ellas se encuentra Afrosesión, que va en una línea parecida. 

Este es un proyecto que nace en el año 2019 con el objetivo de poner en el centro las historias y la cultura de la música de raíz africana que bailamos. Te pongo el ejemplo de «­Jerusalema». La canción se hizo viral mundialmente pero nadie sabía que viene de Su­dáfrica, que está en suajili y que tiene un mensaje precioso. A menudo, cuando algo se comercializa se despoja de sus orígenes, su historia y su cultura. Este proyecto es una manera de hacer justicia. Doy clases de baile y hablamos de dónde vienen las canciones y quiénes son la personas que han sustentado estas culturas para que podamos seguir disfrutándolas.

Por tu versatilidad se ve que eres una persona muy inquieta.

Ser activista implica ser responsable con la información. Hay que leer y formarse, porque es lo que vas a usar para hacer activismo. El conocimiento es poder, y es importante conocerte a ti mismo, a tu pueblo, tu historia. Aparte de eso, disfruto muchísimo haciéndolo.

¿Nos recomendarías un libro?

Naciones negras y cultura, de Cheikh Anta Diop. Es increíble. Te lleva a conocer la historia de África desde sus inicios.  



CON ELLA

«Me compré este colgante en la tienda de complementos africanos de Ker Fatou. Me gustó porque tiene un corazón en el centro. Para mí es como decir que en África late el mundo, o que el mundo late a raíz de África, donde comenzó la humanidad. Es de donde venimos y hacia donde encaminamos nuestro activismo».



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