Sani Ladan: «Que solo hay una raza es un lema vacío»

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Sani Ladan, especialista en migraciones


«Soy africano, de origen camerunés. Nací en Duala. Educador social, graduado en Relaciones Internacionales con especialidad en política exterior y seguridad. Experto en migraciones por circunstancias personales y ahora como profesional. Vivo en Madrid».





Hasta llegar a España viviste un proceso migratorio muy duro en el que no te gusta centrarte cuando te entrevistan, ¿Por qué?

Aunque vengo de una cultura que cree que hay que hablar del pasado y recordar de dónde venimos –de ahí el valor que le damos a las personas mayores–, creo que a quienes hemos hecho un proceso migratorio duro a menudo se nos limita a hablar de él. Apelar siempre al dolor, removerlo, hacer que lo contemos una y otra vez no nos hace nada bien. Es un desgaste a nivel emocional. No huimos de hablar de ello, pero que sea para un propósito concreto, no por morbo.

¿Se busca el morbo?

Creo que esa insistencia se debe a que estamos en una sociedad acostumbrada a consumir ese dolor. Se buscan héroes que lo cuenten. Me atrevería a decir que el 90 % de las entrevistas que apelan a ese dolor no buscan apoyar la causa de los migrantes. Que nos digan que hay 70 migrantes a la deriva en el Mediterráneo ya no causa absolutamente ningún efecto. 



Sani Ladan el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Nos hemos acostumbrado?

Estamos acostumbrados a ver las imágenes de los cuerpos negros, que se fotografían y publican sin problema. Hago un paralelismo con algo que está causando muchos estragos en la sociedad: la violencia machista. No he visto nunca el cuerpo de una mujer muerta en los telediarios, en las revistas o en los periódicos. Tampoco cuando hay un atentado en Europa. No se exponen los cuerpos, hay otros métodos de sensibilización desde el Gobierno, a nivel local y a través de las organizaciones. Se convierten en temas centrales y se buscan todos los métodos para concienciar a la gente sin caer en la exposición de los cuerpos. Pero cuando se trata de migrantes africanos se dice que si no los mostramos, no sensibilizamos. No. No hay necesidad de exponer los cuerpos ni de remover el dolor del pasado. Hay que buscar otros métodos.

¿Cómo transformar esta insensibilización social?

La clave es la empatía. Lo que pasa es que la empatía se produce normalmente hacia el semejante. ¿Consideramos humanos a las personas negras que vienen a través del Mediterráneo? ¿Las consideramos cercanas a nosotros? Esas son las preguntas. Es muy fácil decir que solo hay una raza, la raza humana, pero para mí es un lema vacío de contenido. ¿En qué categoría incluimos a estas personas? ¿Las vemos como iguales? ¿Nos vemos reflejados en ellas? Porque si me veo en ellas, su dolor me va a tocar. Y si me toca, voy a pedir responsabilidades, voy a exigir que se las trate con dignidad. ¿Acaso hizo falta decirle a la gente que apoyara la causa de los ucranianos y que abriera sus casas para acogerlos? Además, siempre se pone el foco en las víctimas y no en los verdugos. Si no vemos a los verdugos, no podemos señalarlos y exigir responsabilidades. ¿Por qué decimos «el caso Tarajal» y no decimos «el caso Jorge Fernández Díaz»? ¿Por qué decimos «el caso de Melilla» y no decimos «el caso Marlaska»? En cambio, sí se habla de «la guerra de Putin» y se hace presión para que los Gobiernos le impongan sanciones. 

¿Esperas algo de los políticos para que mejore la situación de las personas que migran? 

Soy un eterno optimista, a pesar de que la situación es la que es. Hay esperanza, y si no, hay que buscarla. Pero no espero absolutamente nada de la clase política. El tema migratorio les da un poco igual porque los inmigrantes no generan votos. Duele mucho escuchar esto, ver que es un tema que se puede relegar y no pasa nada. El mismo Gobierno que acogió el barco Aquarius [junio de 2018] se ha convertido en el peor Gobierno en materia de migración y ha perpetrado la masacre más grande de la historia de la frontera terrestre. Al mismo tiempo que Bruselas sacaba una directiva para dar acogida digna a los refugiados ucranianos, un país miembro de la Unión Europea estaba dando palizas a los migrantes. Se habla de 27 muertos, cantidad de desaparecidos, omisión de socorro, devoluciones en caliente… Una sociedad que trata como está tratando España el tema de la masacre de Melilla es una sociedad que ha caído muy bajo. Si fuesen cuerpos blancos, sería otra cosa. La esperanza la dejo en manos de la sociedad civil, que es quien puede hacer que las cosas cambien, quien puede denunciar y exigir unas vías seguras y legales para las personas que migran.



Sani Ladan el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Deberíamos hablar más de los efectos positivos de la migración?

Estoy a favor de que se cuenten los beneficios de la migración. Pero en un mundo capitalista y neoliberal a menudo se habla del beneficio de la migración desde un punto de vista utilitarista, con ideas como que la Seguridad Social necesita mano de obra porque no hay manera de sustentar el sistema de pensiones. A mí me chirría. Ni el extremo de los que dicen que hay que electrificar la valla de Melilla para que se mueran, ni el extremo que dice que tienen que venir como mano de obra –ya sabemos al final cómo acaba la gente en los campos de Huelva, de Almería, de Girona o de Lleida–. La emigración se tiene que contar desde las causas y desde la relación asimétrica entre África y Europa, desde el expolio. Y señalar que cuando Europa dice que hay que poner la etiqueta verde a la energía nuclear, está diciendo que hay que explotar más el uranio de Níger. O ver al niño de siete años que trabaja en las minas de Goma (República Democrática de Congo) cuando decimos que necesitamos aire limpio y que hay que comprar coches eléctricos. Siempre nos fijamos en la pobreza de la gente que viene, pero no vemos la estructura que hay detrás.

Hablemos de África en un click, el pódcast que has creado sobre la historia de África.

Haciendo trabajo de investigación me di cuenta de que no había suficientes fuentes en castellano. A mi padre le gusta decir que si buscas algo, no lo encuentras y puedes ofrecerlo, debes hacerlo. Hay mucha gente con curiosidad por conocer la historia de África y me pareció, siendo un gran consumidor de ­pódcast, que este formato podría ser apropiado. Por otra parte, empecé mis estudios en Camerún, y nuestro sistema educativo está calcado del sistema europeo, es muy eurocéntrico. En él nos narran a los africanos desde la voz de otras personas. Nuestros libros de texto se editaban en Francia y nos obligaban a leer a Rousseau, a Victor Hugo y a todos esos autores de la Ilustración que teorizaron sobre el racismo, fuentes de las que beben intelectuales europeos y una parte de los intelectuales africanos. La idea era salir de esa dictadura del conocimiento que nos hizo vernos a nosotros mismos desde los ojos de otras personas. Volver a retomar la palabra y contarnos sin ningún complejo y con mucho orgullo. Queremos dar a la población hispanohablante otras narrativas sobre África, auténticas, porque evidentemente ponemos mucho rigor en el trabajo que hacemos para huir de esa ligereza con la que muchas veces se ha hablado de África. Detrás de cada episodio hay un trabajo enorme de investigación y ponemos el foco sobre autores y autoras africanos a los que durante mucho tiempo se ha dejado en la sombra. 

De pequeño querías ser periodista. Trabajaste como educador social y ahora te dedicas a la investigación y a los derechos humanos. ¿Cómo ha sido este camino?

Mi hermano mayor es periodista y siempre ha sido un referente para mí. Quería ser como él. Recuerdo ver de pequeño imágenes de la guerra en Etiopía y sentir una llamada a ser corresponsal en zonas de conflicto. Aparte, en mi colegio siempre era el que daba los discursos y animaba las fiestas. También me influyó mi padre, que es imam, al que vi muchas veces hablando en público. Pero poco a poco el periodismo se me fue quitando de la cabeza cuando hice mi proceso migratorio, al ver cómo nos narraban, cómo el periodismo también puede pervertirse y causar dolor. Lo que vi en los centros de acogida al llegar me llevó a ser educador social, con la idea de hacer un acompañamiento integral a las personas migrantes, entendiendo que sus necesidades no se limitan a un techo y a un plato de comida. Son personas que vienen con inquietudes, a las que hay que acompañar también a nivel espiritual, sean musulmanes, cristianos o con la espiritualidad de las creencias africanas ancestrales. 



Sani Ladan el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Y has acabado en Relaciones Internacionales.

Me gusta mucho la investigación,  entender el mundo, tener una visión amplia de la realidad. Y las relaciones internacionales me parecieron una buena herramienta. Tengo siempre la mirada puesta en el trabajo de negociación en los procesos de paz, en analizar por qué fracasan. Hace falta tener inteligencia intercultural, también necesaria cuando se trabaja con personas migrantes, aunque muchas veces falla. Toda mi formación y mi actividad están encaminadas a aportar soluciones a los problemas que veo a mi alrededor.   




Con él

«Tras mi proceso migratorio estuve dos años sin contactar con mis padres. Esta fue la primera foto que imprimí de ellos y lo hice cuando no tenía ni un duro. Era un momento complicado y necesitaba sentir su presencia. Esta foto es muy simbólica para mí porque me recuerda aquel momento. Siempre me acompaña».

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