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Elecciones en Estados Unidos

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Joe Biden crea expectativas en África entre la alegría y el escepticismo
La política de Estados Unidos en África no ha sido tan diferente con Gobiernos demócratas o republicanos. El presidente electo, Joe Biden, es un clásico de la acción exterior estadounidense. Del American first de Trump, no se irá al lado opuesto. Pero una diferencia lo cambia todo: Biden cree en la diplomacia.

Ha sido un parto difícil. Tras unas elecciones que amenazaban tormenta y un delicado traspaso de poder, el proceso electoral estadounidense concluyó con la habitual alternancia y un inquietante asalto al Capitolio con víctimas mortales que provocó un nuevo proceso de destitución al expresidente al límite de la hora. La emoción se la debemos a Donald Trump, que sembró dudas sobre la limpieza de las elecciones y profundizó una grieta social cada vez más honda. Muchos estadounidenses desconfían hoy de su democracia, una de las más robustas del mundo. Puede que esa solidez haya impedido que el proceso se malograra, a juzgar por las agoreras advertencias previas de analistas locales sobre la posibilidad de algaradas violentas –finalmente confirmadas en el Capitolio–, en un país repleto de armas; algo, a priori, inaudito en Estados Unidos, pero no tanto, por desgracia, para quienes acostumbramos a escribir sobre política de países africanos. El secreto del éxito de la democracia no reposa solo en las instituciones, sino que es necesaria también una suerte de fe democrática, y una desafección extendida podría revelarla como el emperador desnudo cuando no se da crédito a su traje. En definitiva, la cultura democrática no puede darse por hecha. Se ha erosionado otras veces y a buen seguro es más frágil, como tantas otras cosas –y el 2020 es un buen ejemplo–, de lo que parece.

En fin, las acusaciones por fraude y las bravatas que obstaculizaron la transición se difuminan y toca mirar hacia delante y vislumbrar la política que traerá el equipo del demócrata Joe Biden en relación al continente africano. Hay que hacerlo, sin embargo, con un ojo puesto en Trump, que en sus últimos días en el cargo está tomando medidas con consecuencias para muchos africanos. Así, Trump estableció que desde Navidad los ciudadanos de 15 países africanos –Angola, ­Burkina Faso, Burundi, Cabo Verde, Chad, Eritrea, Gambia, Guinea-Bissau, Liberia, Libia, Mauritania, RDC, Sudán, Santo Tomé y Príncipe y Yibuti–, tendrán que adelantar hasta 15.000 dólares para entrar en Estados Unidos con visado de turista o de ­negocios. Trump pretende disuadir a estas personas de que excedan sus permisos de estancia, y lo justifica diciendo que muchos de los que provenían de esos países lo hacían. Decidida previamente o no, la medida suena a rabieta de una Administración que ha hecho de las restricciones a la ­inmigración, y su criminalización, una seña de identidad.

Los presidentes de EE. UU. y Kenia, con sus esposas, en la Casa Blanca, en agosto de 2018.
(Getty Images)

Nuevas expectativas

La expectativa con Biden es otra. Para empezar, su vicepresidenta, con un gran protagonismo en la campaña, es Kamala Harris, la primera vicepresidenta afro, y de origen indio, en el país. La elección de ­Harris tuvo, junto a sus méritos, el valor de ser una elección estratégica para convencer a votantes de minorías y movilizarlas al voto. En campaña, Harris organizó actos para convencer a los votantes negros, apeló a líderes comunitarios y visitó lugares emblemáticos. Todo, en unos meses muy especiales para la comunidad afroamericana tras los sucesos derivados del asesinato de George Floyd y de la actitud del Gobierno de Trump. Quanda Baker, de la estadounidense NCBW (Coalición Nacional de 100 Mujeres Negras), destacaba en las páginas de USA Today la importancia de Harris para las afrodescendientes y «las niñas de todas las razas, que podrán ver que lo imposible es posible». Harris también habló de su herencia india y destacó el valor de la inmigración en una campaña cuya cobertura implicó estereotipos racistas y sexistas contra su persona, según un informe de Time´s up («Se acabó»), un movimiento contra el acoso sexual creado en el contexto de las acusaciones de actrices al productor ­Harvey ­Wenstein y la campaña #metoo («yo también»).

En cuanto a su proyecto político, el dúo Biden-Harris publicó una agenda que recogía sus intenciones con África. En ella, se reafirmaba lo positivo de los valores de su diáspora y se incluían ideas sobre inmigración y políticas en el continente. Por ejemplo, establece que Estados Unidos volverá a ser un lugar de refugio para quienes huyan de guerras o de persecución, afirma que favorecerá la integración familiar e, incluso, adelanta la creación de una ambiciosa hoja de ruta para que 11 millones de migrantes indocumentados obtengan la ciudadanía. Biden-Harris prometen revitalizar la diplomacia en África y crear un marco de compromiso mutuo. El texto menciona la promoción de la diversidad en el servicio diplomático estadounidense, asume retomar una iniciativa de jóvenes líderes africanos que propuso Obama y expresa su compromiso con el fomento de la democracia. Sin embargo, según el blog Africa in ­transition, de los expertos en estudios africanos John ­Campbell y Michelle Gavin, antiguos embajadores estadounidenses en Nigeria y Botsuana, respectivamente –Gavin es consejera de Biden–, el documento no entra en promesas concretas al no hacer una referencia específica a un aumento del gasto federal en ayuda al desarrollo africano.

Un matatu en Nairobi con el rostro de Barack Obama. (Getty Images)

Vínculos con África

Palabras y textos aparte, los demócratas vienen acompañados de políticos que conocen el continente, algunos de los cuales trabajaron con Clinton y Obama. En su entorno están Susan Rice, que acumuló cargos especializados en África en varias de las últimas Administraciones estadounidenses; Nicolas Burns, que conoce a fondo el continente y tiene experiencia en las embajadas de Mauritania y Egipto; además de la mencionada Michelle Gavin, embajadora en Botsuana, representante de Estados Unidos ante la Comunidad de Desarrollo de África del Sur y una de las mayores especialistas en África del equipo de Biden.

Si buscamos hechos, a estas alturas solo podemos fijarnos en los nombramientos y las intenciones que se expresan a través de estos. Es destacable la elección de Antony Blinken como secretario de Estado. Blinken, que realizó viajes oficiales a Marruecos, Yibuti y Sudáfrica y ha expresado su apoyo a una mayor colaboración entre Estados Unidos y África, es conocido como un defensor de las políticas multilaterales. En su agenda está reintegrar a Estados Unidos en el Acuerdo de París contra el cambio climático, restablecer los puentes con Irán volviendo al acuerdo nuclear y mantener una actitud, como mínimo, menos hostil con la Organización Mundial de la Salud. Hace unos meses, Blinken se declaró partidario de la acogida de refugiados. Biden ha elegido también a la afroamericana Linda Thomas-Green­field como embajadora ante Naciones Unidas. Thomas-Greenfield fue encargada para África en el Departamento de Estado y embajadora en Liberia al servicio de la Administración ­Obama. Podemos esperar, por tanto, que Biden se centre más en África, aunque solo sea porque su gente tiene mayor sintonía con el continente que la de la Administración Trump.


Otras políticas

El cambio debe crear oportunidades en salud, agricultura o tecnología. Un programa comercial entre Estados Unidos y un buen número de países subsaharianos, el AGOA (siglas de African Growth and Opportunity Act), firmado en 2000 y debilitado estos últimos años, podría tomar renovados bríos con Biden. Trump prefería tratar con los países individualmente, priorizando algunos como Kenia e ignorando a otros. De esta manera, Trump buscaba abrir mercados a sus productos y servicios a través de acuerdos bilaterales y desconfiando de los multilaterales. Su secretario de Estado, Mike Pompeo, dijo que «el multilateralismo, en aras de pasar un buen rato con tus amigos, hacía un flaco favor a los intereses de Estados Unidos». Esta política perjudicó a países pequeños que no interesaban por su volumen de negocio. Y podía ser, también, una trampa. Nairobi se beneficiará a largo plazo con ­acuerdos comerciales con su comunidad regional si esta no se debilita.
Por otra parte, aunque Biden no ha comprometido fondos, sí se ha manifestado a favor de restaurar la ayuda al desarrollo. La política ambiental, que debería ser activa en cuanto al recorte de emisiones, también afectará a África, el continente más maltratado por el calentamiento global si tenemos en cuenta la diferencia entre lo poco que contribuye a él y lo que le perjudica. Otro asunto que puede beneficiar a África es la inclusión de Estados Unidos en el programa COVAX de la OMS, que pretende proveer de vacunas a los países más pobres. Es posible, además, que el Gobierno Biden-Harris retome la senda perdida de la promoción de los derechos humanos, lo que no contó para Trump ni para hacer propaganda.

Joe Biden (Getty Images)

Relaciones internacionales

La política exterior estadounidense no se puede concebir sin tener en cuenta la competencia que tiene con actores como Rusia o China. Una vía más multilateral marca una agenda clara: apoyar a los aliados para cerrar los huecos que dejó Trump. Lo que es válido para todo el mundo también lo es para África y, por supuesto, para la región del Magreb. El investigador Hafed El-Ghwell, de la Universidad Johns Hopkins, dijo a Jeune-Afrique que Biden prepararía una conferencia sobre democracia en relación con Túnez, cuya revolución, para el nuevo presidente, habría sido un paso adelante hacia una de las constituciones más progresistas del mundo. Además de Túnez, Estados Unidos tiene lazos históricos con Marruecos y querrá mejorarlos con Argelia, sobre todo en relación a los servicios de inteligencia. El-Ghwell considera que Biden forzará a Egipto a intentar encontrar una solución al polvorín libio, rebajando las influencias turcas, rusas y emiratís en el terreno. Más de medio centenar de congresistas estadounidenses han escrito una carta al presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi, para advertirle de que el recién elegido presidente no tolerará sus constantes violaciones de derechos humanos.

África subsahariana ofrece múltiples desafíos al Gobierno Biden. Uno está en Etiopía, socio estadounidense y elemento clave para la seguridad en la región. El conflicto en Tigray y la participación de Eritrea no pueden ser obviados. La propia Susan Rice, que sonó como posible vicepresidenta antes del ascenso de Kamala Harris, advirtió a Abiy ­Ahmed de que un asalto indiscriminado sobre Tigray podría conllevar cargos de crímenes de guerra. Etiopía mantiene también su disputa con Egipto por la Gran Presa del Renacimiento, sobre el río Nilo. Trump se mostró molesto con la retirada de Etiopía de las conversaciones. El documento que los estadounidenses apoyaban beneficiaba a Egipto, según los etíopes. Estados Unidos ha mediado y su papel seguirá siendo importante. Otro asunto a tener en cuenta es el de Sudán del Sur, cuyo conflicto nunca se resolvió por completo. Tampoco podrá perder de vista la nueva Administración la violencia en Nigeria. Teniendo en cuenta, además, que muchos jóvenes nigerianos han tomado como modelo al activismo estadounidense en las protestas contra la violencia policial del último año.

Protesta contra la violencia policial en Magboro (Nigeria), el pasado 20 de octubre. (Getty images)

Desde África

Por cierto, el presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, felicitó a Biden y aprovechó para enfatizar el daño que hacían las políticas nacionalistas y la importancia de la alternancia política, mandándole así un recado a Trump, que todavía no había tirado la toalla. La mayoría de los líderes africanos dieron la enhorabuena al demócrata. Y, en general, cabe decir que las reacciones en África varían entre la alegría y el escepticismo.
No es fácil encontrar analistas que crean que con Trump las cosas hubieran sido mejores para África. Uno de ellos es Abuka Arman, antiguo enviado especial de Somalia en ­Estados Unidos, que no espera grandes cambios. «Biden hablará con mayor suavidad, pero seguirá con unas políticas que favorecerán los intereses capitalistas posicionados en países como Somalia», dijo a Al Jazeera. Amy Nianga, profesora de relaciones internacionales de Senegal afirmó que no había que ser ingenuos con Biden: «Obama ofreció promesas, pero solo fueron simbólicas, de antiterrorismo, militarización e instrumentalización de la ayuda exterior. (…) Necesitamos tecnología, infraestructuras y empleos». Echando la vista atrás, tanto republicanos como demócratas acostumbraron a dirigirse a África para controlar sus recursos extractivos o liderar operaciones contraterroristas. Esta óptica de acentos coloniales, animada por la Guerra Fría, sirvió en la práctica para apoyar a líderes fuertes en busca de «tranquilidad», favoreciendo a los Museveni, Obiang, Kagamé o Afewerki. Obama prometió ayudar a las instituciones en lugar de a los hombres fuertes pero, más allá de las palabras, sus actos le llevaron a apoyar a Kabila o a Kagamé, como recuerda el escritor Vava Tampa en The Guardian.

El senador Joe Biden, con 30 años, jura su cargo como congresista. (Getty Images)

Durante décadas, Joe Biden ha servido en Washington. Podría decirse que es un clásico de la política y la acción exterior estadounidense. Corren tiempos, sin embargo, en los que la opinión pública de su país se muestra cansada de las guerras y las intervenciones de sus Gobiernos. Trump hablaba de «American first» («América primero») para resumir su relación con el resto del mundo, y Biden priorizará los asuntos internos. Pero este, al menos, cree en la diplomacia. Quizá las esperanzas más realistas en el nuevo presidente descansen, por ahora, en el hecho de que no se llama Donald Trump.


Por Gonzalo Gómez
Imágenes: Getty Images

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