Sequías, inundaciones y hambruna

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En los últimos meses, África ha experimentado fuertes sequías, que afectan de manera especial, pero no solo, al sur del continente, o intensas lluvias que han provocado inundaciones y corrimientos de tierra, como sucede en el Cuerno de África. Además, en algunas regiones se han alcanzado temperaturas tan altas como no se recuerda haber experimentado anteriormente. El fenómeno meteorológico conocido como El Niño parecer ser el principal responsable de esta situación. Inundaciones y sequías traen de la mano la destrucción de cosechas.

A esto se suma que hasta el 40% de la tierra del mundo está degradada, lo que afecta directamente a la mitad de la humanidad. Y se estima que 3.200 millones de personas en todo el planeta serán perjudicadas negativamente por la desertificación. África es el continente más afligido por este fenómeno. Pierde, aproximadamente, cinco millones de hectáreas, solo de bosques tropicales, cada año. El 46% de la superficie terrestre de África está degradada, lo que afecta, al menos, a 485 millones de personas. Nuevos estudios muestran que entre el 75 y el 80% de la superficie cultivada del continente sigue este mismo proceso. Algo que repercute de manera especial en las comunidades más pobres.

Para 2050, se espera que más de las tres cuartas partes de la población mundial se vea damnificada por sequías. Las promesas hechas por distintos países de restaurar mil millones de hectáreas de tierra para 2030 no se están cumpliendo. Y al ritmo que van las cosas, ahora se habla de la necesidad de restaurar, al menos, 1.500 millones de hectáreas para alcanzar la neutralidad en la degradación de la tierra para 2030.

Por su parte, un informe de la UNESCO, señala que el ritmo de calentamiento del océano se ha duplicado. Asimismo, alerta del aumento del nivel del mar y de la acidez de sus aguas. E identifica 500 zonas donde casi no queda vida marina. A eso se une la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR), que se lleva a cabo frente a las costas de muchos países africanos. Barcos de grandes potencias pesqueras esquilman sus aguas, dejando a la población local sin su principal fuente de proteínas.

Esta realidad proyecta un panorama de calamidades esparcidas por todo el continente. En algunos casos, además, vienen exacerbadas por los conflictos que se viven en la zona, como los que se desarrollan en la actualidad en Sudán o República Centroafricana. Es por eso que, a principios de junio, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (WFP) advertían de las nuevas hambrunas que se vislumbran, especialmente en África. Estas organizaciones afirman que: «Una vez declarada la hambruna (oficialmente), ya es demasiado tarde: muchas personas ya habrán muerto de hambre». Para ello se basan en datos históricos. En Somalia, por ejemplo, en 2011, la mitad de las 250.000 personas que murieron de hambre lo hicieron antes de que se declarase oficialmente la hambruna. Por eso proponen comenzar a intervenir ya con el objetivo de paliar los efectos mortales de estas.

Burkina Faso, Chad, Etiopía, Malí, Malaui, Mozambique, Nigeria, República Centroafricana, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Sudán del Sur, Zambia o Zimbabue son algunos de los países que aparecen en la lista de «zonas críticas de hambre» de Naciones Unidas. En ellas es probable que la inseguridad alimentaria aguda se deteriore aún más en los próximos meses.

Las perspectivas climatológicas a corto y largo plazo no son nada favorables. Por eso se espera que la situación siga degradándose. No sería extraño que nuevos países se agreguen a este elenco.

De tanto repetirlo, se ha convertido en un tópico. África es el continente que menos contribuye al calentamiento global, sin embargo es el que más sufre sus consecuencias. La carencia de recursos de muchos países y la falta de ejecución de los planes de prevención y rápida respuesta agravan el problema. Si a eso se suman conflictos y guerras, se obtiene un cóctel perfecto que no augura nada positivo para el continente en los años venideros. Además de las muertes que esta situación genera, serán muchas las personas que se verán obligadas a abandonar sus hogares debido a estos fenómenos. Una vez más, los países africanos acogerán el mayor contingente de estos desplazados. Tensionando así sus ya escasos recursos y añadiendo nuevos retos a las tierras ya de por sí degradadas o usurpadas por grandes transnacionales del sector agroalimentario.

LapPrevención es clave para revertir estos fenómenos. Algunos países han lanzado ya iniciativas como plantar grandes cantidades de árboles que ayuden a mitigar el cambio climático. Pero no basta solo con eso. Es necesario emprender proyectos más valientes que cuenten con el apoyo de las comunidades locales. La prevención y la respuesta rápida son claves para ello. Sin embargo, son planes de acción que necesitan grandes sumas de dinero y, sobre todo, voluntad política. Algo en lo que parece que muchos gobiernos africanos no están dispuestos a invertir.



En la imagen superior, una cosecha perdida en el distrito de Mabalane, en Mozambique por el fenómeno meteorológico de El Niño. Fotografía: Aurélie Marrier d’Unienville / IFRC.

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